Se quedaron así, abrazadas y encajadas la una en la otra durante un tiempo difícil de precisar. Qué fácil y qué natural se amoldaba un cuerpo al otro, una mujer en otra. Ninguna de las dos dormía, ni quería ni podía, por la turbación de sentirse tan cerca y por el deseo de disfrutarse así de próximas y así de íntimas todo el tiempo que fuera posible.
Con qué suavidad los senos de Fina se ceñían a su espalda, pensaba Marta. Marta que, sin que Fina lo sospechara siquiera y como quizá jamás se atrevería a confesarlo, ya había fantaseado con ellos. Y ahora los tenía -los sentía- cálidos, en su espalda. Fina, por su lado, disfrutaba también en silencio sentir cómo las caderas de Marta se amoldaban a su pelvis. Disfrutaba oler su perfume ya no por la estela que dejaba a su paso sino directamente de su cuello, de su pelo, de sus cuidadas ondas rubias.
Ninguna decía nada para no romper ese momento que era plenamente sensitivo. De piel, de olores, de temperatura, de sus cuerpos juntos, de sus manos entrelazadas. Cada una fingía dormir y sabía que la otra hacía lo mismo. Eran muy cuidadosas con su movimientos, se sabían en una tensión muy delicada. Cada una sentía el impulso de ir por un poco más, un poco más cerca, pero se controlaban por miedo de invadir a la otra, de asustarla. De asustarse de sí mismas por tensar de más la cuerda.
Ambas se sabían despiertas, dormitaban apenas a ratos. Pasaron minutos, quizá horas, no lo sabían, pero en el punto más alto de la madrugada empezaron a sentir frío y entonces Marta se levantó con mucha suavidad por una cobertura. Primero la puso sobre Fina luego la extendió en toda la cama y se metió ella dentro, llenando de nuevo el espacio que había dejado silueteado en el cuerpo de Fina. Ninguna pensó en el día siguiente. Entre ellas siempre ha imperado el ahora, el momento. Había imperado también entender y moverse perfectamente en lo implícito. En entender qué se dice y que no. En qué momentos, de qué manera.
Aunque naturalmente amaneció a la misma hora de siempre, a ambas les pareció que había sido muy pronto. Durmieron muy poco, pero mejor que nunca. Cuando abrieron los ojos ya no estaban abrazadas. Pero se miraron y se dijeron buenos días con espontaneidad, como si todos los días amanecieran así.
-¿Has dormido bien?
-Estupendamente, ¿y tú?
-Y todavía me lo preguntas -respondió Marta, aplacando sus ondas ligeramente revueltas.
Pero no habían dormido bien, de hecho habían dormido muy poco, ambas hablaban de otra cosa. Se habían acostado maquilladas y prácticamente vestidas. No se veían muy distintas a como se habían ido a la cama entonces no tenían esa sensación de sentirse descubiertas a primera hora de la mañana por la otra. Se les hizo un poco tarde así que se alternaron para meterse al cuarto de ducha lo más pronto posible. Debían que estar en la clínica temprano así que solo alcanzaron a tomarse un café y a maquillarse y peinarse con mucha prisa. A Marta le pareció que Fina se veía particularmente hermosa apenas con maquillaje. Y a Fina le pareció, a su vez, que doña Marta lucía más sugerente que nunca cuando la vio salir del cuarto de baño con la piel fresca, el pelo mojado, apenas rímel negro enmarcando sus ojos azules y carmín en los labios. No se halagaron mutuamente, pero ambas se detallaban y se miraban intensamente cuando la otra no se daba cuenta. La luz del día, y el sentido de realidad que venía con ella, las había acobardado un poco de repente.
Ya en la clínica recibieron noticias nada más entrar.
-Con respecto a sus dos pacientes, Elvira -la mujer de 35 años a la que habían acompañado- está perfectamente y lista para irse a casa. Claudia, por su lado, sufrió una pequeña hemorragia anoche-les informó una enfermera.
-¡¿Pero cómo?!, ¡¿está bien?! -preguntó sobresaltada Marta.
-Sí, está estable, cálmese señora. No ha necesitado una transfusión. Pueden llevársela bajo su propio riesgo o podemos subirla a piso, en la clínica. Tendrá mejores cuidados. Eso sí, deben pagar anticipadamente, eso no está incluido en el valor inicial.
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Letras prohibidas
Fiksi PenggemarMarta de la Reina es la directora de una prestigiosa revista para mujeres en 1970 y Fina Valero es una joven redactora feminista recién contratada. Una historia que se teje a través de cartas, textos furtivos y feminismo clandestino en la que Fina n...