28 Hagamos de cuenta

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Capítulo 28

Hagamos de cuenta

- ¡Mami! Expreso Valentina

Soledad se giró y tomo aire, tomó compostura y se sentó en el sofá.

- Hija que bueno que llegaste. Ven siéntate. ¿Cómo te fue? Valentina se extrañó por la tranquilidad de la mujer. Camino a ella y se sentó a su lado. Un poco callada intento hablar.

- Bien. He. Mami. Yo. Lo que viste. Soledad inmediatamente colocó su mano sobre la mano de su hija la acarició.

- Cuéntame de tu trabajo. De tus libros. ¿Comiste algo? Valentina suspiró un poco y con un gran nudo en su garganta. Volvió a insistir.

- Mami. Juliana.

- No Valentina. No. Mírame. Tú eres mi mayor tesoro. Tú sabes cuánto te amo y como pienso. Así que no vamos a tener esa conversación. Mi amor por ti es incondicional, pero eso no incluye mis costumbres y mis creencias. Nunca vas a dejar de ser mi hija. Jamás. Tú naciste de mí y créeme jamás alguien te va a amar como te amo yo. No significa que tú no valgas.

- Sé lo que quisiste decir mami, pero...

- Pero hoy es un día donde quiero estar con mi princesa, con la hija que tanto amo y no digo que más amo porque Santi se ofende, pero tú no sabes lo orgullosa que estoy de ti por todo lo que has logrado. Valentina asintió. - ¿Comiste? Valentina sabía perfectamente cómo era su madre y trataba de evadir una conversación para no salir sufriendo, era él mecanismos de defensa que tenía desde siempre. Cuando era pequeña y había sido maltratada por su esposo siempre tenía una enorme sonrisa para con sus dos péquenos y una de las cosas que siempre preguntaba era. - ¿Ya comiste hija? Para prepararte algo rico.

- Comí hace unas cuantas horas mamá. Sí me gustaría algo rico que me prepares. Valentina no pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla y la limpio Soledad, le dio un beso y se levantó. - Hija allí trajo tu manager unos documentos.

Cerró los ojos Valentina, lamentando que olvidó por completo pasar de nuevo a la oficina. Sabía que su mamá estaba consciente que no estaba en la oficina, que vio el beso y que ella tenía algo con Juliana. Solo decidió omitir el tema y hacer de cuentas que no estaba pasando.

Valentina tomó el sobre y con lágrimas en sus ojos solo trato de reflexionar que aún no era el momento indicado para que su mamá recibiera de golpe todo lo que ella estaba haciendo en su vida amorosa. Era mejor dejar el tiempo al tiempo. Ella y Juliana eran felices y tenían el apoyo de amigos, los padres de Juliana. Estaban y se sentían tan bien estar la una familia ara la otra. A Juliana le encantaba la Valentina que cuidaba de su madre y a Valentina le hacía tanto bien una mujer con tanta empatía y con tanto cuidado.

Se levantó firmó los documentos y solo se fue con su mamá a hablar de tantos temas que les hacían tanto bien a ambas. Se podían reír de chistes y cuentos familiares del pasado.

Después de darle de comer Soledad a su hija. Le dio un beso y se despidió para irse a dormir. Le susurró.

- Créeme Vale. Yo a ti te amo como no tienes idea. Siempre te lo he dicho. Eres la luz de mis ojos. Eso no lo cambiará nada. Nunca lo olvides. Soy una vieja con sus propios principios. Valentina asintió. Soledad abrazó a su hija y se fue a su habitación sentándose en la cama a llorar.

Sus pensamientos eran una y otra vez. - ¿Qué mal hice? ¿En qué me equivoqué? ¿En que falle como madre? Hice todo por sacarlos adelante, no permití que mis hijos vieran más violencia. No deje que ellos vivieran con el borracho de su padre, pero Santi cada día se parece a su papá y ahora tengo una hija que le gusta... Ay Dios ayúdame.

Hazme el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora