Capítulo 1: El día de la cosecha

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Mientras me frotaba los ojos y me estiraba como siempre suelo hacer cada mañana observe la cama vacía a dos metros de la mía; mi madre ya se había levantando. Mi hermano menor dormía tranquilamente a mi lado emitiendo unos pequeños ronquidos como lo hace habitualmente. Mientras me levantaba de la cama pensaba en todo lo que podría ocurrir durante el transcurso del día. Hoy era el día de la Cosecha. Hoy un chico y una chica entre doce y dieciocho años serían elegidos para participar Los Juegos del Hambre; un estúpido reality show. Como si no fuera poco, esta vez era el Segundo Vasallaje de los Veinticinco. Estos juegos se caracterizan por tener un significado  especial; esta vez cada distrito debería enviar el doble de tributos a la arena.
Al cruzar el umbral de la puerta veo a mi madre aproximándose hacia mi, me da un beso en la frente  y al mirarla me doy cuenta de que estuvo llorando. La abrace en un intento por consolarla, para ninguna madre era sencillo vivir en un día como este. Mientras mi madre fue hasta donde estaba mi hermano - seguramente para asegurarse de que estaba bien, como posiblemente estén haciendo muchas madres aquí en el distrito 12 y tal vez en todo Panem- me dirigí hacia el bosque; al único lugar donde puedo estar en paz y ser yo mismo.

Verifico si la valla que rodea todo el distrito 12 esta electrificada; la mayoría de las veces no es así y esta vez no es la excepción. Se levanta diez metros sobre el suelo, me cuelo por debajo de esta y sigo mi camino. Sentado en la hierba observo la naturaleza preguntándome si alguna vez volveré a estar en este lugar. A partir de los trece años comencé a pedir Teselas, las teselas proporcionan una escasa provisión de granos y aceites. Sin embargo, cada tesela te inscribe una vez más en Los Juegos del Hambre. También es acumulativo, por lo que ahora mi nombre esta veinte veces en la urna de cristal.

Mientras caminaba por el bosque y dejaba que el viento se llevara mis penas comprendí realmente todo el miedo que me embargaba. Después de dos horas de pensar en mis problemas y caminar por el bosque decidí dirigirme hacia la casa de mi chica. Toque la puerta unas dos veces antes de que esta me abriera, me abrazo en un gesto al que le correspondí sin pensármelo dos veces y me invito a pasar. Nos sentamos en su pequeño y gastado sofá y nos miramos sin decir nada.

No valía la pena hablar. Ambos sabíamos el temor que sentía el otro; ambos sabíamos que posiblemente este seria nuestro último encuentro. Sujete su mano derecha y con mi mano libre la atraje hacia mí; pude notar que estaba llorando.

Y nos quedamos así. Su cabello rozaba mi barbilla y yo me sentía bien con eso, mi mano sudaba pegada a la suya y sabia que era lo correcto. Nada mas me importaba en estos momentos, solo poderla mantener a salvo... A salvo de que su nombre sea nombrado hoy en la cosecha. A salvo de Los juegos del hambre... A salvo de este mundo.

Al cabo de una hora ella levantó su cabeza de mi pecho y se hecho para atrás para poner unas pulgadas de distancia de mi... y supe que era eso lo que más temía; separarme de ella. Nos volvimos a mirar fijamente y al cabo de un segundo nos dimos un beso que aseguraba un amor más fuerte que cualquier Arena y que cualquier dichoso Juego Del Hambre.
Me acompañó hasta la puerta y observó como me marchaba, ambos listos para ir a prepararnos para lo que se avecinaba. Mi madre, junto a mi hermano menor y yo almorzamos una carne de ardilla que había obtenido en El Quemador.

Mi hermano ya se había bañado y andaba vestido con un pantalón color verde que ya se encontraba gastado y una camiseta color marrón claro. Mientras me bañaba no podía evitar pensar en quienes serían los tributos de este año y que habrían diseñado los Vigilantes para estos juegos. Al igual que en el primer vasallaje el Capitolio no a escatimado en gastos y seguramente todas las personas que viven allá están ansiosos por saber que contemplarán esta vez.
Me puse una camiseta verde de botones y un pantalón negro que me quedaba un poco grande. Me alborote un poco el cabello y me lo sacudo para secarlo.

El Segundo VasallajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora