Mi habitación estaba hecha un desastre, lo podía distinguir a pesar de la densa oscuridad que nos envolvía.
Mis libros estaban desperdigados por todas partes, con las páginas rotas y arrancadas; mi armario se encontraba volcado en el piso, con todas las prendas esparcidas por el mismo, el ventanal que daba al jardín trasero estaba hecho añicos, las cortinas estaban desgarradas, mi cama estaba hecha un desastre y los estantes, el escritorio y la silla se encontraban patas para arriba, las fotos que estaban en mi mesa de luz estaban hechas trizas. Maldita sea, el desastre que había hecho en la sala no tenía comparación con lo que estaba presenciando, mis puños se cerraron con cólera.
- ¿Tú hiciste esto? –hablé con los dientes apretados, remarcando cada palabra mientras me volvía hacia la bestia.
-Tranquila, belleza –rio y lo tomé de la chaqueta, amenazándolo, él bufo y me apartó de un manotazo- La culpa la tuvo Bob –se internó en la oscuridad haciendo que lo siguiera, el olor a humedad perturbó mis fosas nasales.
- ¿Él estuvo aquí?
Ya no sabía cómo llamarlos: sentimientos, emociones, alucinaciones; pero el hecho de saber que él había vuelto y que lo que había hecho lo había enfadado tanto como para revolver toda mi habitación, me causaba una enorme sensación de satisfacción.
-Aunque las abolladuras en las paredes y la ventana rota fueron culpa nuestra.
Ya no distinguía su silueta en la oscuridad, pero su voz provenía claramente del rincón de la habitación en el que antes se encontraba el escritorio. Pasé distraídamente los dedos por la pared, notando los desniveles y asperezas en ella, hasta que algo puntiagudo me pinchó y una pequeña gota de sangre, oscura y espesa resbaló de la punta de mi dedo índice; seguí su trayecto, embelesada, hasta que ésta cayó al suelo, fui capaz de oír el ruido viscoso que causó al impactar. Había llegado a los vidrios restantes de la ventana.
Sin importarme el riesgo de que varios trozos de vidrio se incrustasen en las palmas de mis manos, me asomé y aspiré el puro aroma de la fresca noche, hacía tiempo que no me detenía a apreciar lo que más amaba cuando mis máximas preocupaciones eran mamá y mis calificaciones.
De forma casi involuntaria, volteé la cabeza hacia la casa vecina, recordando a Ted. Tal vez si saltaba y corría lo bastante rápido podría ser arrullada una vez más por sus brazos, pero eso significaba volver a ponerlo en riesgo.
- ¿Es que no te basta con el abrazo que te di? –su aliento chocó contra mi oído, provocando que lance un pequeño grito, no solo por su repentina cercanía, sino también, porque una de sus manos se cerró con fuerza en mi glúteo derecho.
Con un rápido movimiento, estrellé mi mano contra su mejilla, causando un gran estrépito; aproveché su aturdimiento para cerrar mi brazo alrededor de su cuello, a modo de llave, y lo acerqué uno de los bordes afilados de la ventana, me sentía asqueada y completamente encolerizada.
-Una más y tendrás pedazos de vidrio incrustados en el cerebro –lo amenacé- ¿Entiendes? –recibí un gruñido por respuesta- Al parecer no me oíste bien ¿ENTIENDES? –levanté la voz.
- ¡Entiendo!
Deshice mi agarre, liberándolo, él se alejó pasándose una mano por la nuca.
- ¿Por qué me has traído aquí? –cuestioné, rompiendo el breve silencio que se había formado. Connor suspiró.
-Mira todo esto –abrió los brazos y giró sobre sus pies- Es la prueba de que influyes en Bob, aún tienes a tus amigos –tomó una de nuestras fotos entre sus dedos y la dejó caer- Aún te queda suficiente aquí arriba ¿Estás segura de que quieres acompañarme?
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No tientes a la bestia
General FictionLos tres mandamientos de la Bestia: Regla número 1: Obedecerás a la Bestia. Regla número 2: Venerarás a la Bestia. Regla número 3: No tentarás a la Bestia. Pero ¿Qué puedes hacer cuando la Bestia te pone las cosas difíciles? 22/01/17 #21 en ficción...