Acusaciones

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Leonor recorrió el castillo de arriba abajo, buscando a Fernando por todos lados. Cada rincón, cada pasillo, cada sala. No había ni rastro de él. La desesperación comenzaba a apoderarse de ella, su corazón latía con fuerza mientras sus pensamientos se arremolinaban en su mente. ¿Dónde podría estar? ¿Por qué no podía encontrarlo?

La frustración y la preocupación crecían en su interior con cada minuto que pasaba. Sentía que el tiempo se le escapaba entre los dedos, y la incertidumbre la consumía. Cada vez que preguntaba a alguien, recibía la misma respuesta: nadie había visto a Fernando. Pero ella necesitaba encontrarlo. Confrontar con él lo que le había contado Isabel. Si es cierto que albergaba esos sentimientos por ella. La sensación de impotencia la abrumaba, y sus pasos se volvían cada vez más rápidos y desesperados.

Decidió dirigirse a los jardines, esperando encontrarlo allí. El aire fresco y el susurro de las hojas no lograban calmar su agitación. Mientras recorría los paseos de gravilla, su mente no dejaba de imaginar los peores escenarios. Necesitaba encontrar a Fernando, necesitaba respuestas, y sobre todo, necesitaba saber que no estaban cometiendo una equivocación con todo aquello.

Pero al llegar a los jardines fue otra persona a la que se encontró en lugar del príncipe. Su rostro estaba marcado por la preocupación y la urgencia.

—Padre.

—Hija. Ese vestido...te sienta espectacular. ¿Te he dicho ya lo que me recuerdas a tu madre?—Leonor pasó las manos por los bordados del corsé, incrédula.—Tenemos que hablar. He oído rumores preocupantes. Van a acusarte de traición por usar trucos contra la corona.

Leonor sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. La acusación de traición era grave, y sabía que las consecuencias podían ser desastrosas. Incluso podría terminar con una condena a muerte.

—¿Qué? ¿Cómo es posible? —preguntó, su voz temblando.

—Dicen que has utilizado magia para manipular a Fernando y asegurar tu compromiso. Los miembros de la corte están furiosos, y algunos incluso exigen tu encarcelamiento inmediato—explicó su padre, con el rostro sombrío.

Leonor sintió una mezcla de miedo y rabia. Sabía que la situación era complicada, pero no esperaba que llegara a este punto.

—Pero yo no...no he hecho nada—dijo, tratando de defenderse.

—Lo sé, hija, pero los rumores son poderosos. Debes prepararte para lo peor —advirtió su padre.

Antes de que pudieran continuar la conversación, un grupo de guardias apareció en el jardín. Sus rostros eran serios y decididos. Su padre soltó un improperio.

—Leonor, estás bajo arresto por traición contra la corona —anunció el capitán de la guardia.

Leonor miró a su padre, buscando apoyo, pero él solo pudo ofrecerle una mirada de tristeza y resignación. 

—Por favor, no lo hagáis. Ella es inocente —intentó interceder su padre, pero los guardias no se dejaron convencer.

—Lo siento, señor, pero debemos cumplir con nuestras órdenes —respondió el capitán.

Alargó la mano hacia su hija en una caricia breve, que Leonor sintió como una despedida.

Los guardias rodearon a Leonor y la llevaron hacia el interior del castillo. Mientras caminaba, sentía las miradas de los sirvientes y los nobles, llenas de curiosidad y juicio. La llevaron por los pasillos del castillo y la bajaron por unas escaleras a una celda fría y oscura. La encerraron  dejándola sola con sus pensamientos y temores.

Leonor se sentó en el suelo de la celda, abrazando sus rodillas. Sabía que debía ser fuerte, pero la incertidumbre y el miedo la abrumaban. ¿Qué sería de ella ahora? ¿Y qué pasaría con su familia? ¿Y con Fernando? ¿Qué pensaría él de todo esto? ¿La acusaría y se desharía de ella? ¿Lucharía por rescatarla? Mejor no hacerse ilusiones. Bastante tenía ya como encima tener que lidiar con el desamor. 

Las preguntas sin respuesta la atormentaban mientras la oscuridad de la celda la envolvía.

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