Habían pasado un par de meses ,más o menos, desde esa noche . A pesar de las complicaciones, seguíais viéndoos a escondidas. Era un caos. Tú con tu vida de heroína, manejando misiones y lidiando con todo el estrés que eso implicaba, y él con su... bueno, su vida de villano intentando no dejar rastro cuando iba a verte, siempre que tenía un ratito libre. Y a pesar de todo, funcionaba.
¿Era perfecto? Ni de coña. Pero había algo en esos momentos a solas que hacía que todo valiera la pena. Aunque Dabi seguía siendo Dabi, justamente por eso lo amas. Fiel, protector, apasionado, sarcástico, intenso e impredecible cuanto menos. Cada día notabas como confiaba más y más. No se lo admitiría ni a sí mismo, pero se estaba abriendo. Contigo era diferente.
Esa noche llegó tarde pero por lo menos sin rastros de ninguna pelea. Tú estabas en el sofá, medio dormida, con una manta encima y una película que llevabas diez minutos ignorando. Escuchaste como tocaban al timbre.
—Podrías usar las llaves que te di en vez de hacer que me levante del sofá.
—No sería tan emocionante —contestó mientras se sacaba la chaqueta y la tiraba sobre una silla.
Volviste al sofá
—¿No me vas a dar un beso?-Preguntó
Cuando te giraste para mirarlo, te encontraste con su sonrisa ladeada de siempre, esa que ya te conocías de memoria. Se dejó caer a tu lado en el sofá, apoyando la cabeza en el respaldo mientras soltaba un suspiro y pasaba su brazo por tu hombro.
—¿Duro el día? —preguntaste, pasando una mano distraída por su pelo, despeinándolo más de lo que ya estaba.
—Nada fuera de lo normal. Explosiones, gritos, ya sabes, lo típico. —Levantó la vista para mirarte, su expresión relajada—. ¿Y tú? ¿Qué tal salvar el mundo hoy?
—Puf, agotador. Pero alguien tiene que hacerlo.
Ambos os quedasteis en silencio un momento. Era fácil caer en esa calma cuando estabais juntos, como si todo lo demás se desvaneciera. Hasta que Dabi rompió la tranquilidad.
—¿Has cenado?
—No... ¿Tú?
Él se encogió de hombros.—¿Crees que soy el tipo de persona que cena?
Te levantaste sin decir nada, yendo hacia la cocina.
—No quiero que te desmayes en mi sofá, Dabi.
—Sabes que odio cuando usas ese nombre. —Su tono era más divertido que serio.
—Lo sé. Por eso lo hago.
Se acercó por detrás—Para ti soy Toya— Besó tu mejilla tras decir esa frase.
Mientras preparabas algo sencillo, él se acercó—Déjame a mí, estás muy cansada.
Te sentaste en la encimera mientras lo veías cortar pollo para hacer brochetas.
—¿En qué piensas?- Preguntó
—Nada. Me gusta verte así. Normal. Como si esto fuera... ya sabes, fácil.
Dejó lo que estaba haciendo — Te prometo que conseguiré que lo sea, dame tiempo ¿Vale?- Dijo moviéndose hasta estar en frente de ti
-Vale— Asentiste y besó tu frente.
Ya habíais cenado, seguíais en el sofá viendo un programa de cocina como dos señoras.
—¿Sabes qué? —dijo, con esa sonrisa pícara que siempre tenía cuando estaba tramando algo.
—¿Qué?
