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Desperté con los ánimos tan arriba que no podía pensar en nada más que en anoche. La escena volvía a mi mente una y otra vez: el beso de Vale, su sonrisa, el calor de sus labios en los míos. Una parte de mí se sentía como una adolescente, emocionada y nerviosa. Otra parte no podía evitar preguntarse si estaba bien dejarme llevar así.

Me revolví entre las sábanas, con una sonrisa tonta en el rostro. Finalmente, después de mirar el techo por varios minutos, me levanté.

El espejo del baño reflejaba mi cabello despeinado y mi rostro somnoliento, pero mis ojos brillaban con una emoción que no veía en ellos desde hace mucho tiempo. Abrí el grifo, dejé que el agua fría cayera sobre mis manos y me lavé la cara con cuidado, sintiendo cómo despertaba por completo.

Con el cepillo de dientes en la boca, miré mi reflejo y traté de imaginar cómo sería mi día. Algo en mi interior me decía que sería especial.

Después de lavarme, saqué mi estuche de maquillaje y decidí ponerme un poco de corrector para las ojeras y un toque de rubor. Nada exagerado, solo lo suficiente para verme fresca. Me recogí el cabello en una coleta alta, dejando que algunos mechones cayeran libres, y escogí un atuendo cómodo: unos shorts ajustados y un polerón verde oscuro, delgado pero cálido.

Lista para salir, bajé a la cocina. Mamá no estaba, probablemente en el mercado o visitando a alguna vecina. No quería esperar, así que tomé mi bolso y salí directamente a la panadería.

El aroma del pan recién horneado me recibió incluso antes de entrar. La panadería de los Baker era un lugar pequeño pero acogedor, con estanterías llenas de bollos dorados y vitrinas repletas de dulces tentadores.

Al cruzar la puerta, noté que la señora Baker parecía diferente. Su rostro, usualmente cálido y tranquilo, estaba cansado, como si algo la estuviera agobiando.

—Buen día —saludé, intentando captar su atención.

—Buen día, Kylie —respondió con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

Antes de que pudiera decir algo más, una vocecita conocida llenó el aire.

—¡Hola!

Davi apareció corriendo desde el fondo de la tienda, con sus rizos oscuros rebotando a cada paso. Su energía contagiosa me arrancó una sonrisa.

—¡Vaya, vaya! Una pequeña traviesa anda por aquí —dije mientras la alzaba en brazos.

—Sí —intervino la señora Baker, suspirando. Su voz cargaba un cansancio que no podía ocultar—. Hicimos una pijamada, ¿verdad, bebé?

—¡Sí! ¡Con mi abue! —respondió Davi, antes de bajar al suelo y desaparecer entre los pasillos de la panadería.

Volví mi atención a la señora Baker mientras elegía el pan. Agarré uno cuadrado, un pan molde, un bollo dulce. Básicamente, quería probar de todo. Pero no podía ignorar la inquietud en su rostro.

—¿Está todo bien? —pregunté, mirándola con preocupación.

Ella suspiró profundamente antes de hablar.

—Ay, hija... Bryce volvió, pero por lo que ves, no incluye a la bebé en sus planes. Eso me duele. Davi es tan buena...

Su voz se quebró, y mis ojos se llenaron de lágrimas al imaginar a Davi, tan llena de vida, lidiando con el rechazo de su propio padre.

Dejé las pinzas a un lado y me acerqué para abrazarla.

—Todo estará bien. Las cosas pasan por algo —dije, intentando consolarla. Luego añadí—: Si necesita ayuda con Davi, no dude en pedírmelo.

Aeternum - Kylia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora