Capítulo 15: Bienvenido

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Te digo, por los santos,

que mientras viva en este mundo

No amaré a nadie más que a ti,

ni en público ni a escondidas (1)

Mireille se sentía al borde del colapso

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Mireille se sentía al borde del colapso. ¿Por qué nada podía salirle bien a Bruna? ¿Por qué los hombres eran tan imbéciles? ¿Por qué las ilusiones duraban tan poco tiempo? Hasta pensó si tal vez hubiera sido mejor que el caballero del bosque nunca apareciera, así al menos su señora hubiera pensado con ilusión en él. Como un sueño que pasó, pero que nunca olvidaría.

Pues no, al parecer esos no eran los planes de Dios. Porque el señor le puso al hombre directo en el camino. Bueno, se lo puso a Bruna. Mireille no quería pensar que vivía emociones a través de su señora, pero a veces creía que era así. No poseía una vida propia, su existencia y su propósito era servirla. Nunca tendría un marido, nunca tendría a nadie que no fuera ella. Su vida era aburrida, ¿qué tenía de malo emocionarse por las cosas que le pasaban a su señora? Ella quería que Bruna fuera feliz, porque la quería, porque era su amiga a pesar de todo. Y el asunto de Guillaume empezaba a preocuparla.

Quizá el caballero fue sincero en sus palabras, no tenía la culpa de nada. Él no tenía idea de cómo Bruna se había sentido lastimada por años cuando la comparaban con Orbia. Bruna se lo decía siempre, no le llegaba ni a los talones a la dama Grial, no era nadie al lado de ella. Pensamiento que le parecía injusto a su doncella, pero sabía muchos se lo repetían a cada momento.

Para empezar, toda la corte de Cabaret que ni le prestaba atención y le dedicaban canciones burlonas en secreto. Seguía su propio esposo, Peyre Roger, quien a veces elogiaba más a su cuñada que a su mujer. Por último y más grave, Jourdain de Cabaret, que no paraba de decírselo y de las peores maneras.

Ni siquiera hacía falta ponerse en los zapatos de Bruna, solo un poco de consideración por el prójimo para darse cuenta que esas palabras lastimaban a cualquiera. ¡Y el caballero ese iba y le decía que fue a Cabaret a buscar a Orbia! ¡Hombres, hombres! ¿Todos los caballeros eran iguales acaso? ¿No podía ni uno salirse del molde?

Preocupada por su señora, Mireille volvió con ella. Esperó tal vez encontrarla irritada, pero lo que vio fue a una Bruna angustiada. Caminaba de un lado a otro, y Valentine la miraba sin saber qué hacer o qué decirle. Las dos doncellas se miraron, y su compañera se encogió de hombros. Al parecer eso tenía para rato.

—Mireille —dijo Bruna de pronto—. Dime, ¿fui grosera con él?

—¿Ehh...? No, mi señora. Como cree... —Murmuró.

—Es que yo... Yo... ¡A veces soy tan infantil! —Gritó, molesta consigo misma—. Jourdain tiene razón. Soy una estúpida niña que no sirve para nada y no puede hacer nada bien —agregó, y Mireille vio cómo luchaba por contener sus lágrimas—. No debí reaccionar de esa manera.

La Dama y el Grial I : El misterio de la OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora