Morir para descubrir la muerte

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Juan se levanta como todos los días, justo antes de salir el sol.

El tiene que supervisar sus cultivos, pasearse entre sus plantas y revisar que todo esté bien.

Hay quien le ha preguntado la razón por la que lo hace, incluso antes que cualquier otro madrugador.
El simplemente responde: "no hay mejor momento que ese"

Sale a su típico paso lento, sabe que aún falta mucho para comenzar la rutina diaria, y se pierde entre pensamientos tan infinitos como el horizonte.
De vez en cuando le hace compañía la luna, mientras sus pensamientos le gritan más alto que el canto de las cigarras.
Revisa que sus plantas estén sanas, deja regando cada una de ellas, visita también sus animales, los cuales, aun están dormidos.
Les deja comida servida, en un tosco recipiente que se va vaciando a lo largo del día, mientras ellos se alimentan sin pensar en el.

Al final de su rutina, como si quisiera volver a su sueño, arrastra sus pasos hasta su hogar.
El lo llama, descansar antes de morir, pues, su rutina está a punto de empezar.

La inquietud de su rostro se convierte en amargura, toma sus herramientas y se va a trabajar a campo ajeno.
Desde que el sol aparece, hasta que el sol desaparece, resulta mejor compañero que la luna, aunque algunas veces lo haya tratado de matar.
Juan recuerda las veces en las que su fiel compañero casi acaba con sus días.
Simplemente, se puso a trabajar de mas, no se cubrió, y pronto tuvo síntomas de insolación.
Sufrió mucho, y tuvo delirios que luego describió, como lo más tranquilo que ha visto jamás.
El mismo se sorprendió de que, en una situación tan peligrosa, haya visto algo que lo hizo tan feliz.

Pero él sabe como volver allí.
De hecho, es la única razón por la que trabaja tanto.

Durante todo el día se esfuerza por un salario miserable, el cual, apenas usa para comer.
Si tiene hambre, hay un árbol que le ofrece sus frutos.
Si tiene sed, un pequeño y sucio riachuelo le da de beber.
Si esta infeliz, espera al fin de semana, después del día de paga.

No se puede decir que tenga momentos felices.
Juan siempre llega tarde a casa, donde su único perro le espera fielmente en la entrada.
Vive solo, aislado del mundo, en lo que se podría llamar, la herencia de sus padres.
Una pequeña finca en medio de un gran bosque, lejos de cualquier contacto humano.
Pero el pudo vivir en otro lugar.
El sabe que hay lugares mejores para vivir.
Pero esto es todo lo que le queda.

Vivir entre humanos fue tan cruel.
Aun entre la insolación y las enfermedades, el supo que era mejor no volver, porque pasaría cosas peores.

Tampoco tiene quien le extrañe
solo supo de su herencia después de perderlo todo, como un regalo , o más bien, una oportunidad de parte de su padre, quien , no lo pudo criar por estar trabajando en el extranjero, donde vivió, trabajo y murió, tal vez igual de solo que Juan.

Su madre había muerto antes de que él pudiera recordar, y no llego a tener hermanos.

Se pudo decir que tuvo muchas amantes, las cuales fueron pudriendo lentamente su corazón.
Lo que ganaba terminaba siendo devorado por crueles mujeres que le cambiaron su dinero por un supuesto amor.
Lo dejaron en la ruina y, sin ninguna explicación, desaparecieron una mañana en la que pareció, no salir el sol.

Juan tiene un sueño inquieto, difícilmente puede dormir, por lo tanto, se sienta incomodo por las noches a ver si puede reconciliarse con su sueño.
Piensa tal vez que hay una forma de dormir para siempre, como intentando despertar de esta pesadilla, pero cuando logra dormir, no sigue su rutina.

Al fin llega el día de pago, sufrir durante largo tiempo para este día es su recompensa.
Estar al borde de la muerte le parece poco para cumplir su objetivo.
Así, arrastrando los pies mas por cansancio que por desanimo, recibe su dinero y, al atardecer, va a la tienda más cercana a su casa.

Todo lo que gana, lo gasta en cerveza, vinos, o cualquier bebida alcohólica, los cuales lleva a su casa para consumirlos durante todo el fin de semana.

Hay también quien se ha preocupado por esto.
Decían: "Juan, no deberías gastarte todo en solo bebidas" o "no deberías beber tanto, podrías morir"

Pero Juan no escucha, ni responde.
El solo habla con sus bebidas.
Después del día de pago, desaparece sin dejar rastro.

En su casa, ya después del medio día, juntaba su tesoro.
Enciende su viejo radio de transistores en búsqueda de música añeja.
Nunca ha visitado bares, porque no le gustan.
Y bebe, bebe en búsqueda de delirios de paz, de días felices, de compañía de los fantasmas de su pasado que lo han abandonado cuando se encuentra sobrio.

...

Lunes muy temprano por la mañana, la luna se encuentra opaca, como si un velo de duelo hecho de nubes la cubriera de su pesar.
Juan no ha salido de cuidar de su plantación.
Sus animales están despiertos, esperando su alimento, como si por él se preguntaran.
Sus herramientas no se han movido de su sitio desde la última ocasión y la puerta no se abrirá al escuchar los pasos del viejo labrador.


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Dedicado a un viejito borracho que encontré en la calle.

Los frutos del tiempo. Relatos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora