2

60.6K 3.5K 286
                                    

Desperté como siempre, con el molesto ruido del despertador, había caído rendida ante el sueño tras varias horas dando vueltas en la cama, me sentía algo cansada, a decir verdad, me sentía bastante agotada.

Ted pasó por mí para ir al instituto, compramos el desayuno en una cafetería local y pasamos el resto del trayecto bromeando; me esforcé por actuar normal, no quería admitir que había comenzado a desarrollar un miedo irracional hacia una persona que había visto hacía apenas un día, a pesar de que su semblante me daba suficientes razones para hacerlo.

Una vez que llegamos, Sam y Sky se nos sumaron y juntos entramos al salón de clases, los cuatro teníamos el mismo horario de química y no podíamos desaprovecharlo, tomamos asiento justo al fondo del salón y comenzamos a hablar sobre temas triviales hasta que Sam mencionó al chico de la mirada gélida mirada.

- ¿Alguno ha obtenido información acerca del nuevo? Ya saben, Connor Reid –habló por lo bajo, más allá de evita llamar la atención del profesor, lo hizo con una suerte de cautela, era evidente que no era solo yo, el chico lograba intimidar a todos a su alrededor.

-Por favor, Sam, tengo cosas más importantes que hacer que indagar en la vida de ese muchacho –se quejó Ted, me limité a seguir el hilo de la conversación en completo silencio.

-Es que es extraño, ¿Saben?, tiene cierto aire de misterio que lo hace ver aún más...

-Sexy –la interrumpió Sky de forma pícara, Sam asintió efusivamente con la cabeza mientras reía y debía admitirlo: estaba de acuerdo con ellas, en cierta manera- Sin embargo, ya ha puesto sus seductores ojos en Megh.

-Deja de decir idioteces, por favor –la callé.

-No son idioteces, es la verdad en su estado más puro –replicó Sam- Él no dejaba de mirarte.

- ¡Basta! Por Dios, el chico no miraba a nadie- dijo Ted algo enojado. Las chicas compartieron una expresión cómplice y antes de que pudieran decir algo, el profesor las interrumpió.

- ¿Desean compartir algo con el grupo, señoritas?

-Lo sentimos, profesor –me disculpé, hablando antes de que alguna de mis amigas respondiera y nos obligasen a abandonar la clase.

Las horas transcurrieron más lentas de lo que esperaba hasta que finalmente llegó el momento de volver a casa, planeábamos encontrarnos en el estacionamiento para almorzar juntos en Atto's, nuestro local de comida rápida favorito.

Me encontraba con Ted en el estacionamiento del instituto, esperando a las chicas mientras hablábamos de cualquier tema, hasta que mi amigo fijó la vista por encima de mi hombro y su expresión cambió de forma radical. Me volteé, extrañada ante su cambio de actitud e inmediatamente lo comprendí, era él, de nuevo con esa mirada, como si intentara leer mis pensamientos. Ted avanzó unos pasos, observándolo con disgusto, pero logré detenerlo sujetando su mano.

-Lo haré yo.

Él solo asintió, así que, tras tomar un profundo respiro en busca de valor, me dirigí hacia el chico, que seguía cada uno de mis movimientos con esa escalofriante mirada en los ojos, mi ritmo cardíaco se aceleraba con cada paso que daba hacia él, volviendo eterna mi trayectoria.

- ¿Puedo ayudarte? –hablé, esforzándome por alejar el temor de mi voz, él solo continuó mirándome fijamente a los ojos.

Imité su acción, negándome a ser intimidada por su velo de misterio y fijando mis ojos a los suyos, aquellos orbes oscuros que me advertían del peligro que corría al sostenerles la mirada.

- ¿Por qué me miras de esa forma? ¿Te he hecho algo? -me aventuré a preguntar.

Él ni siquiera se inmutó y yo había empezado a perder la paciencia.

- ¿Sufres de algún tipo de discapacidad o simplemente quieres molestar? –inquirí, elevando mi tono de voz.

Si mi objetivo era hacerlo actuar, lo había logrado, pues por fin su expresión había cambiado, pero para mal, comenzó a acercarse peligrosamente hacia mí, con la mandíbula apretada y las cejas a punto de cubrir por completo sus ojos de tan fruncidas que se encontraban, tragué saliva con dificultad al sentir el intenso calor que su cuerpo emanaba, luché por mantener mis pies fijos en su lugar, pero no pude evitar dar varios pasos hacia atrás en cuanto su cercanía se había vuelto completamente asfixiante.

Era cuestión de segundos para que me encontrase acorralada entre el capó de un auto y el cuerpo del muchacho, mis piernas se debilitaron, pero hice hasta lo imposible por mantenerme en pie y afirmar mis ojos en los suyos de forma altanera, como si miles de escalofríos no recorriesen mi piel, en el justo instante en el que mi observador me dejaría oír su voz por primera vez, un coro de voces captó mi atención, y la suya.

- ¡Megh! ¡Ya vámonos!

Era mis amigas, una vez que mis ojos abandonaron a los del chico su presencia abandonó a la mía y se marchó, logrando que libere todo el aire que mis pulmones habían estado conteniendo.

- ¿Te dijo algo?

- ¿Lograste averiguar lo que se trae contigo?

Las chicas se acercaron a mí, como de costumbre, tomando turnos para interrogarme.

-Estuve a punto de hacerlo hasta que ustedes irrumpieron –expuse, percibiendo un ligero temblor en mis manos- Y en verdad se los agradezco.

Sam y Sky me dedicaron miradas apenadas y muecas de resignación para luego dirigirnos junto a Ted, quien nos observaba por encima de sus pestañas, cabizbajo; muy en el fono me encontraba molesta por el hecho de que Ted no intervino cuando las cosas se habían puesto incómodas.

- ¿Nos vamos? –musitó, aún sin atreverse a levantar la mirada.

-Vamos.

Durante todo el camino, mi mente reproducía una y otra vez el encuentro cercano que había tenido con el chico de ojos oscuros y cuerpo ardiente en todos los sentidos, porque podía infundirme terror, pero no negaría que era terroríficamente apuesto.

Moría por relatarle todo lo ocurrido a mi madre, llamaría hoy y nadie se hacía una idea de la calma que me embargaba al oír su voz. Llamaba cada dos días, odiaba cuando por el teléfono se escuchaban gritos y lejanas explosiones, me aterraban, pero su voz lograba calmar todos mis miedos, no así mis preocupaciones por ella, se encontraba en una zona de constante guerra, no la tenía a mi lado, pero perderla sería mucho peor. Tampoco tenía información sobre mi padre, ningún mensaje, ni siquiera una llamada, pensaba en llamarlo después de hablar con mamá.

Hasta yo misma había notado que me encontraba ausente por estar inmersa en mis pensamientos, ante cualquier observación acerca de lo mismo alegué que había pasado una mala noche y que me encontraba agotada, lo cual no se encontraba lejos de la verdad.

Llegamos, comimos, bromeé con las chicas lo más que mi estado de ánimo me lo permitía y muy a pesar de la actitud pesarosa de nuestro amigo. 

No tientes a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora