"La Chica del Distrito 12."
Siento mis músculos desgarrándose con cada paso que doy, sin embargo, intento no detenerme. Luego de avanzar unos cuantos metros comienza la tos nuevamente y siento fuertes punzadas en la cabeza, aparentemente no soy la única que lo está pasando mal, ya que veo a Marvel y a Tara detenerse un par de veces para recuperar el aliento.
—¡Vamos! ¡Muévanse!—grita Glimmer con voz ronca—, ya estamos cerca.
—¡Marvel! ¡Tara!
He decidido no gritar más, me duele la garganta y ha empeorado mi tos; hemos perdido tiempo y cuando alcanzamos a la chica del doce, esta ya se había trepado a un árbol, la observamos con curiosidad. No tiene escapatoria.
—¿Cómo va eso?—grita en tono alegre, a unos seis metros de altura.
Cruzamos miradas confundidos, yo no estaría muy feliz de ser ella. El chico del doce evita mirarla, me pregunto qué estarán diciendo los patrocinadores desde el Capitolio, no hay posibilidades de que él reciba ayuda alguna de las personas que han simpatizado con la chica.
—Bastante bien—responde Cato con el mismo tono—¿Y a ti?
—Un clima demasiado cálido para mi gusto—contesta ella—. Aquí arriba se respira mejor. ¿Por qué no subes?
—Creo que lo haré.
Estudio la situación por unos instantes y sé que él no llegará muy alto, las ramas se vuelven más frágiles conforme aumenta la altura. Ella es capaz de subir hasta la punta del árbol, porque ha de pesar unos cuarenta kilogramos a lo mucho, pero las ramas terminarán rompiéndose bajo los pies de Cato. No digo nada, pues si él sube al menos unos diez metros y cae desde ahí, podría romperse el cuello. Me limito a sonreír porque muera quien muera será un problema menos.
—Toma esto, Cato.—dice Glimmer, ofreciéndole el arco plateado y el carcaj con las flechas.
Creo que nadie se ha dado cuenta de lo obvio y tampoco voy a mencionarlo: yo soy la más pequeña en la alianza, mi complexión es parecida a la de la chica del doce aunque estoy segura de que peso un poco más, puedo trepar al árbol con gran facilidad pero no lo voy a hacer, ya que no pienso arriesgarme de una manera tan estúpida. La quiero muerta pero no pondré mi propia seguridad en la línea.
—No—dice Cato, apartando el arco—, me irá mejor con la espada.
La chica del doce sigue subiendo y supongo que estará a unos catorce metros del suelo, cruzo los dedos para que dé un paso en falso y caiga, pero el que termina cayendo es Cato. Se da un buen golpe contra el suelo y se pone de pie lanzando palabrotas, creo que ya he visto esta escena antes. Glimmer se trepa al árbol pero cuando está a unos cinco o seis metros de altura, las ramas empiezan a crujir bajo sus pies, se detiene y baja con rapidez, no es tan bruta después de todo.
Ella toma su arco y empieza a disparar, siento cómo nuestra imagen se arruina frente a los patrocinadores porque efectivamente, Glimmer es una pésima arquera. Estamos quedando como idiotas y la situación empeora cuando una de las flechas se clava al tronco del árbol, cerca de la chica del doce, quien la toma y agita en el aire a modo de burla.
—¿Cómo la bajaremos?—pregunta Tara—. Está demasiado alto.
—Clove, arrójale un cuchillo o algo.
—¡Oh! ¿Por qué no se me ocurrió antes?—pregunto burlona—. Quizás podrías talar el árbol mientras eso sucede.
—¿Y si lo incendiamos?—pregunta Marvel—. No se me ocurre nada más.
Llega el crepúsculo y nuestra oportunidad de atraparla desaparece, seguimos arrojando ideas pero una es peor que la otra.
—Venga, vamos a dejarla ahí arriba—dice el chico del doce—. Tampoco puede ir a ninguna parte, nos encargaremos de ella mañana.
Podríamos acorralarla allí hasta que muera de hambre o deshidratada, no será lo más divertido que hemos hecho pero una muerte es mejor que ninguna. Montamos un campamento improvisado alrededor del árbol, encendemos un par de antorchas para no quedar a ciegas. Me he traído media cornucopia encima pero no se me ha ocurrido siquiera cargarme con un saco de dormir, maldigo mentalmente mi estupidez mientras me cierro la chaqueta hasta el cuello en busca de calor.
Nos reunimos en un pequeño círculo y decidimos que la idea de Marvel no es tan mala después de todo, Glimmer carga con un par de botellas de alcohol y yo tengo la caja de cerillos, podemos incendiar el tronco del árbol en la mañana. Esperamos que las llamas sean capaces de subir unos cuantos metros y el fuego pueda propagarse correctamente, Tara ha insistido en hacerlo ahora pero no podemos actuar en la oscuridad, ya que puede resultar peligroso para nosotros. Tenemos que planificar una ruta de escape dependiendo de la rapidez con la cual se propague el fuego; el lago se encuentra cerca así que contamos con una salida rápida en caso de que el incendio se salga de nuestras manos.
Oigo el himno retumbar en la arena y el sello del Capitolio es proyectado encima de nuestras cabezas, hoy no ha muerto nadie. Estoy segura de que la única muerte que ha ocurrido luego del baño de sangre inicial fue la de la chica de la fogata y esto ha de estar aburriendo a las personas que observan los juegos, por eso los Vigilantes habían ocasionado el incendio.
Tenemos los ojos puestos en la chica del doce, ella es nuestro objetivo ahora mismo. Me pesa la fatiga, me duele el cuerpo entero y mi humor ya no es el mejor; saco una barra nutritiva y la como sin ganas, esto puede brindarle a mi cuerpo todos los nutrientes y calorías que necesita pero no sabe a nada, es como si estuviese comiendo una piedra.
—Eso luce asqueroso—dice Glimmer sentándose a mi lado—, en momentos como este, extraño los banquetes del Capitolio.
—Yo también—contesto recordando la cantidad de comida que nos habían brindado desde que subimos al tren de tributos—. Tienes razón, esta cosa es asquerosa.
Ella arruga la nariz, saca una lata de su mochila y la abre con un cuchillo, por cómo luce y por el olor estoy segura de que es algún tipo de sopa. Lleva la lata a sus labios y escupe el contenido al instante.
—¡Ugh, esto sabe horrible!—Hace un gesto de disgusto y me río de ella—. Te ofrezco un poco de este líquido asqueroso a cambio de un poco de esa cosa asquerosa que estás comiendo.
—Trato hecho—digo extendiéndole la barra y tomando la lata que me ofrece, debo buscar alimentos más interesantes en la cornucopia porque si continúo con esta dieta terminaré volviéndome loca—, veamos qué tan mal está esto.
Pruebo un poco de la sopa y no sabe mal, el problema es que está fría y su consistencia resulta desagradable; me levanto y camino hasta una de las antorchas, paso el extremo inferior de la lata por las llamas esperando a que no explote en mis manos. Cuando siento que se ha calentado lo suficiente vuelvo a sentarme al lado de Glimmer, pruebo la sopa y definitivamente ya no sabe mal. Bebo la mitad de la lata y le ofrezco la otra mitad a mi aliada.
—Eres una genio—dice ella—, ya no sabe a vómito.
Yo río y ella hace lo mismo, el resto del grupo se acerca a nosotras para planificar el horario de descanso; yo montaré la primera guardia durante un par de horas y luego será el turno de Glimmer hasta el alba, nos despertaremos cuando amanezca para poner el plan en marcha, no tenemos tiempo que perder.
Me siento con la espalda apoyada al tronco del árbol donde se encuentra la chica del doce, intento distinguirla en la oscuridad pero no lo logro, se encuentra muy alto y está bien escondida entre las hojas. Mis aliados caen rendidos ante el sueño y luego de media hora comienzo a escuchar ronquidos. Veo a un pequeño lagarto a unos tres metros de distancia, saco un cuchillo de mi chaleco y se lo arrojo, el animal queda clavado al suelo; practico mi puntería durante un par de horas.
El tiempo pasa lento, me aburro así que decido levantarme y caminar un poco, aún me duelen las piernas. Realizo la secuencia de ejercicios que me habían enseñado en el centro de prácticas varios años atrás, para relajar los músculos, luego busco en mi mochila la pequeña bolsa con medicamentos; para mi suerte había encontrado analgésicos en la cornucopia y decido tomar dos pastillas que me ayudarían a combatir el dolor que estoy sintiendo.
Cuando el cansancio se torna insoportable decido despertar a Glimmer para que monte guardia, mi aliada tiene el sueño pesado al igual que yo.
—¡Ya desperté! ¡Ya desperté!—masculla poniéndose de pie—. Ve a dormir tranquila, yo me encargo.
No hace falta que me lo diga dos veces, me arrojo al suelo y utilizo mi mochila de almohada, unos días atrás ni siquiera hubiese pensado en dormir a la intemperie, pero estoy exhausta y ya no me importa mucho. Si alguien me quiere atacar que lo haga, ya veré cómo defenderme luego; me pesa el cuerpo y siento que no podría ponerme de pie ni si lo quisiese, poco a poco mi mente se va apagando y me hundo en un oscuro abismo.
Abro los ojos asustada al sentir una puñalada de dolor en el cuello, mi primer pensamiento es que alguno de mis aliados se ha vuelto en mi contra, luego la misma sensación se hace presente en mis brazos. Oigo un fuerte zumbido y gritos a mi alrededor, antes de siquiera saber qué ocurre tomo mi mochila y salgo corriendo.
Me siento mareada y débil, por los zumbidos asumo que nos ha caído encima un panal de abejas, pero ya me han picado abejas antes y no se siente de esta forma, esas han sido rastrevíspulas.
Son mutaciones creadas en laboratorios del Capitolio, se habían colocado en los distritos como minas durante la guerra. Su tamaño es mayor al de las avispas normales, tienen un cuerpo dorado y un aguijón que provoca un bulto del tamaño de una ciruela con solo tocarlo. Son extremadamente venenosas y nadie tolera más de unas cuantas picaduras. Su veneno produce alucinaciones capaces de llevar a una persona a la locura; además, estas avispas persiguen a cualquiera que las haya molestado e intentan asesinarlo, debido a esto mi primera reacción es dirigirme al agua para que se alejen de mí.
—¡Al lago! ¡Al lago!
Aviso a mis aliados que es la única opción para deshacernos de aquellos insectos; aún no ha amanecido, así que la subida por la colina se vuelve aún más complicada porque la oscuridad sigue cubriendo al bosque. Mando una mano al cuello y suelto un grito al sentir un bulto gigantesco en el mismo, bajo la mano por el antebrazo y siento otro, me niego a mirarlo porque sé que vomitaré; los árboles que se encuentran a mi alrededor comienzan a distorsionarse, veo a un conejo andando a dos patas y es ahí cuando me doy cuenta de que las alucinaciones han comenzado.
Intento sujetarme al tronco de un árbol pero este se deshace entre mis dedos y caigo de rostro contra el suelo, cientos de escorpiones se me meten en la boca y lo único que puedo hacer es gritar. Alguien tira de mi chaqueta y me obliga a seguir andado. Camino con las piernas temblorosas y me dejo caer frente al lago, me arrastro hasta entrar al mismo y siento que la piel me arde una vez que entra en contacto con el agua El sabor de la sangre me llena la boca y sé que es por culpa de los gritos, estoy destrozando mi garganta. Oigo un cañonazo y no logro comprender la situación, pienso que es por mí, estoy muerta.
Salgo con torpeza del lago, una punzada me atraviesa el cuello y vomito en ese mismo instante, siento como miles de hormigas salen de mi boca. Grito y lloro debido a la desesperación, me tumbo sobre mi espalda y quedo con la mirada clavada en el cielo cuando oigo un segundo cañonazo.
Oigo pasos y gritos a mi alrededor, supongo que sigo viva; me paso una mano por el rostro y la observo, mi palma se ha manchado de sangre y por más que lo intente no se quita. Logro distinguir un rostro encima de mí pero no sé de quién se trata, está cubierto en sangre y tiene los ojos completamente negros. Me repito una y otra vez que no es real, es uno de los efectos del veneno.
—La sangre—susurro como puedo, apenas soy capaz de abrir mi boca—, no se quita, no, yo no puedo, no se limpia.
Ahogo un grito cuando aquel rostro toma forma, es mi hermano Anmon. Cierro fuertemente los ojos y termino metiéndome en una pesadilla de la cual no puedo escapar, una vez que pienso que lo peor ha pasado, empieza todo de nuevo. He visto a mis hermanos y a mis padres ser ejecutados delante de mí, con su sangre salpicándome el rostro; me veo a mí misma siendo asesinada por mis aliados sin poder hacer nada más que gritar. Así funciona el veneno de las rastrevíspulas, fueron creadas para atacar el punto del cerebro encargado del miedo.
Cuando vuelvo en mí, sigo tumbada sobre mi espalda al costado del lago, observo mis manos y no hay rastro alguno de la sangre que había visto anteriormente, esto me hace dudar de la veracidad de mis propios recuerdos. Logro sentarme muy despacio y con mucho dolor de por medio, el simple hecho de mover mis extremidades supone un esfuerzo enorme; mi mochila está tirada a unos centímetros de distancia, aún llevo puesto mi chaleco y no he perdido ningún cuchillo.
El himno retumba en el estadio y aparece el sello del Capitolio como ya es costumbre, el cielo se oscurece durante unos segundos y me pregunto cuánto tiempo he quedado inconsciente. ¿Un día? ¿Quizás dos?
El cielo nocturno vuelve a iluminarse, esta vez son proyectados los rostros de Glimmer y Tara. Los cañonazos fueron reales, ambas están muertas.
—Dos menos—susurro para mí misma—, quedan nueve.
No creo que el ataque de las rastrevíspulas haya sido una coincidencia o un accidente, estoy segura de que la chica del doce nos había echado el panal encima. Mi odio hacia ella crece cada vez más, especialmente al no ver su rostro proyectado en el cielo nocturno, ha sobrevivido y estará burlándose de nosotros donde sea que se encuentre. Veo a Marvel y a Cato tumbados a unos metros de distancia pero no logro divisar al chico del doce por ningún lado.
¿Había ayudado a su compañera de distrito? ¿Ha sido todo esto una trampa armada por ambos?
Dejo de hacer preguntas que no tienen respuesta y me concentro en el presente; con mucho esfuerzo logro sacarme la chaqueta, intento no gritar cuando veo dos bultos del tamaño de ciruelas en mi antebrazo izquierdo, tienen grandes aguijones que sobresalen de ellos, me trago el asco y chillo de dolor al quitármelos. Ambas heridas comienzan a supurar, saco la solución salina que he guardado en mi mochila e intento desinfectar las picaduras de alguna forma.
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La Gran Guerra.
FanfictionNunca he vacilado en mis convicciones, pero un día fatídico, el suelo se desplomó bajo mis pies y caí como un castillo en ruinas encontrando su fin. Las promesas que alguna vez me guiaron resultaron ser meras ilusiones, creadas para engañarme y deb...