Por un momento, me vi envuelta y mecida por la oscuridad, llevada por el vaivén de las oscuras olas imaginarias que se formaban en mi consciencia. Sentía como si estuviera flotando en el vacío, como si ninguna fuerza de gravedad existiera, pero no me atrevía a abrir los ojos, aún no lo hacía. El calor se centró en uno de mis hombros, mientras sentía una leve presión en esa zona, mi acompañante estaba haciéndose sentir.
-Meghan, ya estamos aquí –a pesar del incesante zumbido que me aturdía, pude oír su voz traspasando las barreras, devolviéndome a la realidad, obligándome a abrir los ojos.
Todo se encontraba en el mismo estado en el que lo había dejado; los muebles de patas arriba, las esquirlas de vidrio, que alguna vez formaron parte de un ilustre cuadro, esparcidas por el suelo, la habitación completamente a oscuras, el familiar olor a pinos que desprendía el aromatizante, estaba en casa, esto era increíble.
-Lindo lugar –musitó Azazerc mirando a su alrededor- Lindo.
Sus ojos habían recuperado su color habitual, aquel gris misterioso que, ahora estaba segura, advertían que en cualquier momento podía desatarse una tormenta.
Se sentía extraño estar de vuelta, la reconfortante sensación de calor había desaparecido, todo se sentía frío y vacío. Caí rendida en uno de los rasgados sillones, mientras intentaba aclarar mis emociones.
La rabia me poseía, me había dado cuenta de que realmente no le importaba a Robert Dallas, mi supuesto padre; las piernas me temblaban y mi pulso estaba acelerado, demostrando mi nerviosismo por volver a ver a Ted; me sentía arrepentida, por haber explotado en la cara de Azazerc por un simple error. Y todo esto, se resumía en un gran nudo en la garganta.
Un leve destello parpadeante de color verde captó mi atención, era el notificador de llamadas. Me acerqué seguida por la fija mirada de Azazerc, noté que había 23 llamadas y 11 mensajes de voz, todas de un número con el código de Afganistán; era mamá.
Mis ojos se cristalizaron al darme cuenta de que en todo este tiempo en el que estuve fuera de Kellynch, no había pensado en mamá en ningún solo instante, mientras que ella, había continuado con las llamadas de cada dos días; pensó en mí durante todos estos días, semanas, meses, el tiempo había dejado de tener sentido para mí.
Acerqué el auricular a mi oído con la intención de oír cada uno de los mensajes, pero la mano de Azazerc, posándose en mi hombro, me interrumpió.
-Meghan, tienes que irte –giré la cabeza para mirarlo a los ojos, éstos irradiaban preocupación.
- ¿Qué ocurre? Solo tardaré unos minutos en escuchar todos los...
-Connor está aquí, conoce nuestros planes –susurró interrumpiéndome.
-Maldición –estrellé mi puño contra la encimera al tiempo en que enterraba mis dientes en mi labio inferior- Es suficiente, me encargaré de esto de una vez por todas –declaré con la ira corriendo en mis venas.
-No –Azazerc me detuvo justo cuando di un paso al frente- Yo me haré cargo de él, tú has lo tuyo –me dedicó una sonrisa torcida poco convincente.
-No te dejaré aquí, puede que venga acompañado –me negué, recordándole que hacía unos pocos instantes, nuestra principal preocupación era Aquiel.
- ¿Qué sería peor? ¿Que me den una paliza que los mantendrá entretenidos o que Connor abuse de ti para sentirse poderoso? –sus ojos estaban fijos en los míos.
Una corriente de aire helado atravesó mi espina dorsal, era suficiente para persuadirme. "Él estará bien, lo estará" trataba de convencerme.
Lo observe con pesadumbre mientras me acercaba a él, para unirnos en un efusivo abrazo; una vez más se sentía como una despedida.
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No tientes a la bestia
General FictionLos tres mandamientos de la Bestia: Regla número 1: Obedecerás a la Bestia. Regla número 2: Venerarás a la Bestia. Regla número 3: No tentarás a la Bestia. Pero ¿Qué puedes hacer cuando la Bestia te pone las cosas difíciles? 22/01/17 #21 en ficción...