Si el ojo tuviera permiso para ver
Ninguna criatura sería capaz
De resistir la abundancia y ubicuidad de los demonios
Y continuar viviendo sin ser afectado por ellos (1)
Iniciarse en los secretos de la orden fue el primer paso. Saber que tales cosas existían y eran reales fue un golpe inquietante para su moral cristiana. Abelard siguió el consejo del comendador Froilán: No dejó atrás aquello en lo que creía con el corazón. Pero seguir instruyéndose en los misterios de la orden era comprender que todo había otro mundo oculto que nunca supo ver.
Se suponía que su estancia en Montpellier sería corta, aunque Sybille le pidió que se quedara a ayudarla con información que necesitaba traducir e interpretar. No se opuso, pero primero decidió escribirle a Froilán para que lo autorizara. El comendador no solo aceptó, sino que envió más manuscritos ocultos en un cofre, recién llegados de la biblioteca secreta que fue quemada en Saissac, y que el conde de Foix escondió de Guillaume un tiempo. Era momento de que todos supieran qué decía, y no había nadie mejor que la profetisa de la orden para tal trabajo.
Siempre fue un hombre temeroso de Dios, un ferviente católico. Seguía pensando que la moral cristiana era buena, que Jesús dio un hermoso mensaje a la humanidad lleno de amor y perdón, lo aceptaba como un modelo a seguir. Pero en esos días de acompañar a Sybille supo que, en otro rango de la orden, uno que siempre vio lejano a él, le llamaban a eso "El mundo inventado".
Ya sabía que la mayoría de las leyes de su sociedad no tenían sentido en realidad, que se fue construyendo, fortaleciendo la mentira del mundo inventado. Como muchos, Abelard no tenía claro el tiempo transcurrido, pues hablar de más de mil años desde la muerte de Jesucristo era pensar en una eternidad de tiempo que no podía contar. Los años eran complicados, el tiempo era impreciso. Solo sabía que vivían en años muertos, o eso decían en la iglesia. Los años finales de un mundo en decadencia que esperaba el regreso de su señor. Después de esos días ya no estaba seguro de aquellas palabras.
El joven templario era letrado, pero no tanto como Sybille, y eso le causaba admiración. Él sabía leer y escribir en latín, no más. En cambio, la joven tenía conocimiento de latín, griego, y otras lenguas antiguas. Le contó que aprendió griego cuando estudió en la abadía de Lagrasse, y que durante esos años el gran maestre la instruyó en la traducción también. Por eso, Sybille pasó esos días revisando antiguos manuscritos que le dejó Bernard de Saissac, y lo que envió Froilán.
—¿Ves esto? —le enseñaba la joven dama. Él sentía temor de ver esos manuscritos tal vez sagrados, como si estuviera profanándolos con su mirada. Pero él no entendía nada de lo que quería decir, y en ocasiones Sybille tampoco. Tenía que leer las traducciones, de las traducciones. Lo único que le quedaba, y confiar que el antiguo traductor hubiera hecho un buen trabajo.
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La Dama y el Grial I : El misterio de la Orden
Historical FictionUn caballero debe volver a su antiguo hogar para descubrir la peligrosa verdad que oculta una orden secreta: Qué es el Grial, y quién es la dama del Grial. Y debe hacerlo antes que se cumpla una tenebrosa profecía. *************** En el año 1208, e...