-Por vigésima vez –masculló mientras sacudía la cabeza- ¡Es lo mismo que aquí! Allí lo llamamos coito ¿Por qué estamos hablando de esto?
-Porque debes responder a todas mis preguntas –sonreí complacida.
-Entonces pregunta cosas coherentes, mujer –sonaba realmente hastiado.
-Bien, ¿Por qué Connor se aprovecharía de mis poderes? ¿Qué no es más fuerte que yo?
-Ah ah –negó con la cabeza- puede ser el hijo de Lucifer y toda esa basura, pero nunca subestimes los poderes de un ángel oscuro y el caos que puede ocasionar Zalgo, en un solo recipiente.
- ¿Recipiente?
-Tu cuerpo jodidamente sensual
No pude contener la risa, en realidad me estaba divirtiendo con Azazerc, sin dejar de lado el profundo odio que sentía hacia esa pobre escoria que dependía de mis poderes para hacer que su padre se sintiera orgulloso.
La luz que iluminaba el claro se fue disipando.
-Creo que ya es hora de volver –sugirió el ceniciento muchacho, fijándose en lo que estaba observando.
-Pero ahora ¿Qué haremos?
-Ahora, querida Meghan, ensuciaremos tu esencia –me dedicó una sonrisa escalofriantemente reconfortante mientras se ponía de pie.
La sangre fue drenada de mi rostro y sentí como todo mi cuerpo se entumecía.
-No te preocupes –me extendió una mano- una vez que lo estés haciendo, no te arrepentirás, es más, hasta te gustará.
Dudé por momento, pasando mis ojos desde su palma abierta hasta su rostro, sus cejas elevadas a la espera de una reacción de mi parte hasta que tomé su mano y me impulsé con la otra para poder alejar a mi durmiente trasero de la tierra. Una sonrisa de lado se vio impresa en la cara de Azazerc, caminamos de vuelta a la cabaña.
La cabaña, ese recuerdo me lanzó nuevamente a la completa realidad.
-Oye, espera –ambos nos detuvimos a mitad de camino.
- ¿Qué ocurre? –cuestionó con paciencia.
-Dime que no vamos hacia la cabaña.
-Vamos hacia allí, para llevarnos tu coche.
-Mi bolso está dentro de la cabaña –abrí los ojos- y dentro de él mis llaves.
El escuálido demonio me dedicó una sonrisa tranquilizante.
-Yo me encargo de eso.
Seguimos avanzando, a medida que acortábamos la distancia que nos quedaba por recorrer, el ambiente fue cambiando, no sabía si eso ocurría en realidad, o solo era yo comenzando a perder la cordura. La temperatura comenzó a aumentar, pero no era eso lo que me incomodaba, era el olor amargo y asfixiante del humo presente en el aire.
Nuestros pasos fueron amainando, al parecer, Azazerc también notó él cambio; nuestras miradas se cruzaron, para pronto tomar un rumbo indefinido, inspeccionando nuestro alrededor. No fue hasta que oí una maldición siendo susurrada, que puse atención en Azazerc. Sus manos estaban hechas puños, podía notar la rigidez en su cuerpo, tenía la mandíbula apretada y la mirada fija en algo en concreto: arriba, por sobre los árboles.
Seguí el trayecto que indicaban sus plomizos ojos, una columna de humo negro se elevaba por encima de todo, para luego dispersarse en el aire.
-De seguro solo es la chimenea –intenté convencerme a mí misma, bien sabía que no se trataba de la chimenea.
-Vamos –movió la cabeza, indicando que siguiéramos.
Apuramos nuestro andar, la oscuridad iba cubriéndonos con su manto negro, el calor se volvió abrazador, acariciando mi piel y alentándome a que siguiera, el olor a madera quemada era mucho más evidente ahora que ya faltaba poco para llegar.
Y al alcanzar la antepenúltima fila de árboles, distinguimos las llamaradas. Sin estar consiente de mis acciones, me dirigí a toda prisa hacia la gran masa de fuego, el humo ya no me impedía nada, ya no me incomodaba. No era yo quien estaba corriendo hacia las llamas, intenté frenarme, pero el impulso era más fuerte que mi voluntad, así que me dejé llevar. El fuego me llamaba con su hipnótico danzar.
¿Para qué luchar contra mis demonios, si era uno de ellos?
Cuando estuve a punto de poner un pie en el balcón, cuando estaba tan cerca de la placentera sensación del fuego contra mi piel, fui lanzada fuertemente hacia atrás y pude sentir un ardiente golpe en la mejilla.
- ¿Qué piensas que haces? ¿Acaso te volviste loca? –Azazerc escupía en mi cara un montón de improperios, devolviéndome a la realidad.
Visualicé la cabaña siendo consumida por el fuego, cayendo en pedazos y levantando chispas y cenizas en el aire por encima del hombro de Azazerc. Connor había causado todo aquello, podía jurarlo.
Mi bolso, mi dinero, mis libros, mis llaves, todo había quedado ahí dentro.
- ¡Mal nacido, hijo de puta! –bramé por encima de los estallidos de la madera y los artefactos electrónicos, sabía que me estaba oyendo- ¿Por qué no vienes aquí y solucionamos lo solucionamos de frente? ¡Maldito cobarde!
Mis pulmones clamaban por aire, puntos negros nublaban mi visión.
Caí de rodillas al suelo, gritando tanto como podía, todo daba vueltas a mi alrededor. Sentí las manos de Azazerc tomándome por los hombros y oí un lejano murmullo de mi nombre, mientras los puntos crecían y ocupaban toda mi visión.
Luego, vino el estallido, varias piezas metálicas en llamas fueron disparadas hacia mí, pero antes de ser alcanzada por éstas, cayeron a la tierra, convirtiéndose en pequeñas fogatas. Alcé la vista, distinguí la mano de Azazerc extendida por encima de mi cabeza, creando una especie de barrera protectora. De repente, todo se vio inclinado hacia un lado, sentí como todo mi cuerpo descansaba y luego, solo la oscuridad
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No tientes a la bestia
General FictionLos tres mandamientos de la Bestia: Regla número 1: Obedecerás a la Bestia. Regla número 2: Venerarás a la Bestia. Regla número 3: No tentarás a la Bestia. Pero ¿Qué puedes hacer cuando la Bestia te pone las cosas difíciles? 22/01/17 #21 en ficción...