"Secretos de Medianoche."
Hay días en los que mis preocupaciones no llegan a mis sueños, permitiéndome descansar. Soy libre durante al menos un par de horas, sin responsabilidades ni presiones. A veces me pregunto si así es como se siente estar muerta, y de ser así, la idea no suena para nada mal.
Nunca he tenido problemas con pesadillas, pero mi mente tiene una manera muy particular de hacerme saber que las cosas no están bien.
Hay noches en las cuales despierto de madrugada, con el cuerpo cubierto en sudor, el cabello pegado a mi rostro, sin poder gritar ni moverme, con la desesperación creciendo dentro mío conforme pasan los minutos. Mi corazón latiendo con tanta fuerza que lo siento golpeando mi pecho, el terror que se hace presente sin razón alguna; lo único que puedo hacer en esas ocasiones es repetirme una y otra vez que nada de lo que veo entre las sombras es real.
Lamentablemente, hoy es una de esas noches.
Despierto abruptamente y logro tomar un último gran respiro antes de quedar atrapada dentro de mi propio cuerpo. No tengo razón alguna para intentar abrir los ojos porque la habitación se encuentra completamente a oscuras, y de todas formas me siento más segura dentro de mi mente. Cierro los ojos con fuerza mientras me repito una y otra vez que todo estará bien dentro de unos minutos.
No intento siquiera moverme porque sé que no podré hacerlo. He pasado por esto tantas veces que sé que luchar solo empeora las cosas. Sigo repitiéndome una y otra vez que todo terminará pronto y que estoy completamente a salvo, al menos por ahora. Pero no me creo mi propio rollo; me siento atrapada en mi propio cuerpo, y es aterrador.
Recupero la movilidad gradualmente y me concentro en mi respiración cuando puedo controlarla de nuevo. Cuento hasta diez mientras inhalo y exhalo lentamente en un intento por calmarme. Cuando logro sentarme en la cama, busco a ciegas cómo encender las luces. Me siento muy mareada y el hecho de que no pueda ver absolutamente nada me provoca náuseas.
Al encender las luces, me llevo el peor susto de mi vida: Cato se encuentra al pie de la cama sin expresión alguna en el rostro. Por un instante pienso que es parte de mis alucinaciones, pero se hace más real con cada segundo que pasa, parpadeo varias veces intentando borrar aquella horrible imagen, pero no da resultado.
Mi primera reacción es arrojar el pequeño control, que había dejado al costado de mi almohada, directo a su cabeza; me levanto rápidamente y me coloco en posición de combate.
—¿¡Me puedes explicar qué estás haciendo aquí!? —pregunto molesta, mientras me acerco lentamente a la puerta para asegurarme de que no estuviera cerrada con llave—. ¡Di algo, carajo!
—Tranquilízate —dice entre carcajadas—. Quería vengarme por nuestra pequeña situación del tren, pero veo que nada te sorprende.
Se agacha para tomar el control que había terminado en el suelo y cambia la proyección de la ventana a un lluvioso bosque, mientras se sienta en la cama como si fuésemos amigos de toda la vida.
—¿Cómo quieres que me tranquilice cuando irrumpes en mi habitación de esta manera? —pregunto casi gritando—. Tienes cinco segundos para salir de aquí con tu dignidad intacta antes de que despierte al Capitolio entero.
Espero que mi amenaza surta efecto porque, sin armas, la única forma de deshacerme de Cato es despertando a todos en la planta para que alguien más lo saque de aquí por mí. Estoy en desventaja y él lo sabe. Se levanta y se acerca lentamente, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su torso. Su expresión se vuelve seria y, cuando estamos frente a frente, suspira profundamente.
—Oye, sé que esto es extraño—murmura arrastrando las palabras—. Lamento haberte asustado, pero tengo que hablar contigo.
Evita el contacto visual mientras habla, lo que delata la incomodidad que le ocasiona la situación. No tengo ni la menor idea de hacia dónde va esto, pero, sea lo que sea, se nota que es un tema delicado para él. Observa la puerta por un par de segundos, me da la espalda nuevamente, camina hasta la gran ventana y se sienta al pie de esta.
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La Gran Guerra.
FanfikceNunca he vacilado en mis convicciones, pero un día fatídico, el suelo se desplomó bajo mis pies y caí como un castillo en ruinas encontrando su fin. Las promesas que alguna vez me guiaron resultaron ser meras ilusiones, creadas para engañarme y deb...