Welf Crozzo

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Residencia de la familia Hefesto, oficina personal de Hefesto

"Al final, no quiso hablar," murmuró Tsubaki, con un rostro sombrío mientras jugaba distraídamente con un martillo pequeño que había tomado del escritorio.

Hefesto suspiró profundamente, dejando caer su espalda contra el respaldo de su silla. "Sabes muy bien cómo es tu hermano. Una vez que decide ser terco, incluso si el cielo y la tierra se caen, no dirá nada."

La diosa se masajeó las sienes, claramente frustrada. A pesar del largo "interrogatorio," no habían conseguido arrancarle nada útil a Pyrion, solo quejas y quejidos.

"Tsk, te lo dije, Hefesto," replicó Tsubaki con un chasquido de lengua, cruzándose de brazos mientras lanzaba una mirada cargada de decepción. "Debiste haberme dejado colgarlo del techo. Un poco de presión adicional y habría cantado como un pájaro."

Hefesto le lanzó una mirada cansada, arqueando una ceja. "Tsubaki, por mucho que a veces lo merezca, colgarlo del techo no es una técnica de interrogación válida... ni apropiada."

"Bueno, no puedo prometer que no lo intente la próxima vez," respondió Tsubaki con una sonrisa traviesa, aunque su tono sugería que no estaba completamente bromeando.

"Lo único que hemos conseguido es una certeza: algo pasó en la residencia de Freya," murmuró Hefesto, observando pensativa el martillo en el escritorio frente a ella. "Y sea lo que sea, Pyrion no quiere hablar de ello."

Tsubaki asintió, su expresión más seria que nunca. "Sí, y conociendo a Freya... eso no es nada bueno."

Hefesto soltó un largo suspiro mientras se masajeaba las sienes, su frustración claramente visible. Finalmente, dejó caer la cabeza sobre el escritorio con un suave golpe, como si quisiera esconderse de la realidad que la acosaba.

La revelación de que Freya pudo haberse acercado más a Pyrion de lo que a ella le gustaría le provocó un fuerte dolor de cabeza. Como diosa, conocía demasiado bien a Freya. Entendía sus deseos, su forma de actuar, y sobre todo, su obsesión con Pyrion.

Desde que Pyrion había crecido y se había convertido en el hombre que era ahora, los intereses de Freya se habían vuelto más evidentes. Esa mirada que la diosa de la belleza dirigía hacia su hijo adoptivo era inconfundible, y eso solo añadía más peso al malestar que sentía.

Hefesto suspiró profundamente, dejando que los pensamientos que la atormentaban tomaran forma en su mente. "Pyrion... mi pequeño niño... alguien que nunca ha tenido experiencia con las mujeres. Inocente y tierno como es, si llegara a caer en manos de Freya..."

"Entonces que haremos Hefesto?" Tsubaki no compartía los mismo pensamientos de Hefesto, sin embargo ella tampoco estaba de acuerdo en que alguien como Freya, tomara a su preciado hermano.

Hefesto abrió los ojos lentamente, su mirada ahora más cansada que antes. "Sigh... Por ahora, no hay mucho que podamos hacer. Solo podemos mantenerlo vigilado y evitar más encuentros entre ambos."

Tsubaki arqueó una ceja, claramente insatisfecha con la respuesta. "¿Eso es todo? Sabes cómo es Freya. Si ha puesto sus ojos en Pyrion, no se detendrá solo porque tratemos de mantenerlos separados."

"Haremos lo que podamos..." murmuró Hefesto con el ceño fruncido, apoyando la barbilla en su mano. No tenía una solución clara para alejar a Freya de Pyrion, lo cual la frustraba profundamente.

El silencio se instaló en la habitación, pesado e incómodo. Ambas mujeres, pese a su fortaleza y experiencia en muchas áreas, se encontraban indefensas ante asuntos como las relaciones íntimas. No era como si alguna de las dos tuviera mucha experiencia en ese ámbito.

Fragua y AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora