Verdades y secretos hundiéndose en el fondo del mar. Capítulo FINAL.

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ÚLTIMO CAPÍTULO...

Capítulo 35.

El último examen de mi cuarto semestre fue en mayo 24. El sábado 25, estaba caminando por la cocina, cocinando, o lo que a mí me gustaba llamar cocinar: la caja de cereal estaba tirada en el suelo, el cereal estaba esparcido en el suelo, y yo lo estaba recogiendo inútilmente con un trapo de de cocina. Me levanté con trapo en mano y lo tiré al bote de basura, el cual cayó cuando lo cerré bruscamente gracias a la frustración. Solté un gemido, y me senté en la esquina de la barra, extenuada.

Fue en ese momento, que recordé que había puesto el embace de leche lleno en ese lugar.

Justo cuando me di la media vuelta, me encontré con la leche corriendo por la barra. La puse de nuevo sobre de pie, con mis manos titubeantes, y tomé otro trapo. Lo limpié con rapidez, y fue cuando tiré el trapo en la basura, que comencé a escuchar los pasos descendientes de las escaleras. Escondí el resto del cereal detrás del bote de basura, y me senté en la silla alta, como si hubiera estado esperando todo ese tiempo a que mamá y Nick bajaran por el desayuno.

El pelo de Nick estaba despeinado, estaba vistiendo pijama de cuadros, y su mano estaba sobre su boca, ocultando un bostezo. No era miserable ni melodramático por el tema de Tara, inclusive aun que podía saber que le dolía su abrupta ida solo un día atrás, pero era hombre. Su orgullo lo encubría por completo. No sonriera, sin embargo, y su música en la noche era cada vez mas melancólica, como una serenata de despedida.

-Buenos días- dijo mamá, caminando hacia la despensa. Estaba vistiendo su habitual pijama: un pantalón de rayas, su cabello rubio estaba recogido en una coleta alta, cuyos mechones salidos caían sobre su frente. Podía ver la marca de su antiguo maquillaje de la noche anterior, y había ojeras debajo de sus ojos.

Nadie contestó a su saludo.

Nick se sentó a mi lado y comenzó a jugar con la sal, moviéndola de un lado a otro. Siempre intentábamos que los sábados fueran nuestros días de desayuno en familia. Obviamente, normalmente no lo agregamos porque Nick tenia partidos, mamá trabajo y yo era demasiado floja como para levantarme. Sin embargo, este sábado era nuestro primer sábado junto en mucho tiempo.

Estos eran nuestros primeros momentos juntos y solos desde que Nick y yo habíamos descubierto la verdad sobre ella y el señor. No sabía si estaba alucinando o no, pero el ambiente parecía estar más pesado, cargado de electricidad que congelaba todas nuestras palabras. Quería decir algo, pero las palabras parecían estar tan enterradas en mi garganta como las verdades dentro de la mente de mi mamá.

Miré de soslayo a Nick, esperando ver alguna de sus reacciones; pero lo único que encontré fue ver a mi gemelo siguiendo viendo el salero, con la mirada perdida, gesto que seguiría repitiendo por días.

-¿Y están nerviosos por el siguiente semestre, ya casi su ultimo?- dijo mamá, su voz casi sonando fingida, caminando hacia el refrigerados. Lo abrió, sacó la comida y caminó hacia la estufa, la cual encendió y comenzó a cocinar.

Me encogí de hombros, inclusive al saber que ella no me podía ver.

Nick no hizo ningún tipo de reacción.

Mamá siguió cocinando, y por varios minutos, eso fue todo lo que pasó: el sonido del tocino sobre el sartén, las tres rítmicas respiraciones, el sonido de la sal pasando de una mano hacia la otra de Nick, manos sobre la madera, las hélices del abanico haciendo que el aire de moviera, y con eso las cortinas, y el sonido del mar... ese sonido nunca se iba, siempre nos había seguido desde el comienzo.

-¿Cuándo vamos a ir a casa de papá?- dije de un momento a otro, deseando en mi mente que los viejos recuerdos de la vieja familia se disiparan de mi mente. ¿Dónde habian quedado?, ¿Qué había pasado con todos esos recuerdos y la falta de fragilidad que se había endurecido a la partida de papá?

1. Venturas de la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora