Como el aire que te rodea

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Al ritmo de tu respiración entrecortada.

Al ritmo de un aparato que anuncia con una tonada.

Al ritmo de un reloj que va marcando las horas, en cada momento de esta jornada.

Allí estas, con los ojos desorbitados, o tal vez, en realidad ya te fuiste.

Mientras hablábamos de eternidad, te ibas fundiendo con los que ya no están.

Mientras hablábamos de libertad, poco a poco las cadenas te apretaban más.


¿Dónde vas?

¿Por qué huyes?


Y el ritmo desenfrenado de tu respiración agita la tonada de aquel aparato que marca los límites entre estar y no estar.

Tu cuerpo se agita en extraña agonía estertora que espanta cualquier rastro de esperanza.

¿Por qué no te quedas un poco más? aún tenemos mucho que hablar.


Te calmas...

Te calmas al igual que tu respiración.

Te calmas igual que la canción de aquel aparato que va marcando la ruptura entre ser y no ser.

Aplanándose, alargándose, marcando el inicio del infinito.

La gente de blanco comienza a rodearte, muchas respiraciones agitadas comienzan a tratar de ayudarte, con el fin de quebrar esa línea infinita que marca tu despedida en una lucha vana y sin sentido contra la eternidad.


Yo quiero que sigas siendo, Pero estas calmado.

No te mueves.

No respiras.

Vas tomando el mismo color que el ambiente que te rodea.

Pálido.

Frío.

Muy frío.


¿Sabes quienes te rodean? Lo sé, no lo sabes.

Has cerrado las ventanas para nunca más volverte a asomar.

Has apagado los motores para nunca más volver a volar.


Llueve bajo techo.

Llueve bajo techo y sobre tu lecho sin poderte mojar, sin dar abasto entre tanto sentimiento que se derrama en el momento en que te vas.

Nadie puede llorar lo suficiente cuando alguien se va.

En especial cuando tú te vas.

Ni las lágrimas cálidas que te bañan bastan para calentar tu dormido corazón.

Estas tan frío como el aire que te rodea.

Estas tan frío, que podría llorar.

Los frutos del tiempo. Relatos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora