Capítulo 22.

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Al verle la cara y reconocerle me hice una sola pregunta a mí misma. ¿Estoy en el cielo?

Jason: -Vaya, veo que casi matas a la chica del susto.

Este ogro empedernido me estaba sacando de mis casillas. ¿Qué acaso no veía mi cara del susto para que siguiera con esa sonrisa -que por cierto, era encantadora- plasmada en su cara?

Yo: -T-t-tú -tartamudeaba con cada palabra que intentaba formular. Sinceramente, era un desastre- Jason, ayúdame. ¿Por qué estoy viendo el espíritu de ¡Dani!? ¿Cómo es que empecé a ver fantasmas?

Jason: -Jajaja

Yo: -¡No te rías y haz algo!- puse ojitos de cachorrito abandonado o más bien, aterrorizado.

Jason: -Lo siento pero es que de verdad, no puedo parar de reir- con cada palabra que salía de su boca, salían 200 mil risas acompañándola y por si fuera poco, se agarraba la tripa para... ¿no explotar de la risa?

Dani o tal vez, esa cosa que se hacía pasar por Dani permanecía enfrente mía como una estatua. Ni hablaba, ni se movía y sinceramente, eso me estaba empezando a dar miedo. Recuerdo que hace unos minutos atrás me dijo: "Siento ser un idiota a veces" o al menos, eso fue lo que escuché.

Estaba dispuesta a descubrir si eso que tenía enfrente era una estatua, Dani en carne y hueso o simplemente un espejismo que mi mente había creado por el simple hecho de extrañarle demasiado -Con un movimiento iba a averigüar si esa cosa que tenía enfrente era real- Mi mano derecha iba aproximándose poco a poco a esa mejilla que me pedía a gritos que la acariciara. Al estar a excasos centímetros de esa mejilla que me fascinaba acariciar, hizo un movimiento parecido al de un perro que intenta asustar a su presa a aullidos. Por el susto recibido, di un grito aterrorizada y me alejé de tal manera que al abrir los ojos me encontré en medio de la carretera. Tan solo podía oir los gritos de las advertencias de Dani y de la gente que había al otro lado de la carretera, es decir, la acera. -¿¡La acera!? Espera, entonces yo...- me giré atónita al escuchar la bocina sonar de un camión. Rápidamente intercambié la mirada con Dani que me miraba horrorizado desde el otro lado de la acera. -¿Acaso Dani había venido a este mundo para llevarme al suyo? No, no quería. Todavía era pronto, demasiado pronto- Me volví a girar para ver el camión que cada vez iba acercándose más a mí. Mis piernas no reaccionaban, iba a morir allí. Y lo más humillante, atropellada por un camión.

-Noooo- cerré los ojos con fuerza y grité expulsando todo el oxígeno que había en mis pulmones, como si con eso se detendría la hora de mi muerte.

Sentí algo parecido a una madre que arropa entre sus brazos a su primer hijo recién nacido. Con todo el amor del mundo y con el deber de protegerlo de cualquier mal aunque fuera a costa de su propia vida. Así me sentí, hasta que un leve dolor en la espalda me hizo despertar de aquel trance y con ello abrir los ojos de verdad.

Estaba... ¿en la acera?. Es decir, ¿a salvo? Pero, ¿quién me había salvado? Espera, acaso era... ¿¡Dani!?

Efectivamente, me encontraba tendida en el suelo de la acera y encima mía un hombre. Supuse que era Dani, porque evidentemente, ¿quién más pondría su vida en peligro para salvar la mía?

-El gato negro nunca muere o ¿cómo era? -me miraba divertido- Ya, ya deja de mirarme así. Que te haya salvado la vida no significa que deje de ser... Mm... un ogro empedernido, ¿no?

Estaba desilusionada interiormente por el hecho de que me haya salvado la vida el imbécil este con cara de ogro que da miedo. Pero de igual forma... una vez más, le debo mi vida a una persona más.

Mi boca se abrió formando una enorme O- ¿Cómo puedes saber lo de ogro empedernido? Yo nunca te lo dije.

-Tienes un gran problema y es... que siempre piensas demasiado alto- me golpeó en la frente con su dedo índice.

Sonrisas FalsasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora