Capítulo 6
Encontré el hereje alcahuete acéfalo, como había decidido llamar a ese ser vivo, en la mitad del pasillo, justo enfrente del salón de inglés. Estaba cotilleando, como era de esperar, con sus hermanas. No había mucho que decir de ellas. Eran de ese tipo de personas que todos podían hablar, y hasta podían estar intimidadas, pero que no causaban ningún tipo de preeminencia mental, o celos.
Me paré en medio del pasillo y la vi con desprecio. Tomé un gran respiro y enterré mis uñas en mi mochila, desquitando todo el odio que sentía.
Justo acababa de dar el primer paso hacia ella, cuando el timbre sonó.
—Maldición— mascullé para mí misma. El tumulto se comenzó a mover, golpeando su cuerpo contra el mío ante mi inmovilidad. Soltando aún más gruñidos más audibles y causantes de propensión, comencé a moverme hacia mi aula correspondiente: la de inglés.
Siendo la única escuela preparatoria religiosa en nuestro pequeño pueblo, solo había un aula de clases para todos, cada clase constituida solo de treinta alumnos y diez maestros en total para toda la preparatoria. No había desemejanza entre los estudiantes; no era como esas escuelas de las que escuchaba, en Taer, algunos estando en clases de inglés avanzado, con tres idiomas, y exámenes mundiales. Era un mundo parejo.
Al entrar al salón, todos callaron. Al principio me alegré un poco porque pensé que se habían callado por mi entrada, pero luego miré hacia atrás y vi a mi maestro, esperando a que pasara. Le hice un pequeño baile con mis cejas y me volví hacia la clase.
Fue en ese momento que recordé cual era mi asiento todas las mañanas, repetitivamente: detrás de Eric.
Comenzaba a hacer una hipótesis sobre que la suerte me odiaba porque había nacido en viernes 13. Lo creería, sin embargo, eso sería absurdo ya que Nick también había nacido en viernes 13 y no tenía mala suerte… Mo tanta como yo, por lo menos.
Mientras caminaba hacia mi asiento, el levantó la mirada de su cuaderno y dejó de mover su color. Seguí caminando hacia mi banco, el no apartó su mirada de mí; la descendió por mi cuerpo, casi siendo consciente que yo lo estaba viendo, y registró cada centímetro de mi piel cubierta y desnuda. Volvió a subir su mirada, respiró profundamente y, con sus ojos junto a los míos, negó la cabeza un poco.
Me senté en mi banco, esperando que él me hablara. No lo hizo.
Ese es uno de los más grandes problemas de los seres humanos. Todos tienen la habilidad de comunicarse, de resolver los problemas mediante las palabras, conversaciones, hablan sin parar, discuten por todo, pero en el momento de tener que aceptar un error o pedir perdón, se quedan tácitos.
Todo por el orgullo que mataba tantas relaciones, amistades y momentos.
Durante toda la clase, tamborileé mis dedos contra el banco- no uñas, de esas no tenía nada-. Inclusive la clase de inglés, que era la más atractiva de todas, se convirtió, en un momento, tediosa. Las palabras dejaron de moverse, la cabeza de Eric fue lo único que lo hacía, también el sonido de su voz y la ansiedad y desesperación del momento.
Fue cuando el maestro me regañó por mi mímica y meneos, que decidí cortar un pedazo de papel de mi libreta y escribir lo siguiente: Nunca dije que nos besamos, para tu información. Gracias por tener confianza en mí y para nada pensar que yo dije eso. Lo aprecio mucho. Y sí, si no lo captabas, estoy siendo sarcástica.
Bueno, el sarcasmo siempre había sido lo mismo.
Lo doblé, lo puse bajo mi palma y lo lancé sobre el asiento de Eric. El no miró atrás o se sorprendió, como si hubiera estado esperando que le lanzara el papel, o una señal de negación a que yo lo había hecho.
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1. Venturas de la vida.
Romance*Nominada a premios Watty, 2013* Antes El desastre que creamos, llamado amor. Cuando la vida te hace una broma, no hay otra opción más que reír. La gente ve a Annelise Villaluz como: torpe, mal afortunada, sarcástica, histérica y t...