Capítulo 55: Una oportunidad tentadora

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Bien recibido

seré, preveo,

porque al hablar no he sido lego:

preferí el oro al cobre; nos besamos

y con su manto azul nos envolvemos

a fin de las miradas evitar

de esa calaña de culebras sin resuello,

habladores de lengua viperina y hostil (1)

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La noche estaba por caer en Cabaret. Los últimos rayos del sol iluminaban los jardines, y los dos enamorados caminaban de la mano hasta su rincón favorito. Ahí donde él se le declaró por primera vez. Se sentaron y ella apoyó la cabeza en su hombro. Pronto tendrían que subir al castillo, Bruna ya había dejado órdenes para la cena, pues su esposo partiría a Queribus al amanecer e iba a despedirlo.

Los días pasaban con rapidez, o al menos así lo sentía Guillaume. Luc no pudo quedarse más tiempo en Lastours, así que volvió de inmediato a Carcasona con todas las instrucciones de su gran maestre sobre la orden. El chico estaba entusiasmado por servirlo, y Guillaume pensó que ya iba siendo hora de ascenderlo. Necesitaba caballeros fieles de su lado, y sus dos opciones más cercanas eran Luc y Arnald. Pero primero iba a solucionar otros asuntos.

Guillaume ya sabía que no podía quedarse más tiempo en Cabaret. El castillo de Saissac fue reparado, y esperaban a su señor pronto. Aunque siempre estaba pendiente de todo desde Cabaret, no sería suficiente y no quería que su ausencia afectara al feudo. El caballero sabía que no podía dejar pasar más tiempo, era su deber, eran sus tierras.

Fue una temporada encantadora en Cabaret, donde aprendió mucho y encontró aliados para sus propósitos. Y lo más importante, se enamoró por primera vez y en serio. Se acostumbró a verla a diario, a la seguridad de saber que ella estaba allí. La distancia entre Cabaret y Saissac no era mucha, pero eso no significaba que pudiera escapar de sus deberes solo para verla. Siempre supo que sería así, ¿verdad? Era momento de acostumbrarse a la idea.

Bruna también lo sabía, en realidad lo tuvo claro desde el inicio. A ella la entristecía verlo apartarse, pero le dijo que era algo que tenía que aceptar. Mejor así, se sentiría terrible de dejarla en Cabaret sabiendo que sufriría y lloraría su ausencia, porque en verdad le esperaban días ocupados. Ya no era solo de Saissac que tenía que encargarse, también de otro asunto más delicado.

—Será un viaje corto, no te preocupes —le repitió Guillaume—. Antes de irme a Saissac pasaré a verte.

—Ya lo sé —contestó ella aún con la cabeza apoyada en su hombro—. Pero, ¿para qué quieres ir hasta Moix?

La Dama y el Grial I : El misterio de la OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora