Marta llegó entrada la noche a casa. Muy agotada. Jaime la esperaba y ella lo sabía, por eso había retrasado el momento tanto como había podido.
-Pensé que tampoco llegarías esta noche.
-Tenía que organizar muchas cosas que dejé a medias por el viaje de última hora.
-Tu viaje de última hora que sigo sin entender.
-No hay mucho que entender. Un cliente como otros. Quería publicidad para señoras en mi revista y yo se la vendo. Tan simple como eso.
-¿Tenía que ser justo ahora que yo estaba en la ciudad?, ¿no podía esperar?
-¿Alguna vez has pospuesto algún viaje tuyo porque yo te lo haya pedido o lo haya necesitado? No estuviste en la boda de mi hermano, no estuviste en el bautizo de mi sobrina y tampoco cuando operaron a mi padre.
-Es distinto.
-Ah, claro que lo es, cariño. Es que tu trabajo sí es importante y yo solo juego a escribir articulitos para amas de casa.
-No es eso. No vamos a discutir otra vez. Ya hemos discutido mucho por teléfono.
-Quédate tranquilo. No vamos a discutir porque tú ya has decidido que no es el momento de hacerlo.
Jaime se sorprendió. Es verdad que Marta era una mujer con mucho carácter pero esta vez la encontró especialmente severa e inflexible.
-Estás rara, Marta. ¿Pasó algo?
-Sí, Jaime. Pasó que tuve un par de días muy intensos, que estoy cansada y no quiero escuchar reproches cínicos.
-¿Cínicos?
-Sí. Cínicos porque yo nunca te los he hecho a ti. Y mira que motivos no me han faltado, pero se supone que la base de este matrimonio ha sido respetar los espacios del otro.
-Bueno, pero es q-
-Pero es que nada, Jaime -interrumpió ella. No vas a jugarte de nuevo la carta de tener un trabajo importante y menos la de ser un hombre.
-No iba a hacerlo. Pero vamos, que has estado leyendo a las francesas, me parece.
Marta se irritó más aún con ese comentario, mucho más de lo que Jaime hubiera sospechado.
-¡Y tanto que debería leerlas! Es más, ojalá ser una de ellas -dijo Marta alterada y se fue a la habitación de huéspedes, como solía hacerlo cuando estaba muy cansada, triste o molesta. Jaime la siguió inútilmente porque Marta le cerró la puerta en las narices.
Cuando se echó de bruces a la cama pensó que le había pasado justo lo que había sospechado: se sintió terriblemente desdichada cuando entró en su casa y vio a su marido. Era verdad lo que le había dicho a Jaime. Ojalá ser una de esas chicas francesas sin miedo que van por ahí cuestionando a viva voz el matrimonio y el machismo. Muchachas que seguro no estaban casadas o que no lo harían solo porque no creen que exista otra opción. Muchachas como Fina. Otra vez sintió que se le había hecho tarde para eso. Ella ya estaba jugada.
A la mañana siguiente se encontró temprano a Jaime en la cocina, desayunando.
-Como llegaste tan molesta ayer no pude decirte que llamó Luz. Llegó de sorpresa a la cuidad y quiere verte. Dijo que pasará por tu oficina para llevarte a almorzar. Mañana salgo de viaje, Marta. Espero verte aquí temprano esta noche.
-Estaré sin falta, como siempre -le respondió ella con menos sequedad que la noche anterior porque la inesperada visita de Luz, su mejor amiga, la había animado. Luz era médica en Francia, se había ido hacía muchos años del país y solo la veía de vez en cuando, así que su visita era siempre un acontecimiento.
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Letras prohibidas
FanficMarta de la Reina es la directora de una prestigiosa revista para mujeres en 1970 y Fina Valero es una joven redactora feminista recién contratada. Una historia que se teje a través de cartas, textos furtivos y feminismo clandestino en la que Fina n...