Leonor e Isabel fueron llevados a la sala del trono. Era una vasta y majestuosa habitación, con altos techos abovedados y paredes adornadas con tapices que narraban la historia del reino. Las columnas de mármol blanco se alzaban a ambos lados de la sala. A lo largo de las paredes, estandartes con los emblemas de la familia real ondeaban suavemente con la brisa que entraba por las ventanas altas y estrechas. El ambiente estaba cargado de tensión, y el eco de sus pasos resonaba en el silencio, aumentando la sensación de gravedad del momento. Los guardias dejaron caer a ambas hermanas.
La Reina Consorte Catalina se adelantó, su mirada fija en Leonor. El silencio en la sala del trono era ensordecedor, y la tensión se podía cortar con un cuchillo.
—Leonor, el castigo por traición es la muerte —anunció la Reina Consorte, su voz fría y sin piedad.
Fernando llegó corriendo al salón del trono, su respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza. Al entrar, vio a Leonor de pie frente a la Reina Consorte, con una expresión de desesperación en su rostro. Sin pensarlo dos veces, Fernando se lanzó hacia adelante, interponiéndose entre Leonor y la Reina.
—¡No! No podéis hacerle esto.—suplicó Fernando, su voz quebrada por la emoción.
La Reina Catalina, observando la escena, y dio unos pasos hacia adelante, su mirada fija en Fernando.
—Fernando, esto no es solo sobre ti. Es sobre la integridad de la Corona —respondió la Reina Catalina, su voz firme pero menos fría, mientras levantaba una mano en señal de autoridad.
Fernando giró su cabeza para mirar con intensidad la Leonor, tratando de transmitirle fuerza y apoyo.
—Por favor, madre, ella no ha hecho nada malo. Todo esto es un malentendido —insistió Fernando, con lágrimas en los ojos.—Si alguien debe ser castigado, que sea yo. Cierto que ella ha usado la poción, pero eso no me ha afectado madre. No puede afectarme la poción porque yo ya...yo ya estaba enamorado de ella. Eso no puede cambiarlo la magia. Lo que sí es cierto es que no estaba dispuesto a que nadie más ganase la competición.
La Reina Consorte suspiró.
—Quizás haya una manera de resolver esto sin derramamiento de sangre —dijo, suavizando su tono. —Fernando, estoy muy molesta contigo. Sé que has hecho trampas. No puedes seguir actuando de esta manera y esperar que no haya consecuencias.
Fernando bajó la cabeza, sintiendo el peso de la culpa y la vergüenza.
—Lo siento, madre. No sabía que llegaría a esto. —respondió, su voz quebrada por la emoción.
—Quizás haya una manera de resolver esto sin derramamiento de sangre —repitió Catalina, suavizando su tono—. Pero debes aprender a asumir la responsabilidad de tus acciones, Fernando. Esto es una lección para ti. Debes aprender a luchar por las cosas que realmente importan, sin recurrir a engaños.
Fernando asintió, comprendiendo la gravedad de sus acciones y decidido a enmendar sus errores.
—Tener una poción prohibida es una traición a la Corona. No puedo dejar que esto quede impune. —La Reina mira a su hijo—Pero estoy muy orgullosa por ti, Fernando. Estás aprendiendo a luchar por las cosas que realmente te importan —añadió.—Decreto la libertad de Leonor, pero a la espera de resolver cual va a ser su castigo.
Leonor e Isabel soltaron un suspiro profundo, como si una pesada carga se hubiera levantado de sus hombros. La tensión que había estado presente en el aire comenzó a disiparse.
Las hermanas se abrazaron de nuevo ante la mirada de Fernando quien, tras ver la escena, abandonó la sala.
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La Competición
FantasyLas hermanas Mendoza son invitadas a la Corte Real de Lazonia para competir por la mano del príncipe Fernando. Isabel sueña con su propia historia de amor real mientras que Leonor, la rebelde de la familia, prefiere la libertad del bosque a las rígi...