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Lo observé, expectante, sus ojos me atravesaban el alma, no era un cuervo cualquiera, los cuervos no tenían los ojos rojos.

Fui corriendo a llamar a Connor, quien al oír la palabra «Cuervo» salió disparado hacia la habitación. Lo seguí con paso ligero, pero no me dejó continuar, al encontrarse bajo el marco de la puerta dio media vuelta y posó sus manos en mis hombros.

-Necesito que salgas de aquí.

Su expresión era una perfecta mezcla de emociones: seria, nerviosa y consternada. No entendía el porqué de querer mantenerme alejada y no me alejaría hasta que me diera a conocer la razón.

- ¿Qué pasa? –indagué, realmente confundida.

-Hazme caso solo por esta maldita vez ¿Quieres? –sus dedos clavaban en mis hombros.

Soporté el ligero dolor que atravesaba mi carne y permanecí firme en mi lugar, con el incesante golpeteo del cuervo contra la ventana de fondo.

- Connor ¿Qué está ocurriendo?

- ¿Tienes que ser tan terca? Vete –me empujó con fuerza, ocasionando que mi espalda impactase contra la pared contraria y expulsara el aire que llevaba en los pulmones, una punzada de dolor me recorrió la columna vertebral. Cerré los ojos, como si eso calmara el ardor que me atravesaba todo el torso, y al abrirlos, solo pude ver como la puerta era cerrada de golpe. Logré recomponerme y caminé de forma cuidadosa hacia la puerta, me pegué a la pared y agucé el oído.

El continuo golpeteo había cesado, en cambio se dejó oír un golpe fuerte y seco, intuía que era el ruido de la venta siendo abierta, de seguro lo había dejado entrar. Lo siguiente que oí, fue algo cayendo al suelo, parecido al peso de un cuerpo tras dar un salto.

-Connor, por fin te encuentro –una voz varonil desconocida resonó del otro lado de la pared- Y en el momento indicado ¿No? Esa chica es todo un bombón, digo...

- ¿A qué vienes Azazerc? –gruñó, esta vez la conocida voz de Connor.

-Será mejor que cuides ese tono conmigo, porque puedo sentenciarte –oía sus pasos y esa baja voz burlona en carácter de amenaza.

- ¿Qué se te ofrece? –cuestionó Connor con ironía.

-Muy bien, he venido a hablar contigo sobre la chica.

La boca del estómago se me contrajo.

- ¿Qué hay con Meghan? -espetó a la defensiva.

- ¿Cuándo se lo dirás todo?

Fruncí el entrecejo con intriga, en un intento de agudizar aún más mis sentidos, cerré los ojos y pude verlos tras la pared de una forma tan clara, inexplicable y maravillosa. No terminaría de acostumbrarme a ser hija de una criatura oscura y el ángel del infierno.

Lo vislumbré todo de manera sombría, contrastado por la penumbra y la luz que se colaba por la ventana. Azazerc era un muchacho, de la edad de Connor diría yo, con el cabello de un tono ambarino débil, los ojos de un claro color gris y el cuerpo cadavérico cubierto por piel cenicienta. Connor bajó la cabeza, ocultando la mirada

- ¿A qué te refieres? –replicó, se lo notaba tenso.

El pelirrubio soltó una carcajada amarga y lo miró con arrogancia.

-No intentes que engañarme, Connor, tú bien sabes de lo que estoy hablando –dio unos pasos acortando la distancia entre ellos mientras presionaba el pecho de Connor con su dedo índice- eres una vergüenza para tu padre.

Connor lo tomó del cuello y lo estrelló contra la pared, Azazerc prorrumpió en carcajadas y alzó la barbilla para alejarla del fuerte grillete que formaban las manos de su agresor y seguir burlándose de él.

Sentía las gotas de sudor deslizándose desde mi frente hasta mi barbilla, mis manos estaban ejerciendo demasiada fuerza sobre la pared, estaba realizando un esfuerzo sobrehumano solo para comprender lo que ocurría.

-No intentes nada, maldito, mientras más presiones tus manos en mi cuello, gritaré lo que ocultas con mayor facilidad –bramó Azazerc.

Connor mantuvo firme su agarre, apretando la mandíbula y endureciendo cada músculo de su cuerpo, dedicándole una histérica mirada. Poco a poco liberó al cadavérico personaje que lo atormentaba.

-Mucho mejor –dijo, acomodándose la chaqueta de cuero que lo envolvía.

-Negociemos –sugirió Connor con la cabeza gacha de nuevo.

-Me parece bien.

- ¿Qué quieres a cambio de tu silencio?

-Quiero a la chica.

Se me secó la boca, el frío me recorrió la piel provocándome escalofríos.

- ¿Qué?

-Quiero a la chica –recalcó, formulando las palabras de forma pausada.

- ¿Para qué la quieres? –una ligera capa de sudor cubría su rostro.

-Para utilizarla tal cual lo haces tú.

Mi corazón se detuvo por unos microsegundos, mis dedos presionaron la pared y perforaron el cemento, haciendo que grietas surgieran bajo mi tacto. Connor se acercó peligrosamente al misterioso visitante.

-Ella es mía.

Abrí los ojos con sorpresa y perdí toda visión de lo que ocurría tras la puerta, los cerré de nuevo en un vano intento de volver a visualizarlos, pero no lo logré, así que seguí oyendo lo que ocurría.

-Te vales de su poder, solo ella puede hacer que toda la tierra arda en llamas, y tú –se carcajeó- Eres un pobre débil ¿Crees que puedes llevarte todo el crédito? Meghan no merece eso.

- ¿Y tú qué sabes? –bramó Connor- ¿No harías lo mismo estando en mi lugar?

-Connor, estoy aquí por órdenes de mi padre, Zalgo quiere a su hija junto a él antes de que hagas algo estúpido. Solo quería que tú lo confirmaras para que ella lo oyera de tu propia boca.

Apreté los puños contra la pared, ¿Me había engañado todo éste tiempo? ¿Permití que me persuadiera tan fácilmente? Claro, era el mal nacido hijo de Lucifer, no debí confiar en él.

-Llévatela, estará mejor contigo –replicó Connor de forma apagada, tras observar a Azazerc en silencio, completamente azorado.

-Puedes pasar –gritó Azazerc, daba por sentado que se estaba refiriendo a mí.

Tomé varias respiraciones profundas, aún así no pude hacer a un lado toda la ira que se desplegaba por mi sistema. Apreté los dientes y entré a la habitación. Los encontré, uno frente a otro, observándose, hasta que entré en escena. Un par de orbes grisáceos se posaron en mí con asombro, mientras que los oscuros ojos de Connor se mantuvieron fijos en el suelo.

-Lo oíste todo –murmuró Connor.

Me lancé a él, dejando golpes por todo su torso. Él solo dio unos pasos hacia atrás recuperando él equilibrio y dejó que lo utilice como saco de boxeo mantenimiento la cabeza gacha.

El esqueleto andante me tomó por detrás y me alejó de Connor, sosteniéndome con fuerza; deseaba hacerle daño, quería acabar con él, no sólo me había engañado, sino que también me estaba utilizando.

-Eres un imbécil –grité, tratando de zafarme de los brazos del ceniciento chico.

-Tranquila –susurró en mi oído, obligándome a caminar.

Pasé a un lado de Connor y escupí en sus zapatos. Salí de la habitación sin mirar atrás, dejando allí a la estúpida figura tensa y cabizbaja de Connor Reid.

No tientes a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora