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A mi amiga buu2423, un abrazo enorme ♡~

- ¿Has notado la forma en la que me observaba esa mujer? –rescató Zalgo, cerrando la puerta de la habitación a sus espaldas.

Respondí con un vacío "Ajá" aún disgustada por su anterior conducta, y me dirigí directamente a la segunda habitación de la suite, encerrándome con un portazo de advertencia. Necesitaba una larga ducha y varios metros de distancia entre el demonio y yo, y no era suficiente con una pared en medio, considerando que nos encontrábamos bajo el mismo techo.

Me disponía a salir al caluroso aire matinal de la ciudad tras tomar tan ansiado baño, cuando mi padre se interpuso en mi camino.

- ¿A dónde crees que vas?

-A tomar algo de aire –repliqué, tomando las llaves de la suite de la mesa ratona.

- ¿Con qué intenciones? –abrió la palma de la mano y las llaves salieron disparadas de las mías para terminar atrapadas entre los dedos de mi progenitor.

Bufé con frustración, buscando calma en lo más recóndito de mi ser y posando mis manos en la cintura para evitar apretar los puños.

-Respirar, fingir que soy una persona normal por, al menos, unos minutos –declaré, sintiéndome completamente agobiada.

-No estamos aquí de vacaciones, Donatella –aclaró mi padre, dando unos pasos hacia mí- No está en nuestros planes...

- ¿Podrías dejar los planes de lado por un momento? –inquirí hastiada- Acabamos de llegar, nos encontramos en un país paradisíaco, no pienso desaprovechar la ocasión –alegué, arrebatándole las llaves utilizando mis manos como un imán.

-Debes practicar ¿Crees que puedes dejarlo todo a la suerte? –trató de apropiarse nuevamente de las llaves, pero esta vez las sujeté con suficiente fuerza para evitarlo, Zalgo me observó con advertencia en la mirada.

-Creo, padre, que, si las cosas deben ocurrir, ocurrirán.

Me declaré victoriosa al no recibir respuesta por parte del furibundo demonio, por lo que sonreí con suficiencia y me dirigí a la puerta, giré el pomo regodeándome internamente, pero el festejo fue breve, la puerta no cedió.

- ¡Por favor! –clamé rendida, recostando mi peso contra la puerta.

Oí los pasos de mi padre a mis espaldas, alejándose; aproveché la ocasión tratar de forzar la cerradura, pero todo esfuerzo resultó en vano, la puerta no abrió.

-Voy contigo –sentenció él volviendo sobre sus pasos.

Estrellé mi frente contra la madera y dejé escapar un largo suspiro, antes de girarme y tratar de reprimir toda la ira en mi sistema al ver al demonio colocándose unas gafas oscuras y sonriéndome de forma descarada.

- ¿A caso no entiendes que planeo alejarme de ti solo por un instante, padre? –defendí mi postura con la poca paciencia que había repuesto tras la ducha.

- ¿Tenías siquiera un plan? –musitó con fingida preocupación y dio pasos acelerados hasta mí- Debes estar enferma –dijo posando una mano en mi frente.

Ésa fue la gota que rebasó el vaso, me di por vencida.

No tenía idea de lo que escapó de mis labios ¿Una risa amarga? ¿Un llanto? Sostuve mi rostro entre mis manos mientras deslizaba mi espalda a lo largo de la puerta hasta terminar sentada sobre mis talones.

- ¿Qué ocurre, hija? ¿Te sientes mal? –mi padre alejó mis manos de mi rostro y me obligó a mirarlo a los ojos, al ver su expresión pude notar que la angustia en su voz era auténtica.

No tientes a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora