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El beso de Kylie no solo me robó el aliento, sino que también me arrancó cualquier pensamiento lógico. Era como si toda la angustia acumulada, todo el amor reprimido y todos los temores se condensaran en ese instante. Su boca era cálida, su sabor dulce y embriagador, y la forma en que sus manos recorrían mi cintura me hacía temblar.

Mi corazón latía tan rápido que pensé que podría romperme. Pero no me importaba. No en ese momento.

Kylie rompió el beso por un segundo, solo para buscar mis ojos. Su mirada estaba cargada de algo que no podía descifrar, capaz amor, culpa o desesperación...

—Malia... —murmuró, su voz ronca, llena de deseo.

Pero no dije nada. Mis manos encontraron su rostro, acariciando suavemente su mandíbula, delineando sus labios. Quería memorizarla, cada detalle de ella, porque si esta era la última vez, quería que fuera perfecta.

Volví a besarla, esta vez con más intensidad, dejando que mis manos se deslizaran hacia su cabello, enredando mis dedos en esos mechones oscuros que siempre parecían tan suaves. Kylie gimió contra mis labios, y el sonido encendió algo dentro de mí, algo que no había sentido antes con tanta fuerza.

Sin darme cuenta, sus manos habían subido desde mi cintura hasta mi espalda, trazando caminos lentos pero firmes, como si estuviera explorándome por primera vez. Cuando llegó a mi cuello, sus dedos se deslizaron con una delicadeza que me arrancó un suspiro.

—Eres tan hermosa... —susurró, casi sin aliento, mientras sus labios se movían hacia mi mandíbula y luego a mi cuello.

Sentí un estremecimiento recorrer mi cuerpo. Mi mente estaba nublada, perdida en la sensación de su piel contra la mía, de su aliento caliente en mi cuello. Quería decirle cuánto la amaba, cuánto significaba para mí, pero las palabras parecían insuficientes.

—Kylie... —supliqué en un susurro, mi voz temblorosa.

Ella respondió guiándome hacia atrás, hasta que sentí el borde de su cama contra mis piernas. Con una delicadeza que me sorprendió, me empujó suavemente para que me sentara. Luego, se arrodilló frente a mí, tomando mis manos entre las suyas.

—¿Estás segura de esto? —preguntó, su voz temblando ligeramente, como si tuviera miedo de mi respuesta.

La miré fijamente, notando cómo sus ojos oscuros estaban llenos de emoción, como si también estuviera luchando contra sus propios demonios. Mi pecho se apretó al darme cuenta de cuánto la amaba, de cuánto me dolía saber que esta despedida no era solo física, sino emocional.

—Sí —respondí, segura de que lo único que quería era estar con ella, aunque fuera por última vez.

Kylie se levantó lentamente, inclinándose hacia mí hasta que nuestros labios volvieron a encontrarse. Esta vez el beso fue más suave, más lento, pero no menos intenso. Sentí sus manos en mis muslos, deslizándose hacia arriba con una confianza que me hizo arquear la espalda.

Cuando sus dedos encontraron el borde de mi blusa, los deslizó por debajo, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la urgencia de su respiración. Sus labios dejaron los míos y bajaron por mi cuello, dejando un rastro de besos húmedos que encendían cada nervio de mi cuerpo.

—Dime si quieres que me detenga... —murmuró contra mi clavícula.

Negué con la cabeza, incapaz de hablar. En lugar de palabras, mis manos buscaron las suyas, guiándolas hacia donde quería que estuvieran. Ella entendió el mensaje, y cuando sus manos se posaron en mi cintura, tiró de mí hacia ella, haciéndome sentir más cerca, más suya.

Aeternum - Kylia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora