ii. | Un ángel caído del cielo

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ARRULLABA A DELPHINE ENTRE MIS BRAZOS, cuando Gilbert y Bash entraron con una fría corriente de aire.

— Justo a tiempo —Mary dijo—, el fuego casi se apaga. Trae eso aquí, Sebastian, o comerás huevos crudos.

Reí divertida.

— Ah, sombras de nuestra vida en el mar, ¿o no, Bash? Alimenta a la dama Trinidad, ¿recuerdas? —Mary le pasó su plato a Gilbert con una sonrisa al oírlo.

— Esperaba olvidarlo.

Bash se acercó para pasarle a Delphine, que sonrió feliz de ver a su papá. Tomé mi plato y me senté a un lado de Gilbert, sintiendo un beso en mi mejilla como saludo y aproveché a limpiar el costado de su boca lleno de avena.

—¿Cómo amaneció, mi bebé hermosa? ¿Cómo está, mi hermosura? ¡Y aquí está, la bebita bonita de papito! Bu, bu, buh...

Gilbert me miró, ambos riendo en silencio ante la tonta voz que Bash siempre pone para su hija.

— Hola, hola, papi —seguía Bash—. Mira quién está ahí, es Gilbert y Tory. ¿Eh, bebé? —Bash estaba entusiasmado haciendo muchos ruidos extraños, que esperaba que no traumara a Delphine con ellos.

Al terminar, Gilbert tomó nuestros platos y los puso en el fregadero. Caminó hasta la babé y besó su cabeza.

— Bonito día, Delphine.

Sin duda, siempre que veo a Gilbert con Delphine o Paddy, me alegra el corazón e, inconscientemente, me imaginó una vida con él en algunos años y esta misma situación, pero con un hijo nuestro. Me sonrojé al ver que me quedé viendo fijamente a ambos y me apresuré a levantarme para disimular, pero fui atrapada con Mary que me guiñó un ojo.

— Bash, deberías de tratar de hablarle a tu hija en inglés. Quizás algún día aprensa algo.

Escupí el té que estaba tomando y tuve que bajar la taza para no derramar más.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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