No lograba sacarlo, -sacarla- de su cabeza

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Fina estaba trabajando en su artículo sobre ese nuevo movimiento de mujeres francés. Había hecho algunas entrevistas y llevaba más de 4 días escuchando y reescuchando las entrevistas y escribiendo en su máquina de escribir sin parar. En eso estaba cuando vino Claudia, la secretaria directa de doña Marta, para decirle que la esperaba en su oficina en 5 minutos.

El primer reflejo que tuvo fue acomodarse bien el pelo detrás de las orejas. Llevaba su largo pelo castaño medio recogido para que no le molestara al inclinar la cabeza para escribir en la máquina, por lo tanto sus ojos almendrados se veían más alargados de lo usual. Se acomodó también el vestido que llevaba ese día, un traje gris simple de silueta ajustada. Eso resaltaba sugerentemente su figura de reloj de arena. Todos lo que habían conocido a su madre, que murió cuando era pequeña, le decían que había heredado su figura perfecta y eso la hacía sentir de alguna manera cercana a ella. Tomó entre sus manos un puñado de papeles de su escritorio y caminó hacia la dirección, ante la mirada atónita de sus colegas que sabían que una llamada de doña Marta solo puede significar que has hecho algo que está muy mal.

Entró a la oficina con sigilo. Doña Marta la esperaba sentada detrás de la mesa auxiliar de su oficina, elegante como siempre. Con su pelo rubio cayendo en ondas controladas sobre sus hombros. Esta vez vestía una camisa con patrón geométrico floral de cuello abierto, que dejaba al descubierto un collar de perlas, una falda negra completaba su look, y tacones altos, como siempre.

-La he mandado a llamar, Fina -le dijo con el tono de autoridad de siempre- porque aunque he autorizado su artículo quiero que sepa que es arriesgado hablar de esos temas tan modernos y políticos y necesito saber qué lleva escrito y si es publicable.

-Claro que sí doña Marta. Me lo imaginé. Por eso traigo aquí los apuntes y el adelanto del texto.

La previsión de Fina, que Marta no esperaba, la obligó a esbozar una media sonrisa de nuevo. Tomó los papeles entre sus manos y empezó a leer en silencio. De vez en cuando arqueaba sus cejas, perfectamente delineadas, y abría ligeramente sus ojos profundamente azules. Una vez terminado se dirigió a ella.

-Va a tener que eliminar, al menos, la mitad de su artículo. Yo no sé si nuestras lectoras están preparadas para hablar de estos temas.

-Le entiendo perfectamente, doña Marta -dijo Fina, conciliadora-. Sé que estos temas pueden ser nuevos e incluso le resulten ofensivos a algunas lectoras, pero creo que muchas otras pueden agradecer que hablemos de eso, de la igualdad y de la existencia de un sistema que favorece a los varones por encima de nosotras, injustamente. Si le preocupa que hable del derecho al aborto, tranquila, no lo haré.

Doña Marta la escuchaba con atención. Era la primera vez que tenía a un redactora como ella en la revista. Fina siguió hablando sobre el movimiento de de liberación de las mujeres, hablaba de cómo a pesar de que cada vez más mujeres entraban al mercado laboral, no había cambios en las responsabilidades del hogar que seguían a cargo de las mujeres y de cómo el derecho al sufragio no era el fin de las conquistas de las mujeres, sino que era apenas el principio.

Marta de la Reina había estudiado todo lo necesario para poder dirigir un negocio, contabilidad, relaciones públicas, y aunque se rodeaba de mujeres que también habían estudiado, ninguna hablaba con la lucidez con la que le hablaba su joven redactora de provincia en este momento. Quería sonreír pero se cuidó de no hacerlo. No le gustaba verse vulnerable ante sus empleados y menos una nueva. La dejó hablar durante varios minutos y la hubiera seguido escuchando muchos, muchos minutos más pero sintió que debía tomar el control de la situación, como le correspondía.

-Suficiente, Fina. Sabe usted mucho del tema pero esto no es una universidad ni una protesta de la calle, es una revista para señoras. Autoricé su artículo pero cuídese mucho de no hablar de temas delicados y cuídese de sonar muy propangandística. Usted no está veniendo una causa, solo está informando, recuérdelo.

Ahora la que sonrió fue Fina, supo que le había gustado lo que había escuchado aunque no lo dijera. Sintió que le había abierto una pequeña puerta y que había tocado alguna sensibilidad de la implacable Marta de la Reina. Cuando salió de la oficina de doña Marta caminó con seguridad hacia su cubículo, ante la mirada de sus compañeros. Se sentía triunfal.

Doña Marta la vio alejarse y cerrar con gracia la puerta de su oficina tras ella. Se metió la mano entre su pelo rubio ondulado, lo revolvió ligramente y volvió a esbozar su media sonrisa, se quedó pensativa.

Esa noche tenía una cena con su marido que recién había llegado a la ciudad. Era un alto diplomático y por lo tanto viajaba con mucha frecuencia, ese era su trabajo. Pasaba más tiempo fuera del país que en él durante el año, así que las oportunidades de verse eran pocas. Como su marido hacía escala en Francia con frecuencia pensó que iba a pedirle que le trajera una revista o un brochure o la información que tuviera sobre estas chicas francesas.

Y eso fue lo primero que le dijo apenas lo vio esa noche, en un restaurante cerca a la revista.

-Jaime, tú qué sabes del Movimiento de Liberación de Mujeres?

-¿Por qué me preguntas por eso ?, ¿dónde oiste hablar sobre eso ?

-Una joven redactora... una nueva... hija de un amigo,ex empleado de mi pad... bueno, en fin, una redactora que está planeando un artículo sobre eso para este domingo. Y me dio curiosidad. Quisiera saber más al respecto. Cuando pases por Francia me gustaría que me trajeras la información que haya sobre eso.

-Está bien. Lo único que sé es que son un grupo de chicas filósofas, creo. Hablan de derechos, de machismo, de derecho al aborto... no creo que lleguen muy lejos. Chicas seguro inteligentes, pero ingenuas... las cosas no van a cambiar, unas soñadoras. No sabía que te intesaban estas cosas, cariño.

-No me conoces tanto como crees, cariño. -Replicó ella, sarcástica-.

-Bueno, no vamos a arruinar la cena, que en un par de días vuelvo a irme a India y no sé cuándo volvamos a vernos.

-¡Salud, entonces, cariño! -concluyó Marta.

Cuando se fue a la cama esa noche, de espaldas a su marido, se sorprendió a sí misma repasando la conversación que había sostenido con la joven redactora en la tarde, la joven redactora y su traje gris, su abundante pelo castaño y sus ojos muy almendrados. Le había hablado de tantas cosas que ella había pensando antes pero que no sabía nombrar y era tan distinto a todo lo que se decía en su entorno que le había resultado fascinante. No lograba sacarlo, sacarla de su cabeza.

Letras prohibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora