ⅪⅠ

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"Los Peligros del Bosque."

No tengo idea de cuántas horas han pasado desde que me quedé dormida, pero la voz del chico del doce me despierta y tardo unos instantes en reaccionar; tengo el sueño muy pesado y normalmente despierto desorientada, hoy no es la excepción. Me toma unos segundos entender que estoy dentro de la tienda de campaña que había armado esta mañana, el chico del doce es apenas una sombra oscura en la entrada de la misma.

—Es hora de tu guardia—anuncia él—. Anochecerá en unas horas.

—¿Por qué me despiertas a mí?—pregunto aún confundida y un poco molesta, estaba durmiendo de lo más lindo—. Yo no monto guardia hoy.

—No te hablaba a ti, lamento haberte despertado—contesta el chico del doce—. Se supone que él se encarga de la última guardia.

Doy media vuelta y observo a Cato quien duerme plácidamente a mi lado, quedo estática por unos segundos, de haber querido matarme lo pudo haber hecho sin problemas, ni siquiera me había dado cuenta de que se metió a la tienda.

—¿¡Qué se supone que haces aquí!?—pregunto enojada y él despierta asustado, empuña una espada mediana que descansa a su costado, pero la suelta al ver que soy yo quien le está gritando—¿Cuándo entraste? ¡Casi me matas del susto!

—Maldita sea, Clove ya tranquilízate—murmura frotándose los ojos con pereza—. No te he hecho nada.

"Aún no", pienso.

—Me voy, uno de los dos tendrá que montar guardia.

El chico del doce cierra nuevamente la tienda y se aleja rápidamente.

—Es que no dejas la costumbre de colarte en donde sea que estoy durmiendo—lo recrimino—. Al menos avísame si vas a hacerlo, por poco me causas un infarto.

—Está bien, te aviso que de ahora en adelante dormiremos juntos en esta tienda.

—¿Se te ha cruzado por la mente que probablemente no quiero hacerlo?

Él suspira y me observa durante unos segundos antes de contestar.

—Somos del mismo distrito, pienso que será mejor que nos ayudemos entre los dos—dice finalmente—, pero si quieres aliarte con otra persona ya es problema tuyo, dudo que duren mucho tiempo de todas formas.

—¿A qué te refieres?

Me deja con la palabra en la boca y sale de la tienda, ni se molesta en llevarse su saco de dormir o su chaqueta, este hombre tiene un exceso de confianza que me saca de quicio.

Me coloco mi chaqueta y salgo detrás de él, lo sigo hasta la entrada de la cornucopia; veo de reojo una tercera tienda y me pregunto si Marvel estará compartiéndola con el chico del doce. La tienda de Glimmer y Tara está inmóvil así que supongo que ambas siguen durmiendo.

—Oye, no me dejarás hablando sola—Quiero pensar que sueno amenazante, aunque sea para las cámaras que estarán enfocándose en nosotros ahora mismo—, ya deja el secretismo.

—Clove, deja de fingir que no entiendes a qué me refiero—dice él entrando a la cornucopia, observa las espadas por unos instantes y saca una cuantas del panel donde están exhibidas—. No tocaré el tema de nuevo, piensa en lo que te acabo de ofrecer y me avisas qué decides cuando volvamos en la mañana.

¿Acaso me está ofreciendo una alianza para acabar con nuestros aliados?

La idea es tentadora y peligrosa, porque sé que cuando quedemos los dos, él no dudará un segundo en atravesar mi cuerpo con alguna espada como había hecho con la chica de la fogata. Por otra parte, es mi mejor opción para deshacerme de la competencia sin esforzarme demasiado; mi cabeza da vueltas, la desconfianza aumenta con el paso del tiempo y me dan ganas de salir corriendo muy lejos de todos ellos.

Estoy segura de que luzco como una completa estúpida, y las cámaras dentro de la cornucopia estarán transmitiendo mi rostro en todos los televisores del país. Me recuesto por la pared metálica y sujeto mi rostro con ambas manos, no sé qué es lo que debo hacer, puesto a que todas mis opciones son arriesgadas; me duele la cabeza y siento que vomitaré en cualquier momento, de igual forma finjo seguridad y abro una bolsita de fruta deshidratada para cargar mi estómago con algo. Recuerdo las barras nutritivas y salgo de la cornucopia rumbo a la tienda, en busca de mi mochila.

