Capitulo 12

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Cuando finalmente llegaron al apartamento, la tarde había sido mucho más relajada de lo que Sophie había imaginado. Emma, aunque al principio algo distante, parecía estar más cómoda con cada paso que daban, y se notaba que la salida había hecho bien a la relación madre-hija. Se habían reído, compartido opiniones sobre ropa y hasta disfrutado de un café juntas. A pesar de los momentos difíciles de los últimos días, todo parecía estar encaminado a mejorar.

Sophie dejó las bolsas de compras en la mesa y se dirigió hacia la cocina para preparar algo de beber. Emma, por su parte, había decidido ir a su habitación, aún llevando consigo las prendas que había comprado. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el sonido insistente del celular de Emma interrumpiera la calma del apartamento.

El teléfono de Emma vibraba con fuerza sobre la mesa. Al principio, Sophie pensó que solo sería un mensaje, pero pronto se dio cuenta de que los tonos de llamada no cesaban. Emma, al escuchar el ruido, se apresuró a ir hacia la mesa para atender la llamada, su rostro cambiando al instante al ver quién estaba al otro lado.

Era Emmet.

Sophie observó desde la cocina con curiosidad mientras Emma atendía el teléfono, y en cuanto escuchó las primeras palabras, se dio cuenta de que algo no estaba bien.

—¡Emmet, ya te dije que no puedo! —respondió Emma con tono molesto, mientras intentaba controlar la voz que se quebraba de frustración. —No tengo permiso, ¡y no quiero discutir más sobre esto!

Sophie frunció el ceño y se acercó lentamente, preocupada por el tono de su hija.

—¿Emma, qué pasa? —preguntó Sophie, bajando la voz, pero sin dejar de mostrar su inquietud.

Emma apartó un poco el teléfono de su oído, mirando a su madre con una expresión que era difícil de leer, aunque claramente molesta. Respondió en voz baja pero firme:

—Emmet quiere que salgamos esta noche, pero no tengo permiso. Está insistiendo, y no sé qué hacer. No quiero mentirle, pero tampoco quiero quedarme aquí todo el tiempo.

Sophie, al ver la angustia de Emma, decidió dar un paso al frente, tratando de mantener la calma en medio de la tensión.

—Emma —dijo con serenidad—, entiendo que quieras salir, pero sabes que las reglas son las reglas. No vamos a permitir que te pongas en una situación incómoda por no seguirlas. Emmet debe entender que no es algo personal, solo estamos velando por ti.

Emma frunció el ceño y, claramente molesta, replicó:

—¡Pero eso no es justo! Todos los demás salen, ¿por qué no puedo hacerlo yo también? Siempre es lo mismo, ¡no soy una niña! —exclamó, su frustración evidente.

Sophie sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de Emma. Sabía que estaba pasando por una etapa complicada, donde los límites y la independencia comenzaban a ser una fuente constante de conflicto. Intentó mantener la calma, aunque por dentro también sentía el peso de la situación.

—Emma, sabes que no se trata de que no confíe en ti. Se trata de que necesitamos asegurarnos de que estés segura. A veces, las decisiones no son fáciles, pero no quiero que pongas en riesgo tu bienestar solo por complacer a otros —dijo Sophie, acercándose a su hija.

Emma, con el teléfono todavía en mano, miró a Sophie con una mezcla de frustración y resentimiento. La conversación con Emmet había terminado abruptamente, pero la tensión en el aire no desapareció. Emma soltó un suspiro profundo, cruzando los brazos mientras miraba hacia otro lado, evitando el contacto visual con su madre.

—No me entiendes, mamá —dijo Emma, con un tono de voz cansado, casi como si estuviera exhausta de la discusión que se había prolongado durante tanto tiempo—. Todos los demás pueden hacer lo que quieren, ¿por qué yo no? No te das cuenta de lo que me pasa por ser siempre la que no puede hacer nada. Papá... Papá sí me entiende, él es diferente.

Amor que Duele - Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora