POV FREEN
Me desperté al sentir unas pequeñas manitas recorriéndome toda la cara. Un dedito curioso intentaba abrirme un ojo, y otro me jalaba la nariz. Con un esfuerzo monumental, abrí los ojos y me encontré con Yoko, mirándome con una sonrisa tan inocente como traviesa.
Freen—Hola, amorcito, ¿qué pasó?—murmuré, sosteniéndola con cuidado para que no se moviera demasiado y no despertara a Beck, que dormía profundamente a mi lado.
Yoko, con esos ojitos brillantes y su vocecita entrecortada, señaló su pancita mientras hacía un ruido adorable.
Yoko—Hambre... grrr—dijo, frotándose la barriguita con dramatismo como si no hubiera comido en días.Traté de no reírme demasiado fuerte al escucharla. Sus "grrr" parecían más los de un gatito hambriento que los de alguien en apuros.
Freen—Oh, ya veo. Mi pobre bebé se está muriendo de hambre a las tres de la mañana...—respondí con tono teatral mientras la acomodaba en mis brazos.
Yoko asintió con seriedad, como si hubiera sido un milagro que entendiera la gravedad de la situación.
Freen—Está bien, pequeñita. Vamos a la cocina, pero tienes que ser muy silenciosa, ¿vale?—le susurré, levantándome con cuidado.
Yoko, emocionada, juntó sus manitas y balbuceó emocionada:
Yoko—¡Ssshhh! ¡Calla!-Mientras caminábamos hacia la cocina, sentí que Yoko apoyaba su cabecita contra mi hombro, su cabello suave haciéndome cosquillas en el cuello. Era imposible no sonreír. ¿Cómo podía ser tan adorable?
Al llegar a la cocina, encendí la luz más tenue y abrí el refrigerador. Yoko, que parecía estar inspeccionando todo como una crítica culinaria profesional, señaló una papilla de frutas con una exclamación dramática.
Yoko—¡Esa! ¡Rico!-Freen—¿Esta?—le pregunté, levantando el frasco con una ceja arqueada.
Yoko, asintiendo frenéticamente, respondió con entusiasmo:
Yoko—¡Sí! ¡Yo, quiero ya!-Me senté con ella en la mesa, la coloqué en su silla alta improvisada (también conocida como mi regazo), y abrí el frasco. Pero antes de darle la primera cucharada, Yoko extendió una manita hacia mí y balbuceó:
Yoko—Primero tú.-Freen—¿Qué? ¿Yo? ¿Quieres que pruebe?-
Ella asintió, completamente seria, como si estuviera supervisando un control de calidad. No pude evitar reírme bajito.
Freen—Está bien, jefa. Pero si no está rico, ¡te lo comes tú igual!—le dije, probando un poquito de la papilla.
No estaba mal, aunque definitivamente no era mi primera opción de comida a las tres de la mañana.
Freen—Confirmado, está delicioso. Ahora, vamos contigo-Yoko, satisfecha con mi aprobación, abrió la boquita como un pajarito. Mientras comía, hacía ruiditos de satisfacción entre cada cucharada.
Yoko—Mmm... ¡rico! ¡Yo feliz!-La escena era tan tierna que casi me olvidé de que estaba completamente despierta a horas imprudentes.
Cuando terminó, se limpió la boquita con la manga de su pijama antes de mirarme con esos ojitos chispeantes y balbucear:
Yoko—Gracias, mami-Mi corazón se derritió por completo, no era la primera vez que me decía así, pero todavía no me acostumbraba. La cargué nuevamente en mis brazos y le di un besito en la frente.
Freen—De nada, mi pequeña terremoto. Ahora, tomemos leche antes de irnos a dormir, ¿te parece?—le susurré mientras acariciaba su cabecita suave.
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