Capítulo 13: Entre los árboles

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No digo que el amor haya partido mi corazón verdadero,

¡Espero no llegar a vivir eso!

Un corazón volátil y una locura oscilante

Han causado muchas miserias al verdadero amante (1)

Han causado muchas miserias al verdadero amante (1)

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Del manuscrito de Arnald

Llegar a Saissac había sido por días la única esperanza, pero en ese momento fue toda una pesadilla. Con el incendio parecía que todos nos hubiesen dado la espalda, pues mi señor estuvo todo el día ocupado arreglando los asuntos de Saissac, y ni un hombre se había acercado siquiera.

Lo notaba muy decepcionado y cansado, el incendio fue el colmo de todo. Aunque al llegar Reginald nos sirvió bien, aún lo notaba muy incómodo. Bueno, yo también lo estaba. Por años nos acostumbramos a los lujos de los Montfort, para llegar y encontrar toda esa desgracia.

Entramos al castillo, o lo que quedaba de él, juntos. Los sirvientes nos miraban extrañados, el rumor de que él era el nuevo señor se extendió rápido, mucho antes de que llegáramos al área de la biblioteca incendiada. En sí todo el castillo había sufrido los estragos del fuego. No había puerta en su sitio, no había lugar que no tuviera ese horrible olor a quemado que imposibilitaba la buena respiración. Mi señor empezó a toser conforme nos acercábamos, y un siervo llegó corriendo con dos pañoletas para él y para mí que usamos para cubrir nuestras narices.

Durante el camino me parecía que él examinaba todos los rincones, como si recordara bien el camino hacia la biblioteca. Cuando al fin llegamos solo pudimos comprobar lo que Reginald nos dijo, el sitio había sido arrasado. Entramos en busca de un pergamino que hubiera sobrevivido. Encontramos unos cuantos documentos que mi señor mandó a recoger para revisar luego. Solo había una esperanza, y era la habitación principal. Cuando llegamos el mismo panorama desolador nos esperaba.

Mi señor estaba a punto de estallar, yo lo conocía bien. Y también lo comprendí en ese momento, quizá yo me hubiera derrumbado al notar que todas las esperanzas de conocer más sobre la orden se habían esfumado de esa manera. Encontramos un estante derrumbado en el piso con los manuscritos quemados. Pero una parte estaba intacta. Guillaume se acercó a tomar algunos de ellos y saber de qué se trataban. Le bastó resisar para entender que nada le servía, todo era sobre asuntos de Saissac, como una especie de bitácora del señor Bernard.

—No os desaniméis, señor —le dije, pues lo veía mortificado—. Quizá en alguno de esos haya algo que nos sirva.

—No lo creo —contestó sin mirarme—. Es inútil, Arnald. Todo está perdido. —Y sin decirme más se dio la media vuelta en busca de un poco de aire.

Pero yo no me sentía desanimado, pensé que quizá podría encontrar alguna pista, así que mandé a uno de los siervos a que recogiera todos y los llevara a conmigo a la habitación que habían preparado.

La Dama y el Grial I : El misterio de la OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora