Al día siguiente...
Fernando se despertó en su cama. Solo. Sin resaca, por primera vez en unos días.
Las cosas con Leonor seguían siendo confusas. Hubiese querido tener la oportunidad de hablar después de quedar libre. Ni siquiera sabía todavía qué castigo le iban a imponer. Aunque aquello tendría que esperar.
Hoy era un gran día. El día que el príncipe cumplía los 21 años y, por tanto, el día que las gentes de Lazonia conocerían a su prometida.
El castillo estaba decorado con guirnaldas de flores y luces. El personal de palacio corría de un lado a otro, asegurándose de que todo estuviera perfecto para la gran celebración. Los invitados, vestidos con sus mejores galas, resultaban ajenos a las preocupaciones de la cabeza del príncipe. Pero a él solo le importaba una persona.
Fernando entró al salón. El techo abierto reflejaba el azul del cielo, donde varias nubes blancas adornaban aquel escenario demasiado idílico para como se sentía. Miro hacia la estancia, nervioso. Pero unas manos suaves cogieron las suyas.
Isabel, su prometida, vestía un elegante vestido color melocotón con bordados frutales. Era toda una princesa digna de cualquier rey. Fernando era consciente de su belleza. Una mujer tan dulce, que además le había puesto las cosas tan fáciles. Una tapadera ideal. ¿Por qué no podía estar conforme con aquello?
Catalina se giró hacia ellos y les hizo avanzar hacia la mesa, donde se encontraba una enorme tarta de nata.
—¡Gracias a todos por venir!—dijo Catalina.—Hoy es un día muy especial para mí, no solo porque es el cumpleaños de mi querido hijo, sino también un nuevo capítulo en su vida. Es un honor para mí presentarles a una persona muy especial, alguien que ha traído mucha felicidad a nuestra familia.
Ana III, la Reina Madre seguía sin aparecer y las noticias de una guerra con Ardania eran cada vez más preocupantes. Fernando se preguntaba dónde estaba la Reina. Pero su madre, Catalina, era una experta en fingir que todo iba bien. Catalina hizo un gesto hacia su hijo, quien avanzó seguido de su prometida.
—Isabel, desde el momento en que te conocimos, supimos que eras alguien extraordinario. Tu inteligencia, tu bondad y tu dedicación han sido evidentes en cada interacción. Has demostrado ser una compañera leal para Fernando, y estamos encantados de darte la bienvenida a nuestra familia. Sabemos que esta unión fortalecerá aún más los lazos entre nuestras familias.
Tomó la mano de Isabel y la llevó al centro de la sala.
—Ella es Isabel, mi prometida.
La multitud aplaudió, y Fernando e Isabel se acercaron a la mesa, rodeados de amigos y familiares que les felicitaban.
Mientras tanto, Leonor se quedó sentada en su silla, justo al lado de la que correspondía a Fernando, como una broma de mal gusto. Aunque ya había tomado una decisión, aún trataba de procesar sus sentimientos.
Catalina había sido clara acerca de sus opciones. Y su padre estaba también decidido con aquello. No le parecía un precio grande por traición.
La culpa de todo aquello era de Isabel, quien había estado jugando con fuego. Otra vez. Como cuando trató de borrarle la memoria. Memoria que empezó a recuperar después de aquel beso. Un beso tan potente como para romper maleficios. Un beso no tan fuerte como para interponerse a los intereses de su propia familia.
Fernando se acercó a Leonor, interrumpiendo sus pensamientos con una sonrisa confiada. Ella no pudo evitar mirarle los labios. Se ve que cuando besas a alguien una vez tu propio cuerpo te traiciona y sobreentiende que debe hacerlo al menos otra más.

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La Competición
FantasyLas hermanas Mendoza son invitadas a la Corte Real de Lazonia para competir por la mano del príncipe Fernando. Isabel sueña con su propia historia de amor real mientras que Leonor, la rebelde de la familia, prefiere la libertad del bosque a las rígi...