Vuelvo para equiparme mejor; no saco el pequeño bolso con medicamentos porque es lo más útil que tengo, decido cargarme con solo un cuchillo grande porque pesa demasiado y me va mejor con los de tiro de todas formas, coloco más barras nutritivas dentro de mi mochila, no sé de dónde viene la paranoia con respecto a quedarme sin comida pero siempre he escuchado a mis instintos. Cargo una nueva botella de solución salina y varias vendas, así como más pastillas purificadoras de agua.

La mochila está más liviana y me hace sentir segura por alguna razón, mi chaleco está cargado a tope con cuchillos de tiro y prefiero no colocar nada en mi cinturón porque ya no podría moverme con facilidad; dejo mi mochila en el suelo y apoyo mis antebrazos sobre una gran caja, realmente no tengo interés por su contenido, agacho la cabeza y me quedo así por un buen rato. He dormido bien pero el cansancio mental no se ha ido a ningún lado y tengo el presentimiento de que cada vez sería peor, capaz me volvería loca.

Miro de reojo a Cato quien emerge desde el fondo de la cornucopia cargando su mochila en una mano y empuñando una espada de gran tamaño en la otra, intento ignorarlo.

Camina lentamente hacia mí y espero que no intente sembrar más inquietudes en mi mente, pero eso es exactamente lo que desea hacer. Se detiene detrás de mí, suplico mentalmente que salga de la cornucopia de una vez y me deje sola, pero no lo hace; me quedo apoyada sobre la caja sin levantar la cabeza, finjo no haberme percatado de su presencia hasta que veo como sus antebrazos aparecen junto a los míos, siento su pecho pegado a mi espalda y dejo de respirar por unos segundos, trago saliva mientras el miedo me cierra la garganta.

Él pega su boca a mi oreja y susurra muy despacio, como si no quisiera que las cámaras que nos rodean escucharan lo que tiene para decirme.

—Vamos, Clove—Su voz me da escalofríos, cierro los ojos y aprieto los puños por inercia—. Ellos no son competencia para nosotros, y tú lo sabes tan bien como yo.

El pánico evita que piense con claridad, sé que el país entero nos está observando en estos momentos y cualquier cosa que haga o diga afectará el trato que los patrocinadores tendrán con nosotros más adelante, quiero saber cómo está la situación allá afuera, quiero saber qué es exactamente lo que los telespectadores esperan de mí, de ambos.

Deshacerme de la competencia viene con un costo, y es la posibilidad de amanecer con una espada incrustada en mi pecho; aunque de todas formas ya estoy corriendo ese riesgo al ser parte de la alianza profesional.

—Hagámoslo entonces.

Él suspira y siento su respiración chocar contra mi cuello, agradezco traer la chaqueta puesta porque así no puede ver que se me ha erizado la piel. Salgo de la cornucopia y me siento en el pasto, el sol baja lentamente así como la temperatura, la noche se avecina y con ella la cacería, con un poco de suerte hoy encontraríamos a más tributos en el camino. Esperamos a que anochezca para despertar a los demás, basta con gritarles un poco y sacudir sus tiendas para que comiencen a alistarse.

—¡Oye, Clove!—me llama Marvel desde la cornucopia y hace un ademán para que me acerque a él—. Deberíamos poner trampas alrededor de nuestro campamento base, es cuestión de tiempo para que algunos tributos se arriesguen a volver en busca de suministros.

Tiene un buen punto, nos han dejado redes y sogas perfectas para armar trampas, así que decidimos colocar cuatro: una en cada punto cardinal. Resulta ser que Tara tiene una habilidad increíble para amarrar nudos, supongo que es gracias a que en su distrito trabajan con la pesca. Ella parece notar la fascinación en mi rostro.

—Hago estas cosas desde que tengo memoria—explica mientras ata una soga con agilidad—. Toda mi familia trabaja en el muelle, los nudos que mantienen a los barcos amarrados a la costa deben ser perfectos.

Marvel ha colocado una red en el suelo y la cubre con hojas para que no sea visible, las sogas la mantienen bien extendida. Cuando alguien ponga un pie en ese lugar, la trampa se activará, dejando a la víctima colgando en la red.

