El lado oscuro de la alegría

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En la escuela, sus compañeros sospechaban que algo pasaba, pero su generalmente clara personalidad, hacía que creyeran que solo eran ideas suyas. Es decir, ¿Que le puede pasar a alguien tan feliz? Costumbre humana es dar todo por sentado...

Sus calificaciones eran muy altas, gustaba de socializar, siempre se le veía riendo y, solo sus amigos íntimos habían notado un pequeño rastro de oscuridad en su corazón, pero ni siquiera ellos eran capaces de ver lo que pasaba en su mente. No era raro ver a sus profesores felicitándolo por su rendimiento académico y, alguna vez un profesor pido un aplauso para él, cosa en la cual sus compañeros estuvieron totalmente de acuerdo.

Se sabía también, que era muy colaborativo, le gustaba enseñar a los demás, e incluso alguna prima confeso haber aprendido a jugar ajedrez con él. Todas estas cosas, propias de un genio, le hacían despertar envidia, admiración y cosas como esas que pasan los genios carismáticos.

Los orientadores vocacionales, sin embargo, estaban desconcertados, pues sus capacidades intelectuales no superaban al promedio, Literalmente, solo sabía mucho.

También se notaba su clara disposición a las leyes, las cuales, usaba a menudo para conseguir sus fines Los profesores también mencionaban sus astutas estrategias para obtener beneficios para sus compañeros, Definitivamente debía ser abogado.

Pablo, sin embargo, llegaba a clases radiante, como si hubiese alcanzado un oasis.

Actuaba totalmente normal, como cualquier chico de su edad. Reía, corría, jugaba, se quejaba de las tareas. Lo normal.

Al finalizar la jornada, él no se marchaba a su casa.

Decía que vivía cerca, así que seguro podría caminar con algún compañero durante el trayecto, Pero lo cierto es que, a parte de sus documentos de inscripción, nadie sabía dónde estaba su casa.

Después de clases iba a una biblioteca, donde hacia sus deberes, conversaba con algún adulto, algún joven o quien quiera que esté dispuesto a conversar y se sumergía en largos viajes entre libros y lecturas. Si un amigo lo llamaba para jugar, desde allí viajaba .y si, aún tenía tiempo, regresaba a esa biblioteca.

Pero el día no es eterno y, la biblioteca cerraba, por lo que tenía que ir a casa.

Posiblemente para él, la muerte del día era una premonición de lo que en su casa le esperaba.

De modo que, con la noche, su oscura vida asomaba tras el sombrío telón nocturno.

Al llegar a casa, la fría puerta era quien lo recibía. No era lo suficientemente tarde para que haya alguien allí, lo que no le sorprendía, ya estaba acostumbrado y sobrevivía así, todo el tiempo. Sabe cómo mantenerse, así que prepara algo para él y su familia.

Come un poco, y lee su libro favorito. Un viejo libro de leyes, decima edición.

Un enorme libro de muchas páginas, perfecto para un fin de semana sin nada que hacer.

Le sorprende lo vulnerable que es la especie humana, lo manipulable que es la mente, lo manipulable de la justicia, el destino, la vida...

Ha aprendido que, con las palabras adecuadas, se puede cambiar el destino de cualquiera. Ha aprendido, que la justicia es, efectivamente ciega.

Pesadamente se abre la puerta y, el amargo discurso comienza a sonar.

Que la larga jornada...

Que la comida esta mala...

Que toda la culpa de mi sufrir eres tú...

Lo mismo de siempre, que, sin embargo, en vez de acostumbrarse, lo hiere cada vez más. Se encierra en su cuarto y, trata de sumergirse en su lectura. Esta vez, un viejo libro de cuentos de suspenso.

Los frutos del tiempo. Relatos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora