Bravatas.

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Capítulo 27.

Llevaba solo diez minutos en mi habitación, y ya estaba ideando como matar a Angelina.

   Podía tirarla por la ventana, o podía ahogarla en la tina. Pero también estaba esa pica hielos, y no me puedo olvidar de escritorio que se podía romper accidentalmente, y crear una estaca que se podría llegar a enterrarse en su corazon, accidentalmente.

   Pero siempre había querido saber que se podía matar a alguien lanzándola a los cerdos, y si ellos en verdad se comían todo, inclusive los huesos. Pero no, eso era demasiado sádico. 

    Sin olvidar que también era asqueroso. 

    Estaba acostada en mi cama, intentando hacer una acción llamada leer, la cual Angelina no parecía saber nada de ella, o entender que, para lograrla eficazmente, ella tenía que cerrar su gran boca y su celular a la vez, para que hubiera tranquilidad. 

    Sí, yo era de las maniacas que necesitaban estar en un ambiente apaciguado, callado, sereno y pacífico para leer. Esa era la exacta razón por la que amaba mi casa, y mi terraza. No mi cuarto, porque mi cuarto era rosa. 

   Había demasiada tranquilidad. 

   Aquí, en cambio, Angelina me estaba haciendo miserable. 

   Soltando un gruñido, me puse de pie de mi cama de un salto, me llevé mi libro al baño y puse la tina a llenarse. 

    Nos habían dado hasta las dos de la tarde para asentarnos correctamente en el hotel y arreglar nuestras cosas en su lugar, a pesar de que solo teníamos planeado quedarnos tres días en Taer, lo cual no era mucho. 

   Había tenido pensando ir con Tara y con Amy, para visitarlas a su cuarto, pero el simple hecho de tener que bajar o subir las escaleras de nuevo le causaba un cansancio de días enteros subiendo y bajando escaleras. 

   Y no, no iba a tomar el elevador. 

     Me daba muy malas vibras. 

    Además, debía de estar infestado de personas subiendo y bajando.

   Cuando la tina terminó de llenarse, me quité la ropa y me acosté sobre el agua caliente. 

    Solté un suspiro ostentoso. 

    Tomé mi libro y comencé a leer. Normalmente, también leía mientras me bañaba en las regaderas. Nick decía que era extraño, pero la verdad era que sí se era minucioso y no muy vanidoso y cuidadoso con el aspecto de los libros, era muy fácil y práctico leer en la regadera. 

   Justo había acabado la primera página cuando alguien tocó la puerta. 

    -Anneliese, necesito el baño. 

    Solté un gruñido. 

   -Me acabo de meter a bañar, Angelina. Esperate algunos minutos.

   -¿Quieres que le hable a Eric y le diga toda la verdad?- dijo ella, con una voz desafiante.

   Solté otro gruñido. 

No pasó nada interesante durante todo el resto de ese día. 

   Angelina no murió ni fue asesinada, lametablemente.

    Después de evitar y controlarme a mi misma de matar a Angelina alrededor de quinientas veces, nos llamaron hablar por los teléfonos del hotel y reunieron a todos los alumnos de cuarto semestre en la entrada del hotel, donde nos ordenaron por apellido y nos formaron en fila India, para subir de esa manera al autobús. 

1. Venturas de la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora