Volumen 4. EPÍLOGO — MIENTRAS PUEDAN.
"Debo admitir que estoy sorprendida, Ayanokouji-kun. Nunca esperé que Totsuka-kun ya no regresaría a la escuela."
Arisu Sakayanagi se encontraba tirada en la cama de su habitación. Sin muchas personas en la escuela, su tiempo de vacaciones había transcurrido sin pena ni gloria, pero ayer finalmente pudo tener un pequeño momento de diversión que acabó con el aburrimiento acumulado de toda una vida.
Cuando le pidió a Ayanokouji que se encargará de darle el liderato de su clase, pensó en varios escenarios dónde Katsuragi perdía humillantemente y eso desencadenaría una falta de confianza hacia él que ella podría aprovechar; sin embargo, nunca imaginó que sepultaría a su clase hasta el fondo, incluyéndola a ella, y, además, se atreviera a expulsar a uno de sus compañeros de esa forma.
Para cualquier otra persona con un mínimo de sentido común, la existencia de Ayanokouji sería considerada algo problemática para sus aspiraciones a futuro al tener que competir contra alguien como él.
Pero Arisu Sakayanagi no era una persona común.
Para empezar, no se molestaba en pensar demasiado sobre su futuro como una mujer de sociedad. Su padre era el actual director en funciones de ANHS, por lo que ella terminaría supliéndolo cuando llegara el momento de su retiro.
Su futuro era algo que estaba garantizado desde una edad temprana, y tampoco tenía queja alguna con ello. Como persona, le apasionaba poder dirigir en algún momento esta prestigiosa institución y guiarla a través de sus propios ideales para alcanzar a profesionistas únicos que puedan competir con cualquier país extranjero, brindándole prosperidad al país que la vio nacer y le dio las herramientas necesarias para una buena vida.
Por eso tampoco se quejó de lo que ocurría en su hogar, porque era algo que ella ansiaba desde siempre.
Y además era una genio de pies a cabeza. Sin la necesidad de matarse estudiando como lo hacían todos sus compañeros en secundaria, ella era capaz de comprender los temas con unas cuantas breves explicaciones, dejándolos a todos atrás en cuestión de días.
Así que, en su vida, se juntó el don que la vida le dio, con el beneficio de nacer en una familia privilegiada y asegurar un futuro prometedor.
Pero esto también generó apatía o desinterés por otras cosas. Como tenía su futuro asegurado y no necesitaba esforzarse para alcanzar las cosas que quería, no le apasionaba competir contra otros estudiantes por ser la mejor en la clase, porque para empezar estaba claro que ella lo sería. Y, poco a poco, este sentimiento se fue haciendo cada vez más grande y profundo hasta que se convirtió en una insatisfacción.
Insatisfacción por no poder encontrarle lo divertido a la vida.
Cada persona nueva que conocía era una oportunidad para que este sentimiento se esfumara, pero en cambio, con cada rostro que memorizaba, solo se afianzaba más. Porque nadie era capaz de llegar hasta el nivel que ella había alcanzado por cuenta propia.
Hasta que conoció a Ayanokouji Kiyotaka.
Un ser atrevido, pero sin llegar al punto de lo enfermizo, diferente al estándar Japonés; con una inteligencia académica a su nivel o incluso por encima, siendo un genio natural, bendecido por la naturaleza; bueno en lo deportivo, para crear estrategias y con el temperamento adecuado para hacer todo lo necesario para llevar a cabo sus planes.
Ayanokouji Kiyotaka era la única persona que había podido avivar una llama que creía apagada desde hace mucho.
Si Arisu pudiera comparar ese sentimiento con algo, diría que es similar al primer amor. Sentimientos desbordantes, cambiantes y que te mantienen pensando en esa persona a todas horas.
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KIYOPON... ¿¡LATINOAMERICANO!?
FanficKIYOTAKA NO SUFRIÓ DE LOS ABUSOS DE LA WHITE ROOM, PERO TUVO QUE ENFRENTARSE A ALGO MÁS PELIGROSO QUE ESAS CUATRO PAREDES BLANCAS: LATINOAMERICA.