No ayudo mucho, ya que mis habilidades con las trampas son pésimas, me limito a sacarles conversación para que ignoren el hecho de que no estoy haciendo nada. Una vez que las trampas están listas, nos adentramos en el bosque una vez más; caminamos y corremos por horas, no encontramos a ningún tributo y la situación se torna preocupante porque estamos quedando en ridículo. Siento la tensión aumentar lentamente entre todos los miembros de la alianza, en cualquier momento llegaría el amanecer.

—¡Cuidado!—grita Tara tomándome del brazo y echándose a correr—¡Muévanse! ¡Ya!

Me giro para observar qué es lo que está ocurriendo y veo a un sauce desplomándose hacia nosotros, Tara me estira hacia un costado y salimos de la zona de impacto del árbol, este levanta una gran polvareda al tocar el suelo. El lugar se llena de humo y me cubro el rostro con la chaqueta para poder respirar, la temperatura aumenta rápidamente y no logro ver nada.

Siento que algo golpea mis piernas y seguidamente oigo varios pasos a mi alrededor: una estampida. Decenas de animales se abren paso entre nosotros corriendo a toda velocidad, distingo unos cuantos conejos y creo haber visto a un ciervo, están huyendo de algo.

Levanto la mirada y ahogo un grito al ver cómo una cortina de fuego se levanta a unos veinte metros de distancia; las llamas se alzan sobre las copas de los árboles más altos, es cuestión de segundos para que el incendio llegue hasta nosotros.

Me aseguro la mochila y salgo corriendo cuesta abajo lo más rápido que puedo, siguiendo los gritos de mis aliados y el ruido de la estampida.

El humo me limita la visibilidad, distingo una silueta humana en la lejanía cuando una bola de fuego roza mi rostro y se estrella contra un árbol a unos tres metros de dónde me encuentro: esto es obra de los Vigilantes.

Probablemente los juegos ya estaban resultando aburridos para los telespectadores y tuvieron que ingeniar esto para reunirnos con los otros tributos que están escondidos en el bosque, ya que no habíamos encontrado a nadie por cuenta propia.

El árbol se envuelve en llamas y me obliga a tomar otro camino, corro en zigzag intentando evitar las bolas de fuego que se cruzan a mi alrededor, logro escapar del incendio pero asumo que no será por mucho tiempo.

He inhalado demasiado humo, mi garganta y mi nariz comienzan a arder, siento punzadas en el pecho cada vez que intento respirar pero me obligo a seguir corriendo, esquivando los árboles que aparecen en mi camino y evitando mirar hacia atrás. Las bolas de fuego impactan contra árboles que se encuentran medianamente lejos de mí, los Vigilantes no están intentando matarme, sino que me están llevando hacia algo en específico.

Comienzo a toser y el dolor punzante en mi pecho se vuelve cada vez peor; no logro ver el incendio a la distancia pero el humo es espeso y me siento mareada, me sujeto al tronco de un árbol y comienzan los vómitos; no he comido casi nada desde ayer así que lo que mi cuerpo está expulsando es el ácido de mi estómago, esto me quema la nariz, la garganta y la boca.

Luego de unos minutos me dejo caer de rodillas al lado del árbol, se me cierra la garganta y apenas logro respirar. Comienzo a desesperarme porque me arden los ojos y no veo nada más que una humareda negra que me rodea vaya a dónde vaya.

Mi mente está alerta pero mi cuerpo no responde como debería, el humo se disipa un poco y estoy segura de que he dejado el incendio atrás, con torpeza intento ponerme de pie, me limpio la boca con la manga de la chaqueta e intento correr cuesta abajo. Oigo gritos a la lejanía y supongo que son mis aliados, ignoro las punzadas que me oprimen el pecho y sigo andando hasta que distingo el carcaj de Glimmer tirado en el suelo a pocos metros de un claro, debe estar cerca.

Aquí me matan o me ayudan, solo hay dos opciones.

Avanzo hasta que mis piernas dejan de responder, caigo y llevo mi rostro contra el suelo, no puedo moverme y apenas logro respirar; el humo ya no es espeso pero he inhalado lo suficiente, intento tranquilizarme por unos minutos, el ataque había terminado y eso era lo importante. Tomo todo el aire que puedo en pequeñas bocanadas, pero me arde la garganta, la nariz y siento que se me fríen los pulmones.

Me saco la mochila como puedo y quedo tirada sobre mi espalda con la mirada puesta en el cielo, intento que la fatiga no me gane pero la falta de oxígeno me ha dejado atontada y creo que me desmayaré en cualquier momento; siento una tela mojada caer sobre mi nariz y boca, intento gritar pero no emito nada más que un débil chillido, no puedo levantarme y mucho menos pelear. No me queda más que aceptar mi muerte aquí y ahora, he durado un solo día y es una completa vergüenza.

De a poco voy siendo capaz de respirar sin sentir aquellas dolorosas punzadas en mi pecho, abro los ojos aunque los párpados me pesan e intento que la sombra oscura que se alza encima de mí cobre forma alguna.

—Muy bien, Clove—No soy capaz de distinguir quién me habla, pienso que es algún tipo de alucinación debido a la falta de oxígeno en mi cuerpo—. Tranquila, despacio.

Oigo a personas tosiendo y vomitando en la lejanía; voy recobrando la consciencia de a poco pero mi visión sigue siendo borrosa y aún me arden los ojos. No estoy muerta.

—Voy a sentarte a la cuenta de tres—No estoy alucinando, la persona que me ha estado hablando es Marvel—. Uno, dos, tres, ¡arriba!

Me levanta con cuidado y quedo sentada con la espalda apoyada contra un árbol, me saco la tela mojada del rostro y gateo hasta mi mochila. Busco mi botella de agua y le doy pequeños sorbos.

Glimmer, Tara, y el chico del doce están vomitando a unos metros de distancia; Marvel está recostado contra un árbol al igual que Cato. Todos hemos sobrevivido al incendio; cierro los ojos y dejo que la fatiga gane la batalla esta vez.

Despierto varias horas más tarde, tendida en el suelo, abrazada a mi mochila. Tengo la boca seca, con un regusto amargo, y me duele la cabeza; logro sentarme sin problemas y decido beber mi agua de a poco. Saco un puñado de pastillas para aliviar mis dolencias.

El humo se ha disipado y el sol brilla intensamente, será alrededor de mediodía; veo a mis aliados tendidos en el suelo y supongo que estarán durmiendo, ya que no he oído ningún cañonazo. Decido comer una barra nutritiva de a pequeños bocados mientras espero que los demás recobren la consciencia.

Un par de horas después, estamos listos para largarnos de aquel lugar pero tenemos un gran problema y es que nadie tiene idea de cómo regresar a la cornucopia; contamos con las provisiones necesarias para sobrevivir un par de días, pero a menos que encontremos otra fuente de agua, el lago es nuestra única opción.

Caminamos por el bosque, cada cincuenta pasos aproximadamente, grabo un número dos en la corteza de los árboles para marcar los lugares que ya hemos recorrido y evitar caminar en círculos. Seguimos manteniendo la formación en dúos, nadie habla.

—Gracias por ayudarme—le susurro a Marvel, él luce sorprendido por mis palabras—, te debo una.

Él puede pensar lo que quiera, pero mi gratitud es sincera; en aquel momento pudo haberme asesinado a sangre fría de así quererlo, pero no lo hizo, me había perdonado la vida.

—No es nada.—contesta él sin mirarme, con una pequeña sonrisa pintada en el rostro—¿Te has lastimado?

—No, he inhalado mucho humo pero el fuego no me alcanzó—contesto—¿Y tú?

—Una de esas cosas en llamas casi impacta contra mi rostro—dice horrorizado—, he tenido suerte.

—Los Vigilantes se han puesto creativos con estos juegos—dice Glimmer, quien había oído nuestra conversación—, casi pierdo mi carcaj en el incendio.

Luego de una hora logramos distinguir el lago en la lejanía. Comienza a anochecer y estoy segura de que hoy tendríamos que reponer energías en lugar de buscar tributos; huir del incendio nos ha dejado exhaustos, ayer habíamos trotado durante horas recorriendo el bosque, pero creo que no sería posible volver a hacerlo por uno o dos días a lo mucho.

Siento que mi rostro arde y sé que tendré heridas causadas por las ramas que llevé por delante mientras huía del incendio, tengo rasguños pequeños en las maños y mi cuerpo está fatigado, pero al menos no me he lastimado gravemente. Caminamos rumbo a la cornucopia hasta que Cato se detiene de golpe.

—¡Miren allá!

Tendrá una vista perfecta porque tardamos unos instantes en encontrar lo que nos ha señalado: a unos quince metros de distancia, se encuentra camuflada entre la vegetación la chica del doce, quien nos escucha y sale disparada colina abajo.

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