1 de diciembre.

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Había vuelto de lo de mi amiga temprano, ni bien me había levantando. Entonces cuando llegué a casa y comí, me puse a hablar con Erwin por chat. Él me dijo que tenía algo importante que decirme.

Entonces me dijo que yo le gustaba. Pero no me importó, porque él era el chico de una de mis amigas y no me podía meter con él. Y aunque le había dejado en claro que no iba a pasar nada entre nosotros, coqueteamos. Lo hice, y se sintió bien. Y me sentí culpable. Y me sentí triste por Abbi, que mientras yo estaba coqueteando con su chico, ella seguía anclada en su pequeña pecera.

Y luego de pelearme con Erwin, de enojarme con él por haber ilusionado a mi amiga, de haberlo perdonado, y de haber vuelto a coquetear, me dí cuenta de que me había asegurado de quedar como la buena en la historia. La chica que defiende a su amiga porque la amistad vale más que un amor pasajero. La chica linda que cautiva a todos los ojos. La chica coqueta que se queda con el chico, la amiga, y el papel principal.

Y me dí cuenta de que era todo lo contrario a la chica que quería ser. Pero me sentí bien. E incluso luego de arreglar con Erwin para ir al cine junto con Abigail y otras amigas, y luego de que él dijese que me iba a llevar lejos y me iba a comer la boca, logré sentir algo recorrer mi estómago.

Cualquiera diría que son las famosas mariposas, pero yo creo que no. Lo que sentí fue otro hilo, desprendiéndose, rompiéndose, enredando a los demás. Como una cuerda vieja de una guitarra vieja que nadie a recordado cambiar.

Y eso no se sintió tan bien.



Por lo general solía fantasear con cosas que jamás sucederían. Soñaba con conquistar corazones que ni siquiera me interesaban. Soñaba con volverlos tan, tan locos, que para latir y no quebrarse deberían estar cerca de mí. Soñaba con sonreír y que fuese más que suficiente.

Era bonita. Era inteligente. Era capaz. Pero sobre todo, era una chica que amaba los retos.

Y no iba a meterme en una aventura fácil de ganar. Por eso me interesaban tanto los chicos que todavía no se habían fijado en mí.

Porque amaba los retos. Pero sobre todo, amaba saber, que iba a ganar.

Jules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora