Especial de Halloween 2021

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Se le hacía tarde, y aun así Guillaume estaba empecinado en volver a Cabaret

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Se le hacía tarde, y aun así Guillaume estaba empecinado en volver a Cabaret. Primero, porque Peyre Roger se había largado de cacería y ni lo invitó. Segundo, porque el padre Abel lo amenazó con tirarle las traducciones por el barranco si es que no aparecía para la misa del día de todos los santos. Y tercero, pero en realidad lo más importante, porque Bruna estaría sola en el castillo. Por supuesto que no estaba pensando en ninguna cosa estúpida... Mentira, sí que lo pensaba. Pero era consciente que no iba a hacerlo, porque Bruna no lo permitiría y él la respetaba demasiado para pasar sobre sus deseos.

Como fuera, él tenía que volver a Cabaret esa misma tarde y poco le importaban las aterradoras nubes negras que amenazaban desde temprano, ni que pareciera haber oscurecido antes de tiempo. No, él llegaba a Lastours aunque le costara la vida. Sí, estaba siendo exagerado.

—Pero, señor, ¿estáis seguro? —insistió Arnald mientras preparaba su caballo.

—Me parece increíble que justo tú quieras quedarte aquí esta noche, ¿no que había una fiesta o algo así en Lastours? Los escuderos no han hecho otra cosa que hablar de eso.

—Pues sí, pero seguro que acá en Saissac también habrá, y prefiero quedarme aquí y evitar peligros.

—¿Qué peligros?

—El bosque, señor —bufó. Era consciente que las personas en general le temían al bosque y a sus sombras, pero en realidad a él ese poco le importaba. El último grupo de asaltantes fue capturado y ejecutado hacía poco, ¿acaso había otra cosa que temer?

—El camino es plano y bien definido, no nos perderemos ni tendremos accidentes. Así que mueve ese trasero y llama a los hombres, nos vamos ya.

—Los hombres tampoco quieren ir.

—¿Y a mí qué me importa? ¿De cuándo acá estoy rodeado de cobardes? —preguntó con molestia, todo eso lo estaba demorando y de paso sacando de sus casillas.

—Es que, señor, mañana es el día de todos los santos.

—¿Y...?

—Y se dice que hoy... Vos sabéis. —Parecía tímido, o avergonzado. Supuso que más lo segundo.

—No lo sé.

—Los espíritus, señor. En noches como esta los espectros de los muertos se manifiestan.

—Ajá... Sí, algo he escuchado de eso. ¿Y qué? No es como si fueran a aparecer muertos a tirarnos del caballo. —O tal vez sí. No era supersticioso, pero había oído historias. A veces le parecían cuentos de ridículos de espíritus y demonios, pero la mayoría prefería no arriesgarse. En verdad nunca se sabía qué terrores aguardaban en la oscuridad de la noche.

—También hay otra cosa. El terasque... —murmuró Arnald, y apenas dijo aquello puso un gesto de susto que hasta le provocó reírse—. Que no es broma, señor.

La Dama y el Grial I : El misterio de la OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora