"Marchando al Ritmo de los Tambores Fúnebres."
Me agarro de los bordes de la mesa en donde estoy sentada y aprieto los dientes cuando Alora, una mujer de pelo color verde y piel pintada con brillantina, se deshace del pelo de mis cejas con un hilo, a una velocidad increíble.
Había pasado los últimos cuarenta minutos con mi equipo de preparación, tres mujeres de coloridas cabelleras quienes caminan de aquí para allá, charlando animadamente y eliminando el poco vello corporal que tengo.
Fayette, una mujer alta y esbelta, me indica que me recueste en aquella mesa luego de que terminan de arrancarme el vello de las cejas, piernas, brazos y axilas; me pide que cierre los ojos y no mueva un solo músculo.
No entiendo a qué se refiere con eso hasta que siento como una aguja se clava en mis cejas, según aquella extravagante mujer, el procedimiento no dura mucho y me dará una apariencia más madura; cierro la boca en lo que mi equipo de preparación hace su trabajo, pienso en la reunión matutina con mis mentores, que se realizó con el fin de dar un vistazo rápido a las cosechas de los demás distritos.
Nuestros aliados son del distrito uno, Glimmer y Marvel, ambos voluntarios, pero esa es la única información que tenemos hasta el momento; también nos aliaremos con la chica del distrito cuatro, Tara, otra voluntaria.
El chico que debía presentarse con ella no lo hizo, así que un niño de doce años había sido enviado como tributo, una verdadera vergüenza para ellos y una preocupación menos para mí.
Los otros tributos no destacan en nada, a excepción de la chica del distrito doce, primera voluntaria en la historia de los juegos. Se la ve en buena forma para ser del sitio más pobre de Panem, pero no se había ofrecido por la recompensa de salir victoriosa, lo hizo para salvar a su hermana menor.
Lo malo de todo esto es que historias como esas conmueven a las personas del Capitolio, y si gana popularidad con el pasar de los días, estaríamos corriendo el riesgo de perder patrocinadores por culpa suya; el chico de su distrito no era nada de otro mundo, así que no le presté demasiada atención.
Cuando Fayette termina su trabajo, me acerca un pequeño espejo para observar lo que había hecho, noto que mis cejas han aumentado de tamaño y esto cambió mi rostro drásticamente. Ahora luzco enojada por más que no lo esté.
—Es temporal, no te asustes—explica Kezia, la tercera mujer presente en la habitación, mientras observa detenidamente el trabajo de su compañera—. Te luciste, Fayette.
Las tres mujeres se felicitan entre ellas por el trabajo realizado, canturreando y reubicando todos los artilugios utilizados en grandes maletas de colores chillones; me colocan de pie en la mitad de la pequeña sala, y me quitan la fina bata que estaba vistiendo. A pesar de encontrarme completamente desnuda frente a ellas no me siento incómoda, porque comprendo que en cierto modo, no soy más que una muñeca de trapo a la que deben arreglar.
Me observan de pies a cabeza, buscando el mínimo error o mínima falla en los procedimientos realizados, y aplauden cuando no encuentran ninguno. Pienso para mis adentros que, dentro de todo, Lauren no es tan extraña.
—¡Ugh! ¡Estás perfecta!—chilla Alora—. Tan delicada como una flor de medianoche.Siento la rabia ardiendo dentro de mí. No quiero lucir delicada; no quiero ser delicada porque la delicadeza significa debilidad. Sonrío y alabo la belleza de esas mujeres de la misma manera, porque si hay algo que sé sobre los habitantes del Capitolio, es que les encantan los cumplidos sobre su apariencia física; no puedo darme el lujo de ser desagradable con ellas, porque de ser así, me arriesgaría a perder patrocinadores, ya que los estilistas que trabajan con el Distrito 2 también trabajan de cerca con las personas más poderosas del Capitolio. Tengo que esconder mi naturaleza antipática por un tiempo, al menos con las personas que me serán útiles durante los juegos.
Alora, Fayette y Kezia salen a paso apresurado del lugar, anunciando que es momento de que conozca a mi estilista; veo la fina bata estirada sobre la mesa donde me encontraba sentada hace unos momentos y la idea de ponérmela de vuelta es tentadora, pero asumo que me la quitarán una vez que mi estilista llegue, así que me trago el pudor y quedo de pie, desnuda en aquel cuarto de blancas paredes.
Unos minutos después veo como una mujer de tez oscura y cabellera castaña, vestida con una túnica de doradas plumas, entra sin prisa a la habitación. Me mira de pies a cabeza, sin tocarme, y sin decir absolutamente nada.
—Hola Clove, mi nombre es Nouria—Habla finalmente con voz gruesa pero melodiosa—. Colócate la bata y charlemos un rato.
Asiento y me visto rápidamente, la sigo hasta un salón en el que hay dos sofás de cuero color marrón con una mesa pequeña en el medio, tres paredes grisáceas y una de cristal que permite ver la ciudad, en aquel momento el sol ha sido cubierto por grandes nubes blancas. Nouria presiona un botón al costado de la mesa, este hace que la parte de arriba de la mesa se abra para dejar salir un segundo tablero con nuestra comida: carne de res acompañada de una salsa agridulce, patatas con crema, ensalada fresca y pan blanco sin semillas en forma de lo que parecía ser una rosa; de postre hay crema de vainilla con caramelo.
A pesar de vivir en un buen distrito y ser parte de una familia económicamente bien posicionada, no acostumbro a comidas de lujo como esta, normalmente me basta con un poco de arroz y pollo hervido, convenientemente es la dieta que recomiendan en el centro de prácticas; tampoco consumo azúcares, mucho menos caramelos o postres en general, no porque no pueda costearlos sino porque mis entrenadores no lo recomiendan. Esto es nuevo para mí, así que intento no exagerar con los platillos del Capitolio por miedo a que mi estómago reaccione de manera negativa a tantos alimentos desconocidos.
—Como todos los años, mi compañero Arlo y yo, decidimos que trabajaremos con trajes a juego—Nouria empieza su explicación—. En ocasiones anteriores hemos usado una gama de grises o plateados para representar las armas fabricadas en tu distrito, este año queremos hacer algo diferente.
Honestamente, no me importan mucho los trajes porque al final del día no tengo voz ni voto sobre mi atuendo para el desfile de tributos. Cada estilista crea vestuarios para representar al distrito con el que le toca trabajar y si Nouria decide que tengo que salir desnuda, con el cuerpo cubierto en brillantina, debo hacerlo; escucho más por cortesía que por otra cosa y finjo interés porque debo hacerlo, no puedo evitar pensar en lo ridículos que probablemente nos veamos esta noche.
—En lugar de hacer alusión a los objetos que son fabricados en tu hogar, queremos representarlos a ustedes por el valor que tienen al ser provenientes de uno de los mejores distritos de Panem—dice Nouria mientras revuelve su comida con un tenedor, sin probar bocado—. El oro es uno de los metales más valiosos que existen, en tu distrito trabajan con metales, y nosotros los vemos a tu compañero y a ti como tributos valiosos dentro de los juegos.
Asiento sin prestar mucha atención mientras desaparezco una vez más en el profundo abismo dentro mi mente, ya quiero conocer a mis aliados, también quiero entrenar de nuevo, y más que otra cosa, ya quiero que todo esto termine pronto.
Unas horas después me encuentro vistiendo un traje de tres piezas extremadamente pesado, la falda es de una tela dorada, metalizada y ligera, pero las plumas de oro que cuelgan de ella pesan alrededor de medio kilogramo por pieza; en el torso me han colocado una malla elastizada sin mangas, también de tela dorada, el cuello y pecho son adornados por aquellas pesadas plumas.
Nouria me ha dicho que estoy cargando con alrededor de diez kilogramos adicionales, sin contar con el pesado sombrero también hecho de oro; no comprendo cuál es el mensaje que quieren dar a través de estos espantosos trajes y realmente ya no me quiero enterar, esta es la parte que más detesto de los juegos. Me siento ridiculizada, pero al menos no estoy sola en esta humillación.
Cato llega con su equipo de preparación y estilista pisándole los talones, vistiendo un traje similar al mío, no pronunciamos palabra alguna, aunque un cruce de miradas basta para ponernos de acuerdo en que sería el peor momento de nuestras vidas. Nos guían hasta el nivel inferior del Centro de Renovación, que es un establo gigantesco, y como seremos los segundos en salir nos ayudan a subir a nuestro carro rápidamente; este es tirado por un grupo de cuatro caballos color café, nunca me gustaron mucho los animales y estos no son la excepción.
Nouria y Arlo corrigen nuestras posturas, nos indican como debemos saludar, y dan unos ajustes finales a los trajes mientras se alaban entre ellos por semejante idea, pienso que realmente merecen ser despedidos por vestuarios tan poco prácticos, que no representan en nada a mi distrito, y por sobre todas las cosas: tan feos. Al terminar con los últimos detalles, se alejan rápidamente hablando de cosas que solamente entenderían ellos.
—Me siento como un idiota—dice Cato con la mirada fija en el tributo masculino del distrito uno, que se encuentra en el carro delante de nosotros—. Esto es tan estúpido.
—Podría ser peor.
Antes de que nos quejemos de algo más, empieza la música de apertura; la ponen a todo volumen por las avenidas del Capitolio, el desfile dura unos veinte minutos y termina en el Círculo de la Ciudad, donde nos recibirán, tocarán el himno y nos escoltarán de nuevo hasta el centro de entrenamientos.
Nuestros aliados del distrito uno salen en su carroza tirada por caballos blancos, la multitud enloquece con su presencia, tienen la piel rociada en pintura plateada y visten elegantes túnicas adornadas con piedras preciosas, similares a la que Lauren llevaba el día de la cosecha. El distrito uno se encarga de proveer al Capitolio con artículos de lujo, y es de esperarse que sus tributos sean siempre los favoritos del público.
Instantes después siento como nuestra carroza comienza a moverse, en un abrir y cerrar de ojos ya estamos en la avenida de los tributos, las personas aclaman por nosotros. Saben que los tributos provenientes de nuestro distrito siempre se lucen en los juegos, nos encargamos de darles un espectáculo que recordarán por mucho tiempo, la mayor parte de la población del Capitolio nos apoya.
Mantengo la expresión seria y saludo de la manera que Nouria me había indicado, cuando llegamos a mitad de camino, escucho al público enloquecer repentinamente; observo una de las grandes pantallas al costado de la calle, que unos segundos atrás mostraba a la pequeña niña del once, ahora muestra a los tributos del distrito doce con sus atuendos en llamas.
Disimulo mi sorpresa lo mejor que puedo y observo a Cato de reojo, quien también intenta dominar sus expresiones faciales, pero más que sorprendido, lo veo enojado. Siento la rabia subir a mi cabeza cuando escucho al público aclamar por aquella chica, gritando todos juntos su nombre al unísono: Katniss.
Estamos perdiendo patrocinadores con cada segundo que pasa, todos los pobladores del Capitolio están hipnotizados por esos tributos y sus trajes envueltos en llamas.
Los doce carros llenan el circuito del Círculo de la Ciudad, veo como las ventanas de los edificios que rodean el círculo están abarrotadas de personas que asumo son de alto prestigio dentro del Capitolio; nuestros carros se detienen frente a la mansión del presidente Snow, donde la música termina con unas notas dramáticas.
El presidente nos da la bienvenida oficial desde el balcón que tenemos encima; a pesar del poder que carga aquel hombre, su apariencia me resulta insignificante, es bajo y delgado con el cabello completamente blanco. Durante su discurso las cámaras enfocan permanentemente a los tributos del distrito doce, y esto hace que me hierva la sangre, siento el rostro caliente y aprieto los dientes en un intento por no bajarme del carro para golpearlos.
Cuando suena el himno nacional, las cámaras hacen un enfoque rápido a cada pareja de tributos; Glimmer y Marvel también traen el descontento pintado en el rostro, Cato y yo lucimos más amenazantes que al inicio, con miradas llenas de ira, los otros tributos solo se ven sorprendidos. Los carros recorren el círculo una última vez antes de desaparecer en el Centro de entrenamiento, y cuando se cierran las puertas nos rodean los equipos de preparación, que tampoco se ven muy felices pero al menos ellos logran disimularlo mejor.
Miro en dirección del carro del distrito doce y grabo el rostro de aquella chica en mi mente, con la idea de deshacerme de ella apenas se presente la oportunidad, una vez que la saque de juego ya no tendremos problemas de quedarnos sin patrocinadores.Nouria y Arlo nos ayudan a bajar del carro, desprenden los pesados tocados de oro y nos los sacan de encima, junto con los estúpidos sombreros.
Nos dirigimos en silencio hasta nuestro piso, acompañados por nuestros equipos de preparación y estilistas, al llegar Lauren nos felicita por lo que ella considera una magnífica primera aparición. Nuestros mentores están en la sala común discutiendo, callan al vernos entrar y Brutus nos asegura que no debemos preocuparnos porque ya cerraron tratos con un importante número de patrocinadores a pesar de la escandalosa aparición de los tributos del doce.
Subimos un par de escalones y nos sentamos alrededor de una larga mesa cargada de comida, no tengo hambre pero la cena no es meramente por placer, tendremos que discutir estrategias. Esta noche Lyme me ofrece nuevamente un vaso con un líquido de color extraño, Enobaria no se opone hoy así que tomo el vaso y lo vacío en cuestión de segundos, se siente picoso y caliente en mi garganta.
—Obviamente necesitabas eso—dice Lyme a modo de broma—. No podemos dejar que los opaquen de nuevo, tenemos que solucionar esto.
Todos los mentores asienten al unísono, Nouria y Arlo defienden su trabajo a capa y espada, Lauren intenta mantener la paz de cualquier forma y cuando pensé que se atacarían entre ellos, una chica de cabellera negra se acerca a Lauren con un gran arreglo de flores.
—¡Uy que bonito!—exclama ella admirando las rosas—. Son para ti, Clove.
Aparto la mirada de mi plato y la observo con sorpresa, ella se acerca con prisa y me pide que me levante para recibir el gigantesco ramo; son alrededor de setenta rosas rojas acompañadas de pequeñas florecillas blancas, todas envueltas en un papel plateado brillante, en el medio del ramo hay un sobre con mi nombre escrito pulcramente.
Miro a todos en la mesa con desconcierto y voy hasta el sillón de la sala común para dejarlo ahí mientras tanto.
—Al menos ya tiene admiradores —suelta Enobaria.
La charla continúa en la mesa, pero yo no puedo evitar abrir el sobre para observar su contenido, nunca había recibido flores y menos en una situación como esta; al leer la carta puedo sentir que se me retuerce el estómago.
"A nuestra adorada hija,
Ansiábamos verte hoy luego de tantos años, para brindarte los ánimos necesarios para el gran día, pero lamentablemente no será posible.
No podemos explicarte mucho, pero tu madre y yo seremos transferidos a otros distritos para operaciones especiales durante los juegos, no sabremos cuándo volveremos al Capitolio y mucho menos al Distrito 2, pero esperamos que hayas sido capaz de aprovechar cada segundo que pasaste en el centro de prácticas para cumplir con tu destino y finalmente elevar el nombre de nuestra familia a lo alto.
Esperamos también verte en un futuro cercano, y deseamos que la suerte esté de tu lado en todo momento.
Siempre tuyos,
Sargento Rowan Kentwell y Capitana Avory Sevina."
Me abraza una sensación de abandono, y por primera vez en años encuentro mi soledad fría y dolorosa, como una filosa daga perforando mi pecho, dejándome sin respiración por unos instantes; acababa de ser destruida esa pequeña esperanza que tenía de verlos luego de tanto tiempo, de mostrarles que me había convertido en la persona que ellos añoraban que fuese. Quería ver el orgullo reflejado en sus rostros, quería que me dijeran que lo había hecho bien y que sabían que saldría victoriosa de ahí.
—¿Te sientes bien, Clove?—pregunta Lyme con preocupación en su voz.
Todos los presentes me miran expectantes, suspiro pesadamente y vuelvo a mi lugar en la mesa; antes de sentarme paso aquella carta por la llama de una vela encendida, el papel se prende rápidamente y cuando ya es imposible sujetarlo dejo que caiga sobre un plato de porcelana vacío, lo observo mientras se convierte en cenizas al igual que la posibilidad de ver a mi familia.
—Nunca me he sentido mejor.
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La Gran Guerra.
FanfictionNunca he vacilado en mis convicciones, pero un día fatídico, el suelo se desplomó bajo mis pies y caí como un castillo en ruinas encontrando su fin. Las promesas que alguna vez me guiaron resultaron ser meras ilusiones, creadas para engañarme y deb...