Así será, señora

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Es sábado en la tarde, sin duda el peor día en las instalaciones de «Anhelos de mujer» porque la revista debe enviarse a impresión a más tardar a las 4 de la tarde para que logre estar en los kioskos el domingo por la mañana.

Como cada sábado, Marta de la Reina se pasea nerviosa por los cubículos de los redactores presionando y ultimando cada detalle. A la esquina derecha, en el fondo de la oficina, ve un rostro nuevo.

—¡Carmen! —llama en voz alta a su editora general.

-Sí señora, dígame

—¿Quién es esa chica? es la primera vez que la veo aquí en la redacción.

—Fina Valero, doña Marta —titubea Carmen— empezó ayer. Es la chica que recomendó su padre para la vacante que teníamos desde hace semanas. Se lo dije la semana pasada pero como estaba usted tan ocupada seguro se le pasó por alto.

—Ah —musitó doña Marta con desgano—,

Sin decir una palabra más, y sin volverse a mirar a Carmen, se conduce directo a ese cubículo de la esquina derecha.

—Así que usted es la hija de Isidro Valero.

Fina, que tenía la cabeza enterrada en la máquina de escribir, levantó la mirada para descubrir quién era la mujer que le hablaba con esa voz profunda y llena de carácter.

—Sí, doña Marta —sonrió tímidamente Fina— quería agrade...

—Sepa que usted está aquí por petición expresa de mi padre —la interrumpió doña Marta—. Esta es la mejor revista femenina del país y tenemos a los mejores redactores. Nuestras clientas son exigentes y yo también. Demuestre con su trabajo que ha valido la pena.

Fina no había pronunciado palabra cuando doña Marta ya se había dado la vuelta. Solo quedó tras ella una estela de perfume que reconoció al instante. No porque pudiera pemitírselo sino se llevaba una muestra gratis cada vez que pasaba por las galerías más lujosas de la ciudad. Era de una marca francesa de principios de siglo. Un aroma enigmático, seductor, profundo. Con mucho carácter pero también muy femenino. El perfume que solo puede llevar una mujer con mucha confianza en sí misma y que no tiene temor a pasar desapercibida. Una mujer como Marta de la Reina.

—Así será, señora —Respondió Fina— con la voz temblorosa pero decidida, sin importar que doña Marta no pudiera ya escucharla. Aunque no pudiera verse estaba segura que tenía la cara enrojecida, en parte porque estaba muy intimidada y en parte porque se sintió humillada.

Vio alejarse a doña Marta de espaldas. La última vez que la había visto personalmente, Fina era una adolescente y Marta una chica 25 años recién casada con un diplomático. Ahora, a sus 40 años, era incluso más bella que entonces: la embellecía la seguridad en sí misma y la embellecía no importarle serlo.

Fina suspiró. Este trabajo iba a hacer más difícil de lo que había imaginado. Volvió a enterrar su cabeza en la máquina de escribir sin darse cuenta que, de lejos, doña Marta se volvió un instante para volver a mirarla brevemente y seguir su camino con su característico y rítmico taconeo. 

Letras prohibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora