Delator

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Advertencia de contenido:

Relato de categoría B, contenido explicito con cierto grado de violencia.

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En la oficina se respira un aire de tensión, los empleados no tienen idea de cómo comportarse debido a que ha llegado el inspector para hacer un estudio de los procesos que se desarrollan en la empresa, en búsqueda de problemas de corrupción.

En el departamento de contabilidad, la tensión es mucho mayor, pues, es del que se sospecha en mayor medida a pesar de que en la empresa todos cuidan la espalda de los demás, cubriendo cualquier cosa corrupta con la esperanza de que les cubran de la misma manera.

Este aire de alcahuetería era habitualmente roto por un empleado silencioso, sentado en una esquina frente a una computadora, quien, nunca dirigía una palabra a aquellos que él consideraba corruptos.

De hecho, solo hablaba con una señorita que no tenía mayores responsabilidades en la empresa, pero cometió el fatal error de quejarse porque alguien se le robo su caja de clips.

Hoy es su último día y conversa con el único amigo que pudo conseguir en esta empresa tras dos años de trabajo, en teoría, honrado.

Los compañeros de oficina miraban con desconfianza aquella última conversación y alcanzaron a oír las palabras "confesar", "delatar" e incluso la frase "no pasaran de esta semana.

Su paranoia se hizo más evidente cuando vieron marcharse a la amiga con una mirada de extrema preocupación, y despidiéndose con un abrazo que aparentaba ser el último de sus vidas.

Martes y segundo día de inspección, el aire tiene la textura de impecable pulcritud empapada de una creciente paranoia que casi se podría alejar con solo agitar las manos.

Los compañeros del departamento de contabilidad se mueven en fingida laboriosidad para ocultar sus turbios negocios, mientras el marginado compañero camina suelto y confiado, casi dirigiendo una misteriosa sonrisa a los demás, cosa que los aterrorizaba en gran medida, puesto que el nunca antes había sonreído.

Sus informes eran impecables, como todo su trabajo de sus cinco años laborales que había pasado con ellos, pero no los maquillaba, así que se notaba claramente los actos de corrupción del departamento.

Él se negaba a hacer las cosas de una forma que no sea la que le enseño su primer jefe, quien fue expulsado de la empresa por un rumor infundado de corrupción, acoso sexual y de robar una servilleta de una mesa del restaurant institucional durante la hora del almuerzo y eso se notaba claramente, en especial para su nuevo jefe, quien se encargó de desbancar al anterior mediante estrategias avanzadas sociales.

Mientras tanto, el auditor navegaba entre departamentos buscando evidencias de malas prácticas por lo menos, teniendo un resultado francamente infructuoso, es decir, se ha encontrado con la empresa más honesta que ha visto en su vida, con trabajadores amables y laboriosos que nunca han conocido mal alguno. Claro, aún faltan tres días de auditoria.

Miércoles por la mañana y el jefe no ha llegado, su habilidad encubriendo errores era sin duda impecable, capaz de hacer creer incluso a las computadoras de que todo estaba en orden, pero su ausencia inquietaba al resto de sus subordinados, quienes no tenían idea de que hacer en caso de que el auditor hiciera una investigación más extensiva.

Por la tarde, el asistente del jefe de contabilidad se marchaba ante un suceso imprevisto, dejando al departamento desprovisto del segundo mejor encubridor y totalmente vulnerable.

Por alguna razón, el auditor parecía ignorar al departamento de contabilidad, tal vez al toparse de vez en cuando con el alegre compañero marginado al que todos miraban con desconfianza, pero que de alguna manera cada vez irradiaba más luz de su rostro.

Los frutos del tiempo. Relatos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora