Cap 12 Pt.05

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—Siempre tan eficiente... Bien hecho, Víbora.—

—Fácil— respondió Gabriela, ajustándose los guantes mientras hablaba.

—El asqueroso tomó mi mano. Quería pulverizarle los huesos de un apretón ahí mismo, pero no hay tiempo que perder. Escúchame, Búho, este cerdo despertará ahora.—

—No lo hará —interrumpió Mariam, cerrando los ojos un instante mientras conectaba con Kivuli a través de su vínculo telepático. —Kivuli, hazlo rápido y limpio.—

Kivuli, el pequeño y ágil autillo de Madagascar, poseía un equipamiento de última generación que lo hacía una herramienta letal y sigilosa en situaciones críticas. Aunque de tamaño compacto, estaba dotado de un mini-exoesqueleto adaptado a su cuerpo, diseñado para aumentar su fuerza relativa sin comprometer su agilidad ni su velocidad. Este incluía dispositivos de camuflaje activo, lo que le permitía fundirse perfectamente con el entorno, tanto visualmente como térmicamente. Además, Kivuli estaba equipado con un lanzador de dardos sedantes de precisión, un dispositivo integrado en sus garras reforzadas, capaz de disparar proyectiles silenciosos y efectivos con una exactitud impresionante.

Casi al instante, Kivuli reaccionó. Su vuelo fue un vuelo silencioso, un espectro ágil que cortaba el aire nocturno sin dejar rastro. Con la ayuda de su plumaje críptico, que le brindaba un camuflaje natural, y sus sensores de navegación avanzada, se acercó al guardia inconsciente con una precisión milimétrica. El pequeño búho se posicionó en el ángulo perfecto, utilizando el sistema de estabilización de su exoesqueleto, y disparó el dardo tranquilizante desde una distancia calculada.

El proyectil salió con un suave pero mortal silbido, impactando en el cuello del hombre con una eficacia impecable. Los propulsores miniaturizados le permitieron realizar un rápido desvío tras el disparo, alejándose del objetivo sin ser detectado.

Gabriela observo la trayectoria del dardo con atención, sus ojos entrenados capturando cada detalle del vuelo. Una leve sonrisa curvó sus labios, siempre fascinada por la precisión y gracia de los búhos de su amiga en acción.

Mariam abrió los ojos mientras observaba el impacto a través de la camara de Kivuli. —Dardo aplicado. Objetivo asegurado.— murmuró con calma, sus dedos descansando momentáneamente en los controles del nano-visor.

Gabriela asintió, su sonrisa aún presente mientras su cuerpo se mantenía bajo, arrodillada entre las sombras de los vehículos estacionados. Su mirada fija en el guardia a sus pies, ahora completamente neutralizado, se volvió seria nuevamente. El tiempo seguía corriendo, y la misión apenas comenzaba.

Gabriela: —Búho, rápido, escucha—.

Mariam:
—Atenta, ¿qué planeas, Víbora?—

Gabriela: —¿Tus búhos soportarán 100 kilos de peso hasta tú posición?—

Mariam tomó un momento para considerar, revisando mentalmente las capacidades de su escuadrón de búhos antes de responder con confianza:

—Positivo, pueden hacerlo. De hecho, es una gran idea; lo han hecho antes. El problema es que tendrán que descender a recogerlo, y eso los expondrá, llamará demasiado la atención—.

Gabriela levantó la vista con una expresión que mezclaba simpatía y una pizca de egocentrismo, su sonrisa ligeramente arrogante mientras respondía:
—¿Con quién crees que estás hablando, bella? No tendrán que bajar.—

Mariam parpadeó un instante, procesando sus palabras, antes de que la posibilidad más audaz cruzara su mente.

—No me digas que piensas lanzarlo por los aires—.

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