A las doce y media del día, con el sol en lo alto y pocas nubes cubriendo su pudor, recibió una llamada a la que respondió con una urgencia nunca antes vista por sus compañeros, quienes le conocían por su letargo y apatía.
Apenas guardando su trabajo, tomo su celular, sus cosas y salio en precipitada carrera con rumbo desconocido, dejando desconcertado a todos en la oficina.
Su amigo, presintiendo lo que sucedía, decidió seguirlo desde lejos para entender mejor que fue esa llamada que tanto lo agito.
El viaje fue largo y tortuoso, atravesaron la ciudad, cruzaron puentes y caminos en ruinas hasta que llegaron a una pequeña casucha abandonada.
El tipo caminaba con los ojos llenos de felicidad como si no se diera cuenta de donde estaba y abrió la puerta, la cual, aunque estaba en ruinas, parecía invitarle a entrar.
El amigo, curioso, espero a que se alejara un poco para poder pasar y seguir observando, pero la puerta parecía querer retenerlo fuera por lo difícil que resulto abrirla.
Con el esfuerzo termino rompiéndola y entro con la promesa de arreglarla después, lo urgente era saber que pasaba.
Atravesó un pasillo que conducía a la sala y luego al comedor y allí encontró a su amigo, sonriendo mientras miraba lo que sería la cocina si no estuviera en ruinas.
El crujir de una tabla podrida lo despertó y observo a su alrededor, rompiendo a llorar desconsoladamente.
Olvidándose de esconderse, el amigo corrió a su lado para tratar de consolarlo más que para saber lo que sucedía y lo abrazo tratando de que se sienta mejor.
En la mesa, el teléfono mostraba una llamada, exactamente a las doce y treinta.
De su madre.
De hace quince años.
Para venir a casa a almorzar.
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Los frutos del tiempo. Relatos cortos
ContoEl tiempo fluye constantemente y con el van creciendo los frutos de lo que he sembrado. Esta colección de relatos es solo una pequeña cosecha de aquellas cosas que he aprendido y seguiré aprendiendo, una búsqueda por algo inalcanzable pero que di...