11.Los rieles forman su carril.

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Capitulo11. 

Después de despedirme de Eric y de dejar claro una y otra vez que volveríamos a ser amigos y que nos apoyaríamos mutuamente en todo, las preocupaciones de la semana anterior desparecieron como burbujas en el aire. Volví a entrar a la iglesia y me disculpé miles de veces con el sacerdote, que estoy segura que él no podía tomar mis disculpas en serio, porque yo no podía dejar de sonreír.

   Le di de regreso mi "vestitoganearn" y él me dijo que no importaba, solo que la próxima vez fuera un más —muy—,  cuidadosa. Así que salí sin preocupación alguna hasta que me encontré a mamá y a Nick en el carro.

   Nick no era el problema, el problema era mamá. Ya que tenía su expresión molesta de "tendrás que irte caminando a casa" 

   —Tú—dijo entre diente, tomándome fuertemente del brazo y obligándome a entrar al carro.

   Tal vez su mirada no era tanto de "tendrás que irte caminando a casa" después de todo. Mejor dicho una de, “ métete al carro para poder matarte".  

   — ¡Suéltame! ¡Estamos en la casa de Dios, por Dios!— dije con brusquedad, soltándome de ella y entrando por mi propia cuanta al carro. Le señalé la capilla y sacudí mi cabeza, con un gesto desaprobatorio. —. Muy mal, mamá. Y luego preguntan que por qué soy como soy.

   —Ay, y ahora nos saliste muy religiosa- mofó mi hermano.  

   Escuché que cerraba su puerta de un portazo y decidí cerrar la puerta de mi lado del mismo modo. Pensé que me regañaría feamente como la vez que había manchado su cama con pintauñas, pero, por una extraña y misteriosa razón, no lo hizo. Solo se subió al carro, lo encendió, y comenzó a manejar; sus ojos echando chispas con la vista fija en el carro, con la mandíbula apretada con cólera reñida dentro de ella. Sabía que Nick también estaba viendo y que podría venir a mi rescate, pero sabía que no lo haría.  

   Le gustaba ver cómo sufría.

   —Perdón. Pero no es como si lo hubiese hecho adrede.  

   Ella meneó la cabeza, con un signo de desaprobación y soltó un gran suspiro dramático. 

   —Es solo que no lo entiendo, Anneliese ¿Por qué? ¿Por qué siempre te sucede a ti y no a los demás? 

   Suspiré.

   Gracias por tu apoyo moral, mamá.  

   Me encogí de hombros, con indiferencia, tratando de buscar una respuesta, pero me era imposible. Así siempre había sido mi vida, de eso consistían mis acciones y todo lo que estaba a mí alrededor: torpes actos, caídas repentinas con el propio suelo, actos que me definían. Hacía reír a la gente, y me agradaba un poco ser así, en cierta manera, porque era.... divertido, para definirlo así. Me hacia ser quien yo era.  

   —No sé. Si yo tuviera la respuesta a esa pregunta, te aseguro que no estaría sentada aquí, en este momento, teniendo esta plática contigo. 

   Respiró profundamente. 

   —Tienes razón— su mandíbula se suavizó y también lo hicieron las manos en el volante—. Perdón por reaccionar así, es solo que me frustra que esas cosas te pasen a ti.

   —Equis.  No te preocupes— yo también me relajé.  

   —Por cierto, Ali— dijo mi hermano, hablando por primera vez fuertemente, una señal de que no se había quitado los audífonos en todo el trayecto—. ¿Qué rayos le sucedió a tu cabello? 

1. Venturas de la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora