19 de enero.

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Estaba en el parque de la casa de Laurel sentada sobre el césped y charlando con ella. Estaba oscuro y hacía frío. Sus padres ya se habían ido a acostar, pero nosotras decidimos quedarnos hablando hasta tarde porque no nos veíamos desde hacía mucho y teníamos abstinencia de charlas estúpidas entre nosotras.

Hasta que, no sé como, nuestras charlas estúpidas dejaron de serlo. Y ella se puso seria. Y yo también, y de repente, no sé cómo, ella me estaba contando algo muy serio. E importante. Y privado.

-¿Viste mi abuela? -me dijo.

-Si, ¿Qué pasa con ella?

-Cuando mi madre era muy pequeña, ella tuvo cáncer. Estuvo algo así como diez años con la quimio, diez años sin saber si iba a sobrevivir o no, diez años donde mi madre se tuvo que encargar de cuidar y criar a sus hermanos -se miró las manos-. Ella tuvo que crecer muy rápido.

-¿Qué tipo de cáncer tuvo? -le pregunté yo.

-Cáncer de mama.

-¿Y...? -dije incitándola a que fuera directo al grano.

-Mi madre tal vez también tenga.

-Oh, pero siempre se puede hacer la quimioterapia. -Dije sin saber muy bien qué contestar. Me sentí tan estúpida.

-Ella no quiere. No quiere pasar gran parte de su vida haciendo un tratamiento que tal vez no funcione. Hablé con ella y me dijo que si le diagnosticaban cáncer, iba a morir. Y ya. De hecho, me preguntó con cual de mis tías me gustaría quedarme. Ya no tiene esperanzas.

-Pero, ¿y tu padre?

-Es que no entiendes. Él para mi madre es como un niño más. Lo odio tanto. Su rutina siempre es la misma, va a trabajar, vuelve, come, duerme la siesta, come, mira televisión, duerme, come y sale a trabajar de nuevo. Es tan estúpido. Y nosotras no le importamos nada. De hecho, dudo muchísimo que se acuerde de mi edad.

-¿Entonces por qué tu madre no lo dejó?

-Una vez se separaron. Él se fue a vivir a otro lado por algo así como un mes. Pero volvió, al parecer mamá lo había llamado y le había dicho que lo extrañaba demasiado. Es como que, cuando él no estaba, mamá parecía mucho más feliz y más tranquila, pero siempre andaba diciendo todo lo que lo extrañaba.

-Sigo sin entender por qué tu madre no querría hacer la quimio.

-Ella no aguanta más Ju, eso pasa. No puede. A veces se larga a llorar mientras dice que no puede con todo. Que no puede encargarse de todo siempre. Y antes, cuando lloraba, yo me sentía mal. Ahora ni siquiera eso. Simplemente sigo con mi vida y ya. Y tengo miedo Ju, tengo mucho miedo. Porque me estoy volviendo demasiado insensible, y si sigo así, no creo que sea capaz de sentir algo por alguien nunca más.

-Pero para irte a vivir con tus tías tienes que conseguir el permiso de tu padre. Así le dan la tutoría a ellas.

-Ese es el problema. Él no va a querer. Él jamás admitiría que no es capaz de hacerse cargo de mí. Y de todos modos, a mí no me molestaría quedarme aquí con él. Haría la mía. Me haría cargo de mí misma, sí, ¿Y qué?

-Es que no entiendes Laurel -le dije-, eres demasiado pequeña como para hacerte cargo de tí misma. Sí, eres más que capaz, no lo niego. Pero sigues siendo demasiado pequeña, no puedes educarte a tí misma.

No me respondió. Se tapó el rostro con las manos y empezó a sollozar. Yo me puse a su lado y dejé que reposara su cabeza sobre mis piernas. No nos dijimos nada. No era necesario.

Nosotras nos comprendíamos mejor que nadie.

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Laurel, oh Laurel. Tan blanca. Tan triste.

Tan misteriosa.

¿Por qué temes que las personas a tu alrededor te conozcan?

No te comprendo. Tan triste. Tan misteriosa.

-inconexa.

Jules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora