Mis planes suicidas y el chico de la gorra.

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Capítulo 23.

Capítulo 23.

Antes de que le pudiera exigir a Nick que me explicara que era lo que estaba sucediendo, Hunter llegó, irrumpiendo nuestro fraternal momento.

   -Acabo de ver por la ventana y Eric está afuera- siseó él, señalando la puerta entre abierta- . Nick y yo lo distraemos, tú entras a su casa, coges sus llaves y entras a su carro.

   -¿Por qué susurras?- pregunté yo, susurrando.

   -Exacto, ¿Por qué susurran?- preguntó una persona desde la puerta, susurrando.

   -¡Ah!- dije rápidamente. Rodé en el sillón y caí en el piso adrede, esperando que Eric no me hubiera visto. No estaba lista para verlo, no tan directamente, por lo menos.  

   Escuché los pasos de Eric aproximándose hacia mí, y aunque intenté esconderme detrás de los pies de Nick y hacerme ovillo, no logré nada. Pocos segundos después, Eric estaba agachado a mi lado.

   -¿Ann? ¿Estás bien?- preguntó, viéndome con preocupación y con el ceño fruncido.

   -Yo, eh…- levanté la mirada y comencé a ver todo a mi alrededor, turbada.

   -¿Estás bien?- volvió a repetir y puso su mano sobre mi hombros; me estremecí, y el, notando mi incomodidad, la apartó de mi brazo.

   -Yo, eh…- puse mis manos sobre el piso y comencé a palmearlo-.estoy buscando mi lente de contacto, eso es todo.

    El frunció el ceño.

   -Tienes puestos tus lentes; no necesitas lentes de contacto.

   Genial.

    -Entonces estoy buscando mi mascota- seguí palpando el suelo, buscando todo y nada a la vez.  

   Eric ladeó la cabeza, no entendía lo que decía.

    -¿Tienes una mascota?

   -Sí, tengo una mascota y es eh… una cucaracha- asentí solté un gruñido interno-. Si, una cucaracha- era la persona más estúpida del mundo. Todos sabían que odiaba a las cucharas. Sobre todo desde aquella vez que encontré una cucaracha en mi escritorio debajo de mí y salí corriendo,  aunque al final resultó solo ser un borrador en forma de cucaracha.

   -Tú odias las cucarachas, Ann. Preferíais tirarte de un acantilado que tener una cucaracha.

   Bueno, también preferiría tirarme de un acantilado que estar enfrente de él. Pero ahí estaba él, enfrente de mí.

   - Entonces estaba buscando mi arete- dije. Para este punto, el ya había notado que estaba mintiendo, porque lo estaba haciendo, pero aun así, por alguna razón, el seguía jugando el mismo juego que yo estaba jugando.

   -Tienes los dos aretes puestos, Ann- dijo, poniendo sus dedos en mis orejas.

   Me estremecí de nuevo. El, notándolo, se hizo un poco hacia atrás, y entrelazó sus dedos, como si estuviera intentando contenerse a sí mismo.

   -¡Entonces simplemente estaba jugando con la gravedad! – grité, actuando como si estuviera enfadada. Me puse de pie y comencé a caminar hacia mi habitación. Tenía que salir de aquí, en ese momento- .Quería ver que sucedía si me caía. Si caía hacia o no lo hacía. Algunas veces creo que soy una alienígena que puede volar, ¿Qué acaso ya no se tiene ese derecho de libertad? – seguí gritando mientras subiendo por las escaleras, agitando mis manos y mi cabeza-. ¡Dios, qué mundo tan más aburrido!, ¡Ojalá todos mueran atacados por una horda de zombis mientras vamos camino hacia Taer!

1. Venturas de la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora