12.Temblando.

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                                                                                 Capítulo 12

   Un sonido estridente proveniente de la ventana me despertó de golpe en plena mañana de sábado.

   Me moví perezosamente en mi cama, soltando gemidos y con una flojera interior al cien por ciento. Pero al final, hice lo que tenía que hacer: levantarme y salir a la terraza. Si no terminaría teniendo que bajar y abrir  la puerta, causando que mamá se despertara. Lo que no sería nada bueno, ya que el viernes era el día que más trabajo había, y sabía que Nick era demasiado flojo como para entrar a la casa y terminaría mandando a un chico del equipo, lo que terminaría siendo peor, porque él tendría que entrar a mi cuarto, y sabía que no le daría pena entrar sin tocas.

   Abrí la puerta corrediza de vidrio que daba a la terraza, no sin antes dar un largo y ruidoso bostezo. Volteé a ver mi reloj que estaba en lo alto de mi habitación para ver qué hora era. No pude ver nada. Luego recordé: necesitaba mis lentes para ver a lo lejos y de cerca. Caminé a ciegas hasta mi escritorio y me puse mis lentes. Vi que mi reloj marcaba las ocho de la noche, la hora estaba adelanta, ¿o atrasada? Solté un gruñido. Finalmente, me puse mis botines afelpados y salí a la terraza, arrastrando mis pies y buscando el balón.  Lo encontré debajo del sillón que estaba pegado a la pared de la terraza. Lo tomé, me asomé, y  lo lancé a ciegas. No me importaba donde cayera, estaba demasiado adormilada para ver dónde o preocuparme si el fin del mundo estaba sucediendo.

   —¡Ann!— alguien llamó.

  Me congelé por completo al reconocer la voz.

   —¡Hola, Eric!— chillé, sin  poder evitar sonreír forzosamente. Respiré profundamente cuando lo vi vistiendo un simple bañador y noté que, efectivamente, los diez años que había estado entrenando voleibol de playa, habían hecho efecto en él.

   —Eh, ¿Qué pasa?, ¿Por qué estás despierta tan temprano?

   Levanté una ceja, mis ojos cediendo hacia abajo. Él comenzó a reír, nerviosamente.  

   —Claro, lo siento— se pasó la mano por su cabello  y sonrió frangiblemente—. No fue nuestra intensión despertarte a estas horas.

   —La mía si— dijo Nick, comenzando a reír. Lo preferí ignorar, pero no pude evitar sentir que era abruptamente regresaba a la realidad, donde estaba rodeada de espectadores del partido, y participantes del mismo. Giré un poco más la mirada, y abrí aún más mis ojos cuando distinguí a Angelina. La ignoré. Recordé mi propio aspecto poco atractivo: una simple camisa de tirantes, unos pantalones cortos de lino, un moño  caído y mis lentes. Tenía que irme de ahí de inmediato o me aseguraría que ese día le mundo se acabara.

—Yo… sí, ajá.  Tengo que irme, dejé algo en el microondas y ya debe de estar listo, así que… Adiós— balbuceé torpemente, sin poder verlo directamente la cara. Vi que Nick me veía de arriba abajo y asentía de un modo desaprobatorio. Me di la media vuelta para volver a mi habitación, cuando la voz de Eric me siguió­.

   —¡Anneliese! ¡Espera!

   Me mordí los labios fuertemente y me obligué a mí misma a volverme. Caminé hacia la orilla de la barandilla y forcé una sonrisa.

   —¿Si?— pregunté.

—Este…. Me preguntaba si….— comenzó a decir, su voz insegura. Eric nunca estaba inseguro. Varios compañeros a su alrededor comenzaron a hacer bullicio y a gritar, Nick, sobre todo, la mayoría del resto solo se partía en risas.  

  —¿Te preguntabas…?— dije, un poco desesperada  e impaciente por irme de ese lugar. No podía dejar de pensar en mi apariencia.

—Me pregunta si…— calló de nuevo y pasó su mano por el cabello. Sacudió la cabeza. 

1. Venturas de la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora