Tan pronto salió del café y vio a Fina marcharse en dirección contraria sintió todo el peso de la realidad cayendo sobre sus hombros. No tenía claro que le diría a Jaime en cuanto lo viese. Estaba muy abrumada y se sentía muy culpable como para idear una estratagema refinada. Mentir no era su estilo, no lo había hecho nunca, así que se confió a lo que pudiera surgirle en el calor de momento. Nerviosa, tomó un taxi hasta su apartamento. Estaba alicorada y muy ansiosa como para poder conducir.
Apenas le dio vuelta al picaporte vio un plato de pasta muy frío servido sobre la mesa con una copa de vino, vacía. Jaime no estaba ahí. Avanzó a la habitación y lo encontró terminando de hacer su maleta. Sabía que fingía y que su maleta debía estar lista hace horas porque de eso se encargaban las empleadas domésticas. Sabía que la estaba esperando despierto pero quería disimular que lo hacía porque Jaime le rehuía al drama, a la tensión. Pero, al parecer, no esta noche.
-Estuve a punto de llamar a tu padre para que notificara tu desaparición en el periódico. Hace horas debiste llegar, Marta -le dijo con cinismo.
-Lo siento, se me ha hecho tarde. Surgió algo muy urgente -le respondió Marta desde el marco de la puerta de la habitación. No quería que su marido percibiera el olor a licor.
-En tu oficina no era, porque me cansé de llamar y nadie respondió al teléfono.
-No, no en la oficina, en la rotativa -mintió ella, sabiendo que Jaime desconocía bastante esa parte operativa y técnica de su negocio.
-¿No hay teléfonos en la rotativa?
-Jaime, sé que cometí un error, lo siento -le respondió Marta y se lo decía de verdad. Se sentía mal, culpable.
-¿Tú crees que soy tonto, Marta? -reaccionó Jaime, levantando la voz- voy a ser claro. Llevas días actuando de manera extraña, lo de hoy nunca había ocurrido. ¿Estabas con otro hombre, Marta?
-Por favor, Jaime, no -respondió ella, asombrada de verdad porque de cierto modo no mentía. No estaba con otro hombre.
-Mira Marta, ya te lo dije, no me trates como un estúpido y tú tampoco finjas ser una.
-Ah, ¿quieres ir por ese lado? Pues muy bien, Jaime, vayamos. Pero empiezo yo -espetó Marta, también levantando la voz-. Llevamos 15 años casados. De los 365 días de año, tú pasas muchos más de la mitad fuera. En viajes con tipos de negocios y políticos. ¿Tú crees que yo no sé cómo se cierran los tratos comerciales, políticos y diplomáticos entre hombres? Contratando "damas de compañía" y yendo a barrios rojos como si las mujeres fueran atracciones turísticas, Jaime. Lo sé perfectamente, aunque nunca te lo haya dicho. Yo no tengo ni idea de qué haces tú cuando yo no estoy. No sé cómo pasas todas tus noches de "trabajo" entre hombres alicorados y llenos de dinero y poder. Tú, en cambio, sí sabes que yo llego cada noche a casa.
Él la miraba con los ojos muy abiertos. Nunca habían hablado de eso y ella jamás lo había cuestionado de este modo.
-Tú sabes que yo no soy ese tipo de hombre, Marta -respondió él, indignado.
-Pues eso es lo que yo supongo, por eso me casé contigo. ¿Pero puedes tú asegurarme que jamás has ido a un barrio rojo?, ¿que jamás has estado en el Red Light District de Ámsterdam?, ¿que jamás has intimado con ninguna mujer en ninguno de esos viajes? -lo cuestionó Marta mientras él la miraba, perplejo, sin atreverse a decir nada- no, no me contestes. Vamos a dejarlo así, por ahora. Si quieres que te lleve al aeropuerto despiértame. Si no, llama un taxi o que el embajador te envíe uno, porque el chófer de siempre está de baja.
Dicho esto, Marta -muy digna- se fue a la habitación de huéspedes o, mejor dicho, a su segunda habitación. Tenía muchos sentimientos encontrados. Se sentía mezquina, por un lado, porque sabía que le había dado un golpe bajo a Jaime pero, por otro, se sentía aliviada. Durante muchos años se había callado esto que por fin se había atrevido a decirle a su marido esta noche. La infidelidad de los hombres y que recurrieran a la prostitución estaba muy normalizado. Era un especie de elefante blanco en la habitación, se daba por hecho pero nadie hablaba de ello. Aunque todas las esposas lo pensaran y, como a ella, la idea las mortificara.
ESTÁS LEYENDO
Letras prohibidas
FanfictionMarta de la Reina es la directora de una prestigiosa revista para mujeres en 1970 y Fina Valero es una joven redactora feminista recién contratada. Una historia que se teje a través de cartas, textos furtivos y feminismo clandestino en la que Fina n...