Capitulo 19

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El silencio que siguió a las palabras del médico fue ensordecedor. Lamine cerró los ojos con fuerza, como si pudiera bloquear el dolor que lo estaba ahogando. Las palabras de Jennifer resonaban en su mente, pero no podía dejar de sentir el peso de la desesperación aplastándolo.

Emma, aún entre los brazos de su abuela, no dejaba de mirar hacia el quirófano, esperando ver a su madre salir, sana y salva. Pero en su corazón, un miedo profundo se asentaba, uno que no sabía cómo expresar con palabras.

—¿Cuánto tiempo llevará? —preguntó Brad, su voz quebrada, pero intentando mantenerse firme por su hija y su nieta.

El médico miró a Brad, luego a Lamine, y sus ojos se llenaron de un dolor que no podía ocultar.

—No lo sabemos aún, señor. La hemorragia es grave, y lo que necesitamos es estabilizarla lo antes posible. Si todo va bien, lo sabremos en unas horas. Pero les pido que estén preparados para lo que sea —respondió, su tono profesional pero cargado de una preocupación visible.

El peso de esas palabras cayó como un manto sobre todos. La espera se hizo interminable. Cada segundo parecía una eternidad, y Lamine, que había estado tratando de mantener la calma, sintió cómo la ansiedad se apoderaba de él. Miró hacia el pasillo, observando el ajetreo de los médicos y enfermeras que corrían de un lado a otro. Parecía que el tiempo no avanzaba, y su mente lo arrastraba a lugares oscuros, a escenarios en los que Sophie no salía de esa sala de operaciones.

En un intento por desviar su mente, se acercó a Emma y Sheila, que seguían sentadas en una sala de espera cercana, con las miradas perdidas.

—¿Em...? —Lamine no podía ni pronunciar el nombre de su hija sin que la angustia le apretara el pecho. Se sentó junto a ella y la abrazó con fuerza, como si eso pudiera borrar el dolor. Emma lo miró, sus ojos rojos de tanto llorar.

—Papá... ¿y si mamá no vuelve? —preguntó con una voz tan quebrada que a Lamine le dolió más que cualquier cosa.

—No, cariño. No pienses eso. Tu mamá va a salir de esto. Ella es fuerte, lo sabes —respondió Lamine, intentando calmarla, aunque en el fondo él mismo dudaba.

Sheila los miró a ambos, con la mirada llena de tristeza, pero también de una determinación que no podía negar.

—Hay que mantener la esperanza, Lamine. Sophie es nuestra luchadora. Lo sabemos todos. Pero no podemos dejar que el miedo nos consuma —dijo Sheila, con una fuerza callada en su voz.

Lamine asintió lentamente, aunque la angustia seguía siendo abrumadora. No podía negar el miedo que lo devoraba, y la imagen de Sophie inconsciente, en una mesa de operaciones, lo perseguía sin cesar. El simple pensamiento de perderla lo desgarraba por dentro.

De repente, la puerta del quirófano se abrió. Todos se levantaron de inmediato, como si hubieran estado esperando ese momento, y el médico que había salido antes los miró con seriedad.

—La operación fue exitosa. Hemos detenido la hemorragia —dijo el médico, y sus palabras fueron como un bálsamo para el alma de todos, aunque aún había una sombra de incertidumbre en su rostro.

—¿Está... está estable? —preguntó Brad, su voz casi inaudible, como si temiera preguntar y recibir una respuesta negativa.

—Está estable por ahora. Pero aún necesitamos mantenerla en observación. El siguiente par de horas serán críticas —respondió el médico, y su tono era claro: aunque el peligro inmediato había pasado, la situación seguía siendo grave.

Lamine dejó escapar un suspiro de alivio, pero su rostro seguía marcado por la preocupación. No quería volver a caer en el optimismo hasta ver a Sophie despertar.

Amor que Duele - Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora