La Closerie des Lilas

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A Marta se le desencajó el rostro de inmediato, se llevó la mano izquierda al entrecejo y se quedó en silencio durante unos instantes mientras llegaban a su mente, como una ráfaga, dos recuerdos. El del artículo que Fina le había dicho que no escribiría y el de Fina diciéndole que tenía que recoger unos documentos en la imprenta esta mañana, así que ató cabos rápidamente.

-Claudia, por favor, no le digas nada a nadie. Llama al bufete de don Pedro Carpena y dile que lo espero en la Comisaría del Distrito Histórico. Cancela mis reuniones de hoy, me encargaré personalmente de esto. Gracias -y colgó, sin decir nada más.

La directora tomó su bolso y salió de la oficina presurosa y visiblemente alterada. No se demoró mucho en llegar a la Comisaría porque estaba solo a dos calles de distancia. Llegó caminando, no porque quedara cerca, sino porque el tráfico seguía lento y le hubiera tomado mucho más tiempo en su auto y ella lo que quería era llegar lo más rápido posible para hacerse cargo del asunto inmediatamente. Cuando llegó, en medio del desorden, el comisario vino a su encuentro tan pronto la reconoció.

-Señora de la Reina, ¿usted aquí?

-Sí, señor Comisario. Ha llamado a la Revista uno de sus agentes porque al parecer hubo un malentendido con una de mis periodistas durante las protestas de esta mañana. Estoy esperando a nuestros abogados para solucionar esto lo más rápido posible de la mejor manera.

-No me diga, señora de la Reina. Algo me habían dicho de una periodista pero con tantas detenciones esta mañana no sabía que era de su Revista. Tranquila, que he pedido expresamente que se le dé el mejor trato. En lo que pueda servirle, aquí estoy.

-Lo sé, muchas gracias, pero no se preocupe, ya viene el doctor Carpena, usted sabe lo eficiente que es y esto se resolverá en menos de nada -le respondió Marta, que no quería involucrar a nadie más en esto ni poner en evidencia a Fina porque ella sabía, perfectamente, que esto era cualquier cosa menos un malentendido.

Le dijeron que Fina estaba no en una celda, por fortuna, sino en una especie de cuarto de retención provisional por petición del Comisario que, de todas maneras, era precavido con alguien que pertenecía a un medio de comunicación, nadie quería mala prensa. Supo que Fina estaba bien y eso la tranquilizó, dado que sabía que se habían presentado explosiones de petardos y una represión policial violenta con bolardos. Le autorizaron a verla pero prefirió esperar al abogado de la familia para no decir nada que pudiera empeorar la situación penal de Fina. No tuvo que esperar mucho porque rápidamente vio al doctor Carpena aparecer por la puerta.

-Marta, no te diré buenos días porque para ti no lo están siendo. Espérame aquí. Voy a averiguar cuáles son los cargos que le imputan a tu periodista y cuál es su situación. Hiciste bien en no hablar con ella ni con nadie. Regreso en cuanto pueda -le explicó él, que la tuteaba y le hablaba con la familiaridad de haberla visto crecer y de ser un muy buen amigo de los de la Reina de toda la vida. De su padre, específicamente. Se trataba de una persona extremadamente confiable. Damián le había sabido retribuir muy bien esa lealtad a prueba de todo.

Salió a comprar un café en su panadería de confianza, a calle y media de allí. Así daba tiempo a que el abogado recavara la información necesaria aunque, la verdad, también estaba huyendo un poco, necesitaba recomponerse y ordenar sus ideas y sus sensaciones. Estaba enojada y preocupada, todo al mismo tiempo, y no sabía qué pensar y cómo enfrentar a Fina en cuanto la viera. Ella ya le había advertido que escribir ese artículo era peligroso y que militar en el feminismo de esta manera la ponía en alto riesgo y así no le ayudaba a una causa que ella también consideraba justa. También le había dicho que ella ya no era solo Fina Valero, ahora era Fina Valero, periodista de Anhelos de Mujer y todo lo que pasara con ella involucraba a la Revista y la involucraba a ella como dueña y como directora.

Letras prohibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora